Cuba, un juguete roto

Como el niño consentido que quiere eternizar su turno con un juguete, Raúl Castro pretende permanecer en su cargo hasta el 19 de abril de 2021. (CC)
Como el niño consentido que quiere eternizar su turno con un juguete, Raúl Castro pretende permanecer en su cargo hasta el 19 de abril de 2021. (CC)
Reinaldo Escobar

18 de abril 2016 - 03:37

Entre las múltiples expectativas despertadas por el VII Congreso del Partido Comunista estaba la posibilidad de que allí se anunciara el esperado relevo generacional. La perspectiva de que cuadros jóvenes introduzcan cambios audaces y le den un acelerón a las tímidas reformas iniciadas con la salida de Fidel Castro del poder, alimentó las esperanzas entre los cubanólogos de distintas tendencias.

Quizás por eso, cuando el general-presidente propuso que la edad máxima para ser admitido en el Comité Central del PCC fuera de 60 años y para ocupar cargos de elevada responsabilidad habría que tener menos de 70, muchos tuvieron la momentánea impresión de que en esta cita partidista se empezaría a aplicar la regla. Solo una lectura más sosegada, despojada de todo optimismo irracional, puede desenredar la ambigüedad de sus palabras.

El primer secretario del PCC reconoció que “los próximos cinco años, por razones obvias, serán definitorios”. De ahí la necesidad de “introducir límites adicionales en la composición de los organismos superiores del Partido”. Sin embargo, aclaró que este será un “proceso de tránsito que se debe ejecutar y concluir con la celebración del próximo Congreso”. Por delante queda “un quinquenio de tránsi­to para no hacer las cosas corriendo”. Una frase que refuerza la premisa tantas veces repetida por Castro de actuar “sin prisa pero sin pausa”.

Los “límites adicionales” de años cumplidos para pasar a componer “los organismos superiores” ya habían sido introducidos, aunque no precisados, en la primera Conferencia del PCC realizada en enero de 2012, cuando se añadía el concepto de la edad para tener en consideración al momento de ocupar puestos de dirección.

A Raúl Castro le parece que haber demorado menos de cuatro años y cuatro meses en definir los números que marcarían los límites etarios hubiera sido “hacer las cosas corriendo”. Aunque es probable que su verdadera preocupación haya sido que el Comité Central que salga electo en este VII Congreso prescinda con toda naturalidad de la llamada “generación histórica de la Revolución”.

Para ese momento, en caso que sobreviva, lo que quede del instrumento de su diversión podría ser un cacharro inservible, y no se trata del Partido, sino del país

La única razón obvia para no entregar el batón en este Congreso se reduce a la enfermiza adicción al poder, especialmente a sus obscenos atributos de privilegios y potestades.

Como el niño consentido que quiere eternizar su turno con un juguete, el primer secretario pretende permanecer en su cargo hasta el 19 de abril de 2021, cuando solo le falten apenas 45 días para hacerse oficialmente nonagenario.

Para ese momento, en caso que sobreviva, lo que quede del instrumento de su diversión podría ser un cacharro inservible, y no se trata del Partido, sino del país: un juguete roto sin remedio por los intentos de hacerlo funcionar de forma caprichosa. La culpa de su destrucción la cargarán entonces los que lo hereden.

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