Peloteros cubanos: la brújula apunta hacia el norte

Lazaro Madera, el padre de Osniel Madera (Juan Carlos Rodríguez)
Lazaro Madera, el padre de Osniel Madera (Juan Carlos Fernández)
Juan Carlos Fernández

14 de febrero 2015 - 07:40

Pinar del Rio/La reciente salida del país de tres peloteros trae de vuelta a la palestra pública la lamentable situación por la que atraviesa el béisbol cubano. En esta ocasión se han sumado a la lista de los fugados, el jardinero Osniel Madera (30 años), el bateador ambidiestro Lázaro Alonso (22 años) y el receptor Yoel Rojas (21 años). Todos residentes en la provincia de Pinar del Río.

Como pinareño y seguidor del pasatiempo nacional, al leer la noticia en El Nuevo Herald me sentí con la necesidad de ahondar un poco más en el tema. Preferí no centrarme por esta vez en el aspecto deportivo, sino ir en busca de las historias de vida de estos jóvenes deportistas que decidieron alcanzar nuevos horizontes. El caso de Osniel Madera me interesó especialmente, no sólo por su talento deportivo sino por ser hijo de uno de los más populares peloteros cubanos de todos los tiempos.

La ventaja de vivir en una ciudad pequeña como Pinar del Río es que no resulta necesario indagar demasiado o ir tan lejos para dar con alguien. Por eso, ayer viernes encaminé mis pasos hasta las inmediaciones de la terminal de ómnibus para conversar con una de las personas fundamentales en la vida de Osniel, su padre Lázaro Madera, otrora estelar jardinero izquierdo de los equipos pinareños. Mi curiosidad no radicaba en buscar estadísticas de bateo o fildeo, sino en conocer a la figura que inspiró a ese joven y que ha sido su paradigma dentro y fuera del terreno.

Lázaro Madera, que tantas glorias diera al béisbol, es actualmente conductor de un taxi privado

Lázaro Madera, que tantas glorias diera al béisbol provincial e incluso cuando vistió la franela de Cuba en numerosas competiciones internacionales, es actualmente conductor de un taxi privado con el que se gana la vida a golpe de timón y viajes de un lado a otro. Su herramienta de trabajo es un auto Lada, que el viejo pelotero mantiene rodando a pesar de todos los años de explotación. Así que encontré a Lázaro aparcado en la calle Isabel la Católica, a la espera de que algún cliente lo alquilara.

Comencé a tantearlo y después de recorrerme con la vista de pies a cabeza, Lázaro me preguntó qué quería saber. mi interés radicaba en su hijo como persona, me importaba separar la imagen del “desertor” que le cuelga la propaganda oficial al deportista que escapa, con el ser humano empujado por las circunstancias a tomar una decisión de esa naturaleza. “Es el mejor de los hijos, mejor se echa a perder”, exclamó orgulloso el viejo pelotero.

A la pregunta de si la familia estaba al tanto de su fuga, el padre aseguró que Osniel “es muy reservado y nunca me comentó nada al respecto”. A lo cual agregó que “como deportista siempre ha sido muy disciplinado y se entrega en alma al juego, mira si es así que siempre juega los torneos desde la provincial, siempre lo ha hecho y tenía que estar muy enfermo para faltar a un solo juego”. Mientras hablaba se le atragantaban las palabras en la garganta. Los ojos se le enrojecieron, quizás porque comprende que a partir de ahora la relación con su hijo estará marcada por la distancia.

Tras la pista de la vida que Osniel había dejado atrás, encaminé mis pasos hacia el reparto Calero donde residía junto a su madre, esposa e hijo, hasta el momento de la partida. Unos muchachos me indicaron la dirección: “al fondo de la secundaria básica Carlos Ulloa, allí vive la madre”. Toqué la puerta y me abrió Agustina, quien en sus manos empuñaba una brocha con la que pintaba la pequeña sala del modesto apartamento.

"Si hubiera hablado conmigo yo le hubiera aconsejado que no se fuera. Pero entiendo que los jóvenes busquen otras oportunidades”, sentenció la madre de Osniel

“Osniel es el tesoro más grande que tengo en la vida y todo esto me tiene muy mal, pero el niño siempre ha sido muy discreto con sus cosas”, confirmó la madre. “Solo que si hubiera hablado conmigo yo le hubiera aconsejado que no se fuera. Pero entiendo que los jóvenes busquen otras oportunidades”, sentenció la mujer rodeada de gotas de pintura que comenzaban a secarse.

A la salida del lugar un grupo de jóvenes conversaba por todo lo alto del tema. Estaban felices por la decisión del joven pelotero. “Dio el palo, no lo llevaron a Puerto Rico y ahora se les pira”, dijo uno con una sonrisa de oreja a oreja. Su frase aludía a que Osniel no recibió la visa estadounidense para formar parte de la alineación que viajó a la recién concluida Serie del Caribe en Puerto Rico.

Mientras varios de sus colegas del equipo Vegueros competían en San Juan, el prometedor jardinero aprovechó la ocasión para escapar de Cuba. “Lo voy a extrañar, ese tipo es todo un caballero”, sentenció uno de los jóvenes sentado en un pequeño muro del mismo barrio donde días antes el deportista era saludado por amigos y vecinos.

Después de este breve recorrido, me quedó un sabor agridulce. Por un lado me alegra que Osniel Madera, Lázaro Alonso y Yoel Rojas fueran en busca de un futuro que cumpliera con sus expectativas. Sin embargo, también es cierto que si las las cosas en nuestra tierra fueran diferentes, ellos y sus familias, no estarían atravesando por el dolor que trae la separación.

El tiempo está pasando y las soluciones para rescatar nuestro pasatiempo nacional no acaban de ser aplicadas. Mientras tanto nuestros peloteros continúan con la brújula orientada hacia el norte. ¿Hasta cuándo?

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