El detenido bueno

Reinaldo Escobar

08 de octubre 2012 - 17:13

Estamos ya acostumbrados a percibir la táctica de interrogatorio de “policía bueno” y “policía malo”, de manera que nada más natural que a quienes solemos estar del lado de acá del preguntón se nos ocurra duplicar el método.

El pasado día 4 de octubre alrededor de las 5 30 de la tarde se nos detuvo en un impresionante operativo policial a la entrada de la ciudad de Bayamo para impedirnos asistir al juicio de Ángel Carromero. Yoani Sánchez, Agustín López y el que suscribe habíamos atravesado en un Moskovich los 800 kilómetros que nos separaban de La Habana. Teníamos la sospecha de que no nos dejarían entrar a la sala del juicio, pero no nos creíamos merecedores del despliegue de fuerzas con que fuimos interceptados.

Ya Yoani y Agustín han contado sus historias. Yoani optó por cerrarse como una ostra, ni respondió preguntas ni probó alimentos ni agua. Era la detenida mala, la intransitable. Yo en cambio opté por responder y beber líquidos y advirtiendo que no estaba en huelga de hambre, rechacé la comida (arroz blanco y un muslo de pollo) simplemente porque no tenía apetito.

Un oficial investigador que se presentó como el capitán Céspedes (¡Qué casualidad, Céspedes en Bayamo!) me hizo saber que estaba bajo investigación por el presumible delito de “Difamación de los héroes y mártires de la revolución” , que más tarde supe que realmente se denomina “Difamación de las instituciones y organizaciones y de los héroes y mártires” tipificado en el artículo 204 del Código Penal cubano.

No relataré aquí in extenso todo el diálogo, solo contaré mis impresiones. Lo más notable fue que, según dejó traslucir mi interrogador, sus opiniones sobre nosotros no se basaban en pruebas suministradas por evidencias o informes periciales, sino por lo que había sabido a través de “la propaganda enemiga” que han divulgado los medios oficiales cubanos. Lleno como estoy de buena fe, supongo que a ese oficial, hombre serio, respetuoso y meticuloso, no podían darle los resultados reales de las investigaciones, porque de ser así no nos hubiera procesado.

Otro detalle interesante fue cuando al explicar el motivo de nuestra presencia en Bayamo le dije al instructor que Granma (¿que nunca miente?) había publicado que la vista sería oral y pública, por lo que teníamos el derecho ciudadano de asistir. Céspedes respondió que eso no incluía a la contrarrevolución. No pude resistir la tentación y argumenté que cuando en Cuba se despenalice la discrepancia política no será posible impedirle a un ciudadano que asista a un juicio previamente anunciado como oral y público.

Con esa firmeza que se usa para afirmar las más profundas convicciones mi interlocutor me advirtió lo siguiente: “Nosotros nunca vamos a permitir que la contrarrevolución haga lo que quiera”. En mi rol de detenido bueno le aclaré que por suerte no eran ellos quienes gobernaban el país y que el día que se tomara esa decisión él tendría que obedecer la orden, como le corresponde a un soldado.

Después me dejaron dormir sobre una cama personal con colchón de espuma de goma en una habitación con aire acondicionado y al mediodía del día 5 nos devolvieron a la capital en un microbús que viajó escoltado por autos de patrulla que vinieron sonando sus sienas desde Bayamo hasta la entrada de Guanabacoa.

Al llegar frente al edificio donde vivimos, Yoani, la detenida mala, salió como un bólido y subió en el ascensor. Ya en el lobby, después que me devolvieran las pertenencias ocupadas, me despedí del otro oficial que venía al frente de la caravana. “Lamento no poder darle las gracias –le dije- hubiéramos preferido hacer el regreso de otra forma y ustedes nos lo han impedido” .

El Moskovich hizo otra travesía, pero eso lo cuenta Dekaisone.

También te puede interesar

Lo último

stats