La obediencia inducida

Puesto de productos cárnicos en La Habana. (14ymedio)
Puesto de productos cárnicos en La Habana. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

08 de junio 2015 - 07:10

La Habana/Que haya salido en la revista Muy Interesante no genera sorpresa, pero que lo publique Granma causa estupefacción.

En la sección Hilo Directo, en la página cuatro de la edición del 6 de junio, bajo el título ¿Hay alimentos que nos espabilan y comidas que nos relajan?, nos enteramos de que una investigación del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) ha demostrado que "las proteínas de los huevos, la carne o el pescado aportan al cerebro tirosina, un aminoácido que aumenta la producción de los neurotransmisores que mantienen la mente alerta, concentrada y productiva (dopamina y noradrenalina)".

La nota añade que "cuando caen los niveles de tirosina sufrimos apatía y falta de motivación. Si las proteínas consiguen espabilarnos y aceleran el pensamiento, la relajación suele venir de la mano de los hidratos de carbono (patatas, pasta, arroz, plátanos...). Estos alimentos inducen la liberación de insulina, que elimina de la sangre casi todos los aminoácidos excepto el triptófano, que ejerce un efecto calmante".

Mi tocayo, el comentarista Reinaldo Taladrid, aprovecharía aquí para decir: "saque usted sus propias conclusiones". Resulta obvio que el MIT perdió una ocasión de oro en nuestro país para su estudio, sobre todo en los tiempos del plátano microjet que llegó a convertirse en el pan nuestro de cada día durante los más crudos del Período Especial, momentos en que en otras latitudes mejor alimentadas se preguntaban por qué los cubanos soportábamos con tanta resignación aquellas penurias.

El desgano generalizado en la producción y la prestación de servicios desaparece cuando el mal alimentado cubano salta a otras fronteras

Esta obediencia masiva que el partido-Estado exhibe como adhesión consciente e incondicional no debe ser atribuida exclusivamente a la dieta a que se ve sometida la población, ni tampoco sería serio afirmar que dichas restricciones alimenticias obedecen a un plan científicamente concebido por algún genio maligno, pero al menos es un detalle que no debe escapar a los observadores de nuestra realidad.

Habría que añadir que los efectos de esta poca motivaciónpueden extenderse más allá de la escasez de rebeldía política y contribuir también a ese desgano generalizado en la producción y la prestación de servicios que desaparece casi por arte de magia cuando el mal alimentado cubano salta a otras fronteras en las que se convierte en una fiera ansiosa de prosperidad. Allí se le ve trabajar sin descanso, crear con fantasía y protestar en libertad.

¿Será solo cuestión de química?

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