Revolución.com

Yoani Sánchez

13 de febrero 2009 - 21:25

En la cerrada sala del Palacio de las Convenciones se concluyó hoy un congreso informático, cuyo acceso fue sólo para delegados extranjeros o cubanos con credencial. Por más que traté de colarme en el evento, hacía falta pertenecer a alguna institución oficial para estar ahí. Como preámbulo optimista a dicha reunión, el Viceministro de Informática y Comunicaciones dio una entrevista al periódico Juventud Rebelde. Cargada de frases sobre un futuro impreciso que lo mismo podría llegar la próxima semana o en una década, renovó -en algunos- las esperanzas de un acceso masivo a la Internet. Sin embargo, después de leer varias veces las respuestas de ese funcionario, me siento más alarmada que tranquila.

Sus palabras no muestran la mínima crítica a la labor de censura o bloqueo de páginas, que resulta tan común en las redes cubanas. Ubica las diferencias ideológicas en una larga lista de atrocidades entre las que se encuentran los «contenidos nocivos como la incitación al terrorismo, la xenofobia, la pornografía…”. En ese mismo club de los monstruos incluye “por supuesto, la incitación a la subversión del orden establecido en Cuba y los contenidos francamente contrarrevolucionarios». El último adjetivo me confirma que nuestro acceso a la red sigue extraviado entre un montón de criterios, que nada tienen que ver con el ancho de banda o la conexión satelital.

Sólo que no vale la pena molestarse, porque Internet no será la migaja que nos caerá desde arriba, el privilegio que llegará por nuestra buena conducta, ni la prebenda alcanzada después de aplaudir mucho. Esta vez, no será así. Una verdadera revolución.com ocurre paralela y contraria al racionamiento que también nos quieren imponer en el mundo virtual. Esta no tiene barbudos, ni fusiles y mucho menos un líder gritando en la tribuna. Es lenta y aún focalizada, pero alcanzará a casi todos los cubanos. Sus comandantes llevan raros nombres como Gmail, Wordpress, Skype o Facebook: no crean división, sino que unen personas.

El efecto de esta revolución tecnológica durará más que cincuenta años; para impedirla o controlarla poco pueden hacer los ministerios, los filtros electrónicos o las promesas de acceso que no se materializan. Incluso hoy, mientras a puertas cerradas se clausura el evento Informática 2009, ya en algún lugar se abre una nueva brecha por donde pasaremos sin permiso.

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