La crisis de Unasur y sus repercusiones regionales

Los líderes de izquierda, Hugo Chávez, Dilma Rousseff, José Mujica y Cristina Fernández fueron los grandes impulsores de Unasur. (Twitter)
Los líderes de izquierda, Hugo Chávez, Dilma Rousseff, José Mujica y Cristina Fernández fueron los grandes impulsores de Unasur. (Twitter)
Carlos Malamud

30 de abril 2018 - 18:28

México/El tango Sur, con letra de Homero Manzi, concluye: “Nostalgias de las cosas que han pasado,/arena que la vida se llevó/pesadumbre de barrios que han cambiado/y amargura del sueño que murió”. Sensaciones similares deben vivir los impulsores de Unasur (Unión de Naciones del Sur), después del abandono de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú.

La muerte de Hugo Chávez, en 2013, avisó de un futuro irrepetible. Ni surgiría un líder capaz de seguir impulsando el proyecto hegemónico cubano–venezolano ni el comienzo de la crisis económica de Venezuela permitiría seguir bombeando petrodólares a los gobiernos amigos con la intensidad pasada.

En 2015 la victoria de Macri permitió especular con el agotamiento del bolivarianismo y la reemergencia del centro derecha regional.La medida impulsada por estos seis países fue un duro golpe a la continuidad del proyecto chavista. El declive de Unasur debe relacionarse más con la gestión del último secretario general, Ernesto Samper, y el desgobierno existente desde la finalización de su mandato, en 2017. Los esfuerzos por elegir al candidato argentino José Octavio Bordón fracasaron por la oposición venezolana.

La muerte de Hugo Chávez, en 2013, avisó de un futuro irrepetible. No surgiría un líder capaz de seguir impulsando el proyecto hegemónico cubano–venezolano

Si desde su creación Unasur fue una institución al servicio de la política exterior de Chávez, bajo Samper aumentó la sensación de subordinación al chavo-madurismo. La mediación en la crisis venezolana, cuyo objetivo principal era propiciar el diálogo entre gobierno y oposición, naufragó por su parcialidad y por la resistencia de Maduro a ceder en cuestiones básicas. Unasur surgió como un gran proyecto de integración subregional.

Se dotó de un gran edificio, presidido por una prescindible estatua de Kirchner, su primer secretario general, y de una compleja estructura institucional. Se crearon una docena de consejos sectoriales, que acabaron paralizados. Y si bien uno de ellos fue el de Economía y Finanzas, se descartó otro de Comercio Exterior, porque la integración regional debía responder más al diálogo político que a la actividad mercantil. Unasur fue incapaz de propiciar la convergencia entre Mercosur y la Comunidad Andina (CAN).

Si desde su creación Unasur fue una institución al servicio de la política exterior de Chávez, bajo Samper aumentó la sensación de subordinación al chavo-madurismo

El otro pecado original de Unasur fue eludir la pregunta de qué quieren integrar los gobiernos del continente: ¿América del Sur o América Latina? La cohabitación con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños u otros proyectos similares, pese a las aclaraciones sobre la gran creatividad e imaginación latinoamericanas, sólo presagiaba complicaciones a medio y largo plazo, como ocurrió.

Pese a la incertidumbre que planea sobre los procesos electorales todavía pendientes en 2018, especialmente en México y Brasil, es indudable que el barrio ha cambiado, con su correspondiente cuota de mayor pesadumbre.

Por eso, “el sueño (bolivariano) que murió” deberá recomponer sus propuestas si quiere recuperar en el futuro próximo el protagonismo de otras épocas. Sino estará inmerso en un bucle permanente dominado por ”las nostalgias de las cosas que han pasado” y de difícil retorno.

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Nota de la Redacción: este análisis ha sido publicado previamente en El Heraldo de México. Lo reproducimos con la autorización del autor.

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