Habeas data

Yoani Sánchez

13 de febrero 2008 - 01:44

Las imágenes de la caída del muro de Berlín las vi once años después de los sucesos de aquel octubre de 1989. Por ese entonces, pocos cubanos tenían acceso a un reproductor de video o a la prensa extranjera. Las noticias nos llegaban cuando ya eran historia. El joven que desafiaba a un tanque en la Plaza de Tiananmen sólo cobró forma delante de mis ojos una década después de aquellos sucesos. Eso por no hablar de lo que pasaba a nuestro lado y apenas nos enterábamos. Así, ocurrió el Maleconazo de agosto del 94 y con los fragmentos difundidos por televisoras extranjeras, fuimos reconstruyendo la atmósfera de pedradas y palos de aquella jornada.

Atrás han quedado los tiempos en que los periódicos oficiales, el noticiero nacional o la radio cubana, eran las únicas fuentes de información –o desinformación- que teníamos. La tecnología ha venido en nuestra ayuda. Ahora, a pesar de todas las limitaciones para acceder a Internet, ver la programación que ofrecen los satélites o escuchar –sin interferencia- la radio de onda corta; las noticias nos llegan.

Una buena prueba de ello ha sido la rápida difusión underground, del video donde Eliécer Ávila, un estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), interpela al presidente del Parlamento cubano. Cómo se filtró la grabación de aquellas incómodas preguntas -que provocaron en Ricardo Alarcón sudoraciones, manoteos y las consabidas comparaciones con el pasado- es materia de especulación y duda. Un par de semanas después de los hechos, un buen número de cubanos ha visto o escuchado del singular encontronazo.

Parece imposible ya desactivar esa red precaria y clandestina que nos trae “noticias de nosotros mismos”. La información sesgada, omitida o distorsionada, ha terminado por convertirnos en ágiles rastreadores de datos, en maestros en el arte de hacernos con los detalles. Hoy fue el video de la UCI, mañana será el conocimiento de algo más clasificado y secreto lo que hará metástasis en la sociedad cubana.

Mientras lo medios oficiales mantienen su bucólico letargo, nosotros nos estamos enterando. El joven de la UCI ya tiene rostro, conocemos su voz, hemos oído los tartamudeos de su interlocutor. Esta no es una enorme plaza china con un joven que desafía a los tanques y la imagen no va tardar una década en llegar hasta nosotros.

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