Perderlo todo

Yoani Sánchez

07 de septiembre 2008 - 07:03

 

Las imágenes del desastre dejado por Gustav en el occidente del país se suceden en la pantalla. Rostros sombríos frente a casas de atrezo que no soportaron las rachas de más de doscientos kilómetros por hora. En medio del llanto y la preocupación, los periodistas de la televisión nacional han logrado arrancar frases como “La Revolución no nos abandonará”; “El gobierno va a reconstruirnos nuestras viviendas”. Estos lemas ya no muestran la convicción –perdida hace años– de  que el Padre-Estado pueda resolverlo todo; más bien intentan comprometer a las autoridades frente a las cámaras. Como si al tomar el micrófono y gritar que el gobierno va a devolverles lo perdido, quisieran obligarlo a que lo haga.

Las víctimas de hoy reclaman una solución expedita, pero los perjudicados de huracanes o inundaciones anteriores también aguardan. Sólo la combinación de ayuda institucional, solidaridad ciudadana y donaciones del exterior aliviarían el drama de todas estas familias. La sociedad civil cubana no puede emprender, por su propia cuenta, una campaña de recopilación de ayuda. Sería ilegal lanzar una convocatoria, sin pasar por los canales oficiales, para que  los vecinos envíen ropa, medicamentos y comida hacia las zonas afectadas. Nuestra minusvalía cívica llega al punto que ni siquiera en caso de desastre podemos agruparnos espontáneamente para ayudar al prójimo.

Desde Estados Unidos se habla de una moratoria de las sanciones hacia Cuba, como forma de auxiliar a los perjudicados. Lamentablemente, hacer una pausa sólo de tres meses en esas torpes disposiciones, no será suficiente. Cuando los reporteros nacionales y extranjeros regresen a sus casas y los linieros terminen de restablecer la luz en las zonas de desastre, sólo entonces, vendrá la verdadera depresión por lo perdido. No estarán allí los periodistas a la caza de consignas, ni escucharán las quejas de los damnificados ante las promesas incumplidas. Pero el apoyo ciudadano, la ayuda del familiar que vive en el extranjero y de las ONGs internacionales –esa solidaridad que no busca apoyo político, ni actos de fe– no puede defraudarlos.

•    Este domingo viajaré a Pinar del Río para llevar directamente mi ayuda a los damnificados. Me encontraré con personas de la sociedad civil e intercambiaremos ideas sobre los posibles caminos de la solidaridad.

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