Martí desde Nueva York, sin visa y con erratas

La estatua ecuestre del prócer cubano José Martí que se encuentra desde 1950 en el Central Park de Nueva York ya tiene una réplica en La Habana. (14ymedio)
La estatua ecuestre del prócer cubano José Martí que se encuentra desde 1950 en el Central Park de Nueva York ya tiene una réplica en La Habana. (14ymedio)
Yoani Sánchez

19 de octubre 2017 - 23:16

La Habana/Se le ve ladeado y con la mirada perdida. Está herido de muerte y el bronce atrapa ese segundo que lo separa de la inmortalidad. La réplica de la escultura de José Martí que está emplazada desde 1950 en Central Park de Nueva York ya tiene un lugar en La Habana. En la tarde de este jueves, bajo un intenso cielo azul, se le veían brillar los contornos y refulgir el pedestal. También resaltaban las imperdonables erratas en la tarja conmemorativa.

“Cuidad” en lugar de “ciudad” y la forma verbal “nació” reconvertida en un feo “nacío” son dos de las "perlas" labradas en el negro granito refulgente que a partir de esta semana leerán miles de cubanos y visitantes extranjeros. Los diablillos de las erratas y de la falta de rigor gramatical le han jugado una mala pasada al hombre que amó las palabras y las cultivó con venerable pasión.

Con más de cinco metros de altura y tres toneladas de peso, la pieza ha quedado colocada a pocos pasos del antiguo Palacio Presidencial. Sus hermosas líneas son una copia de la obra concebida por la escultora Anna Hyatt Huntington, que se yergue en una pequeña plaza en el área sur del parque neoyorquino, junto a los monumentos consagrados a Simón Bolívar y José de San Martín.

La errada inscripción de la pieza habanera, que nadie ha especificado si llegó junto a la estatua o es de producción local, resulta un insulto para el poeta de los Versos Sencillos. Escribir sobre un trozo de papel una frase que no ha sido bien revisada es una cosa, pero esculpirla en piedra es hacerle un monumento a la improvisación y una tamaña desconsideración hacia el idioma.

Algunos dirán que solo son pequeños detalles, pero un graduado en Filosofía y Letras se merece -cuando menos- que un buen corrector revise sus tarjas.

La estatua ecuestre tampoco llega en un momento fácil. Fundida en Filadelfia, arriba a la Isla en medio de una creciente escalada de tensión con Estados Unidos. La figura que debió representar la confluencia entre dos naciones, como lo fue la vida de Martí, ahora es un recordatorio de un deshielo diplomático venido a menos y de un tiempo que se perdió irremediablemente.

De ahí que durante su colocación en el lugar no faltaron las bromas de los vecinos más cercanos sobre si el Apóstol había pedido visa para entrar. El humor nunca falta, ni la triste chanza que evoca las dificultades que actualmente atraviesan los cubanos para viajar al vecino del Norte, tras el escándalo de unos ataques acústicos sobre los que hay más preguntas que certezas.

Como ironía de la vida, uno de los obreros que remataba algunos detalles alrededor del monumento exhibía orgulloso una camiseta con la bandera de las barras y las estrellas. Al igual que a las erratas, nadie lo vio, ningún funcionario vino a comprobar lo que pasaba.

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