Paseo orgulloso

Yoani Sánchez

28 de junio 2011 - 20:53

El Paseo del Prado se extiende hoy entre el casco histórico repleto de turistas y esa otra parte de la ciudad superpoblada y disfuncional que es Centro Habana. Las esculturas de leones en cada esquina muestran la misma hidalguía de antaño, el viejo sueño de grandeza que acariciaba la nación a principios del siglo XX. Aunque el amplio parque vivió momentos de franco olvido –quizás por haber sido ideado y construido durante la república–, hace unos años el Prado tuvo un proceso de restauración que mejoró su arboleda y recuperó algunas farolas. Pero ni en los momentos de menor atención, sus felinos de bronce dejaron de ser referencia obligada para quienes venían desde provincia y querían llevar de vuelta una foto de su estancia en la capital. Tal vez por toda esta historia de fastuosidad y omisión, ha sido el lugar elegido para celebrar el día del orgullo gay en Cuba. Una comunidad relegada, atrapada por décadas entre el machismo de nuestra cultura y las políticas represivas del gobierno, quiere salir a la calle este 28 de junio a las 3 de la tarde. La convocatoria ha sido lanzada por un grupo alternativo que vela por los derechos de gay, lesbianas, bisexuales y transexuales.

Vale la pena reconocer que en los últimos años en Cuba se ha avanzado en el respeto a la diferencia de orientación sexual, pero de ahí a permitir que la comunidad LGBT se afilie de manera espontánea y se lance a las calles a festejar su diversidad va un largo tramo. Hasta ahora, las campañas para aceptar la pluralidad de elección amorosa han estado en manos de instituciones oficiales, sin dejar que sean los propios interesados quienes se representen a sí mismos. Esto se enmarca, claro está, en la extendida imposibilidad de asociarse libremente de la que padece toda nuestra sociedad.

En un gesto fiestero y alegre, los promotores de la celebración han difundido la invitación desde hace semanas. Haber elegido el Paseo del Prado como sitio para el encuentro los beneficia y protege, pues los turistas con sus inquietas cámaras, los niños curiosos que revoletean por todos lados y las parejitas incautas que se abrazan sentadas en los bancos serán testigos de esta parada de la diversidad. Y los leones ¡ay los leones! tendrán su minuto de gloria nuevamente, entre las banderas de colorines, las serpentinas y los apretones de mano. Las garras y las melenas fundidas con el bronce de una guerra pasada parecerán menos agresivas, con una dosis menor de testosterona, con una pizca más de vida.

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