Día del maestro

Yoani Sánchez

22 de diciembre 2012 - 01:09

Anoche, una vecina tocó a la puerta; eran cerca de las diez. Su nieto debía llevarle un regalo a la maestra y la señora buscaba papel de colores con que envolverlo. En algún lugar nos quedaba un pliego pintado con florecitas lilas, que resultó suficiente para cubrir un par de jabones y un creyón de labios. Hoy, el niño salió orondo, con el presente en las manos, hacia una escuela donde la música sonaba desde temprano en los altavoces. El día del educador ha sido, desde siempre, una gran fiesta en todos los colegios cubanos, un momento para que los estudiantes agasajen a los profesionales de la enseñanza. Sin embargo, no son tiempos para celebrar demasiado ni para tapar con conmemoraciones la situación actual de este importante sector.

La “alta calidad de la educación cubana”, que tantos en el mundo han enarbolado, es un espejismo que no logró prolongarse más allá de los años ochenta. Mantenida desde el Kremlin, esta Isla llegó a exhibir una infraestructura docente que nada tenía que ver con sus reales posibilidades económicas y productivas. Como si un hombre enclenque y sin dientes poseyera un brazo digno del más fornido fisiculturista. Esa desproporción -entre lo que disfrutábamos y lo que realmente podíamos permitirnos- quedó en evidencia cuando el subsidio soviético se cortó y las escuelas del país entraron en una profunda crisis de la que aún no se recuperan. Una crisis que no sólo incluye el deterioro físico de los locales y de las aulas, sino también la pérdida de calidad docente y la devaluación ética y moral de la educación.

En el centro del problema: el maestro, que pasó de ser un profesional respetado a quedar en los últimos peldaños de la escala laboral. Los experimentos de formar pedagogos emergentes empeoraron la situación y hoy es común encontrar impartiendo una clase de español a alguien que no sabe la diferencia entre “literal” y “literario”. El exceso de ideología, el maniqueísmo a la hora de ilustrar la propia historia nacional, el recorte de la creatividad y del espíritu crítico, se inscriben entre las tantas características negativas que muestra hoy la educación cubana. Sin embargo, a pesar de todo eso, todavía quedan profesores que sobresalen en sus claustros por realizar su labor con dedicación y excelencia. Educadores a quienes los bajos salarios, el colapso material, la mediocridad circundante y la intromisión de la política en su trabajo, no les han quitado los deseos de enseñar. A ellos, muchas felicidades en este día.

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