El Maleconazo en una lata de leche condensada

Un niño frente al mar. (14ymedio)
Un niño frente al mar. (14ymedio)
Yoani Sánchez

05 de agosto 2014 - 06:30

La Habana/Habíamos correteado juntos en el barrio de Cayo Hueso. Su familia levantó varias casitas de cartón en un solar yermo cerca de la calle Zanja, similares a las que tenían en Palmarito del Cauto. Se apellidaba Maceo y algo en su rostro recordaba a aquel Titán de tantas batallas, solo que su principal y única escaramuza no la hizo a caballo sino sobre una endeble balsa. Cuando estalló el Maleconazo se sumó a la gritería y escapó a tiempo de los arrestos. No quiso regresar a su hogar, porque sabía que la policía lo estaba buscando.

Se fue sólo, sobre un engendro hecho con dos cámaras de camión infladas y tablas amarradas con sogas. Su abuela le preparó el agua en un tanque de plástico y le dio una lata de leche condensada que guardaba desde hacía cinco años. Era uno de aquellos productos traídos de la URSS, cuyo contenido -con el largo trayecto en barco- llegaba endurecido a la Isla. Mi generación creció tomando aquel lácteo azucarado y mezclándolo con cuanta cosa se nos cruzaba en el camino. Así que Maceo agregó la lata a sus escasos víveres –más como amuleto que como comida- y partió desde la mismísima caleta de San Lázaro.

Nunca llegó. Su familia esperó, esperó y esperó. Sus padres buscaron en las listas de los retenidos en la base naval de Guantánamo, pero su nombre no estaba entre ellos. Preguntaron a otros que zozobraron muy cerca de la orilla y que intentaban volver a salir. Ninguno sabía de Maceo. Indagaron en las morgues donde guardaban los restos de los que llegaban muertos a la orilla. En aquellos lóbregos lugares vieron de todo, pero nunca a su hijo. Un joven les dijo que cerca del primer veril se había tropezado con una balsa sola, flotando en la nada. "Estaba vacía –les confirmó- sólo tenía un trozo de pulóver y una lata de leche condensada".

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