Mundos paralelos

Yoani Sánchez

31 de mayo 2008 - 08:27

5:00 p.m. Estoy en la puerta del Café Cantante del Teatro Nacional. No me interesa mucho la programación, pero acompaño a una amiga que está loca por bailar.

5:27 p.m. El portero nos pregunta de cuál institución somos, pues las mesas para nacionales están reservadas por un grupo de contadores destacados. Le explico que somos “independientes” y en lugar de molestarse se ríe a carcajadas. Nos deja entrar.

6:10 p.m. En una pantalla proyectan video clips norteamericanos, mientras la barra oferta cervezas, ron y refrescos en pesos convertibles. Mi amiga y yo empezamos a ser acorraladas por unos jóvenes de ropa ajustada que bailan lascivamente. Cuando oyen que estamos hablando “cubano” se espantan y se van.

7:00 p.m. Sigue la música grabada. Parece que el grupo no quiere tocar o alguno de sus integrantes no ha llegado. Los muchachos a nuestro lado se menean ahora frente a tres españolas que ponen caras de estar interesadas en ellos. Cada uno lleva alguna ropa blanca para lograr -con las luces de la discoteca- un efecto llamativo.

7:40 p.m. Nadie más se ha acercado a nuestra mesa. Cosa rara en el caso de dos mujeres solas en un club; pero parece que la nacionalidad es determinante en la aproximación.

8:20 p.m. Nada del ambiente en el que estoy: jovencitos que le hacen guiños a señoras que le duplican la edad; lentejuelas y ropa de marca que se asoman por todas partes y un revoloteo general sobre cada extranjero que llega, me recuerdan las consignas de austeridad, firmeza ideológica y disciplina que pululan allá afuera.

8:40 p.m. Van a cerrar y percibo que cuando cruce la calle y encare a los altos ministerios que abundan en esta zona no podré desprenderme de la idea de habitar dos mundos paralelos. Un par de dimensiones que se niegan enfáticamente la una a la otra.

9:00 p.m. Salgo y veo irse a los muchachos de ropa blanca con las señoras que hablaban con la “zeta”. Me voy a casa y en el camino tropiezo con una valla inmensa a un costado del Consejo de Estado. Una frase de Martí me advierte: “Debe hacerse en cada momento, lo que en cada momento es necesario”.

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