Claria, del río a la alcantarilla

Yoani Sánchez

20 de septiembre 2010 - 16:35

Fragmento del documental realizado por Fabián Archondo y la Fundación del Nuevo cine latinoamericano.

Mi hijo está en esa edad que podría comerse las columnas de la casa si no lo vigilamos. Abre y cierra la puerta del refrigerador, creyendo que ese electrodoméstico puede producir –por sí sólo- comida. Es tan insaciable su apetito y tan difícil de llenar en medio de la escasez y los elevados precios de los alimentos, que hemos apodado a Teo con el voraz calificativo de “la claria”. Su avidez nos recuerda a esa especie que algún sesudo introdujo en nuestro país para potenciar la piscicultura y que es hoy una plaga en los ríos y presas. Claro que se trata sólo de una broma familiar, pues nuestro ansioso adolescente es incapaz de zamparse las cosas que entran por la boca del pez caminante.

De bigotes pronunciados, un color gris azulado y la capacidad de sobrevivir hasta tres días fuera del agua, las clarias ya forman parte de nuestro paisaje rural y citadino. Son de los pocos animales que subsisten en el contaminado Río Almendares y han logrado desplazar a otros sabrosos especímenes en los congeladores de las pescaderías. Sin embargo, ni su capacidad de adaptación ni su fealdad alarman tanto como su actitud extremadamente depredadora. Comen desde roedores y pollos, hasta cachorros de perro y todo tipo de peces, ranas y pájaros.

Como solución a los problemas alimentarios del Período Especial, nuestras autoridades importaron esta especie foránea y crearon con ello un colosal daño en el ecosistema. Similar irresponsabilidad ya había ocurrido con la entrada de tilapias y tencas, pero los resultados han sido incalculablemente más dramáticos con esta oscura y escurridiza criatura que hoy reina en nuestras aguas. Agazapada en el fango, saliendo por una alcantarilla en medio de la ciudad o arrastrándose a un costado de la carretera, su propagación pone en evidencia la fragilidad de la naturaleza frente a las directrices ministeriales. Se quedará por largo tiempo junto a nosotros –no tengo dudas- incluso cuando quienes la introdujeron en el país sean sólo un recuerdo, similar a una migaja fugaz en la boca de una claria.

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