Adiós agosto, nadie va a extrañarte

Durante los meses de verano se dispara en Cuba el consumo de bebidas frías, la venta de abanicos y de aparatos de aire acondicionado. (E. Marrero)
La irritabilidad lo llena todo. La gente chilla en las largas filas, suelta un insulto a la primera oportunidad y maldice el clima, este sopor que apenas deja pensar. (E. Marrero)
Yoani Sánchez

31 de agosto 2017 - 13:46

La Habana/Agosto es el mes cruel, habría escrito el poeta T. S. Eliot si hubiera nacido en Cuba. Porque al concluir julio, y antes de que llegue septiembre, todo se vuelve mucho más complicado. A las altas temperaturas se le suman las vacaciones masivas de miles de estudiantes y empleados estatales, que hacen que la vida se mueva lenta, pastosa, como un líquido denso y caliente.

Los teléfonos de los ministerios suenan sin que nadie los responda, los funcionarios no están en sus puestos y las secretarias aprovechan la canícula para dedicar más tiempo a pintarse las uñas. Todos se justifican con el verano, todos le echan la culpa a este mes, como si fuera un virus cuyo único tratamiento consistiera en esperar a que pase.

La irritabilidad lo llena todo. La gente chilla en las largas filas, suelta un insulto a la primera oportunidad y maldice el clima, este sopor que apenas deja pensar. Septiembre se vuelve la meta, el mes ansiado.

Sin embargo, cuando agosto queda superado la cotidianidad sigue moviéndose a rastras. Sea el calor, la lluvia, un huracán o una marcha política, en Cuba siempre hay un argumento para la abulia y la desidia.

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