Línea de arrancada

Yoani Sánchez

04 de noviembre 2011 - 18:13

El Paseo del Prado lleva un par de días revuelto y no precisamente por  los chiquillos que corretean o los jineteros que “cazan” turistas. La algarabía llegó con el nuevo Decreto-Ley No. 288 que establece nuevas normas para la transmisión de viviendas. Un medida largamente esperada que finalmente ve la luz en la Gaceta Oficial, para alivio de muchos y preocupación de otros. En la espontánea bolsa de permuta que existe en ese Paseo escoltado por leones de bronce, los curiosos preguntan los detalles de una medida sin dudas flexibilizadora, aunque todavía insuficiente. Quieren saber si el título de propiedad que tienen en sus manos les otorgará a partir de ahora plenos derechos para ceder, heredar o vender sus casas. En una nación que ha vivido durante décadas con un mercado inmobiliario congelado, cuesta creer que todo será tan fácil como especulan algunos ni tan dentro de la legalidad como asegura el Ministerio de Justicia.

Uno de los miedos principales que recorre hoy las calles es acerca de cómo considerará el Banco Central la legitimidad del dinero de la compra de un inmueble. Para toda transacción de este tipo se debe depositar primero el efectivo en una cuenta y los desconfiados clientes de nuestro sistema bancario temen que resulte confiscado si el Estado entiende que no posee un origen “limpio”. Pero a cada riesgo la gente responderá con algún truco, así que imagino desde ahora que los montos declarados y colocados en el banco serán la mitad o la tercera parte de lo que realmente costará la casa. El resto pasará de una mano a otra, de un bolsillo a otro. Durante demasiado tiempo nos hemos comportado en este tema como forajidos de la legalidad, así que no se debe esperar que ahora todo se haga según las 16 páginas del nuevo decreto.

También cabría la posibilidad de una estampida migratoria, pues “son válidos los actos de transmisión de viviendas, realizados por sus propietarios, conforme a la Ley, antes de salir definitivamente del país”. Miles de cubanos esperaban esa señal, como el corredor que aguarda por el disparo para dejar atrás la línea de arrancada. Los altos precios de los trámites migratorios se costearán con la venta de viviendas que llegarán –a remate– al mercado inmobiliario. La casa como ala, toda vez que fue durante casi cuarenta años simple ancla. Y claro está, hay que notar en la nueva medida el tenue hilo de la piñata ya evidenciado en el decreto sobre los autos. La cuña de pastel reservada sólo a los paladares más probados ideológicamente, expresada esta vez en el punto 110. Según éste, “el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros o su Presidente podrán decidir, en los que respecta a las viviendas ubicadas en determinadas zonas del país”. Veremos el mapa de la Isla plagado de lunares donde la compraventa necesita requisitos no escritos en ningún lugar. Las llamadas “zonas congeladas” aumentarán y las diferencias sociales –tantas veces negadas– aflorarán, especialmente ese profundo abismo que separa a los confiables con dinero  de los ciudadanos con recursos no santificados desde el poder.

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