Alfredo Guevara en sus propias palabras

Yoani Sánchez

29 de mayo 2014 - 13:30

La Habana/Una reciente entrevista, publicada en la revista Letras Libres, revela el estado de ánimo de Alfredo Guevara meses antes de su muerte. El encuentro, logrado a través del director de cine Arturo Sotto, nos acerca a un hombre consciente de estar transitando el último tramo de su vida. Sus palabras intentan buscar o darle un sentido a su existencia, justificar algunos horrores y ensalzar ciertos logros.

Cáustico, pero cuidadoso, Guevara se aventura en temas del pasado como las divisiones en el Movimiento 26 de Julio y el enfrentamiento con las fuerza del Partido Socialista Popular. Entre una anécdota y otra va desvelando –quizás sin proponérselo- detalles de un poder que se fue conformando en medio de traiciones y rivalidades. La escena de una Celia Sánchez que vivía junto a Fidel Castro en una casa del Vedado y le pedía a Guevara que sacara "a patadas por el culo" a los comunistas del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), se le desliza en las palabras, se le va como una historia más.

La lectura de esta entrevista me transportó inmediatamente a una mañana dominical del año 2013 en que recibí una llamada. Me avisaban de un registro policial en la casa del recién fallecido Alfredo Guevara. Durante la madrugada habían llegado varios autos policiales y un mini bus perteneciente al Departamento Técnico de Investigación (DTI), por una supuesta denuncia de tráfico de obras de arte. En la vivienda sólo estaba la mujer que hacía las labores domésticas y un anciano emparentado lejanamente con Guevara.

Pocos minutos después de recibir la noticia fuimos a comprobar lo que ocurría. Unos hombres fornidos, algunos uniformados, y una señora que apenas podía articular palabras por el miedo, conformaban la escena que atisbamos cuando abrieron unos centímetros la puerta de la mansión. Con el viejo truco de que buscábamos un "albañil", llamamos al timbre y pudimos confirmar que algo muy grave estaba sucediendo en el interior. La noticia corrió rápidamente y las voces oficiales se apuraron a explicar el caso como un desfalco al patrimonio cultural de la nación. Sin embargo, a muchos no nos convenció del todo la historia.

Por testimonios de quienes presenciaron el registro policial, supimos que los agentes del orden hicieron especial hincapié en la búsqueda de documentos. Se esmeraron en desarmar falsos techos, hurgar bajo los colchones, explorar gavetas y archivos con papelería. ¿Estarían buscando alguna documentación o escrito que atesoraba Alfredo Guevara? La pregunta me la he hecho miles de veces desde aquel día. La entrevista a la revista mexicana Letras Libres viene a confirmar algunas de mis sospechas.

Estamos ante un hombre con ansias de trascendencia y con información valiosa en sus manos. Un anciano que es capaz de darse cuenta de la reescritura que se ha hecho de la historia, para hacerla parecer más heroica, más sublime. Cuando refiere al libro de memorias de Fidel Castro, Guerrillero del tiempo, concluye "pienso que él tiene su versión y yo tengo la mía; pero no quiero ninguna contradicción. Quiero ser muy cuidadoso, yo tengo miedo..." Un hombre así muy probablemente atesorara evidencias de cómo ocurrieron realmente las cosas. Algunas de ellas las desliza en la excelente entrevista de Letras Libres.

Sin embargo, la mayor de las pruebas que nos deja Alfredo Guevara no es ni una foto, ni una hoja de papel firmada de puño y letra por alguien, mucho menos un documento oficial sacado de algún oscuro archivo. Su testimonio principal es la decepción que se percibe en sus palabras, el toque amargo de su balance, la lucidez final de no saber a ciencia cierta si la historia lo absolverá o lo condenará.

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