Crítica ¿constructiva o complaciente?

Yoani Sánchez

05 de marzo 2014 - 17:10

Levantó la mano en la reunión. El director les había pedido “hablar a camisa quitada”, así que aprovechó para soltar lo que llevaba meses callando. Comenzó por los bajísimos salarios que padecían los trabajadores de salud pública. Después habló de los baños sucios, el desabastecimiento de agua, las roturas del único esterilizador y las goteras por todo el hospital. Siguió con el calor en la sala de espera donde se amontonan los pacientes y las carencias de instrumental quirúrgico. Remató con la exclamación de “esto no hay quien lo aguante”  que sumió a la sala en un silencio denso, incómodo.

Al terminar alguien se le acercó para reprocharle que su crítica no había sido constructiva, sino simple catarsis. Así que ya no volvió a hablar en ninguna otra asamblea.

Tras el argumento de buscar una crítica oportuna y edificante, se esconden quienes en realidad no quieren ningún tipo de crítica. Para ellos ser propositivos significa incluir una reverencia y anteceder cada planteamiento con una frase aduladora. Nunca se debe –según estos alentadores del aplauso- cuestionar al sistema, sino a los ineficientes que no le permiten funcionar. Ser “constructivos” equivale a no emplazar a los líderes del actual proceso político, mucho menos poner en duda el modelo ideológico. Se necesita, además, mostrar una fe ciega en que todo se va a resolver con la “sabia conducción” de las altas instancias.

Si alguien se sale del guión de la crítica tolerada, entonces le lloverán los descalificativos. Resentido, chancletero, llorón… serán los primeros insultos, aunque después pueden llegar los ya manidos “agente de la CIA”, “contrarrevolucionario” o “enemigo de la nación”. Sus observaciones nunca encontrarán el momento oportuno, porque no incluyen la sumisión ni la autoinculpación.

La crítica no necesita apellido. No debe clasificarse en “constructiva” o “destructiva”, sino que tendrá que llevarse a cabo con toda crudeza, sin miramientos. Como la medicina que se unta sobre una llaga purulenta, la crítica duele, hace llorar, atormenta… pero cura.

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