Telenovelas o realidades

Yoani Sánchez

31 de julio 2009 - 21:59

Para Mariana y Paulo

Algún día se deberá  contar la historia de nuestras últimas décadas a partir de las telenovelas brasileñas que han pasado por la pantalla chica. Oiremos a los especialistas establecer paralelismos entre la cantidad de lágrimas derramadas frente a la tele y el grado de resignación o de rebeldía adoptado en la vida real. También será material de estudio la esperanza que nos creaba aquel sujeto – de los culebrones televisivos- que lograba salir de la miseria y realizar sus sueños.

En ese probable análisis tendrá que estar incluida, sin dudas, la tormentosa ficción de La esclava Isaura. Aquella mujer mestiza que escapaba de un amo cruel, paralizó nuestro país e hizo una vez que los pasajeros de un tren se negaran a abordarlo, quedándose en la estación mientras trasmitían el capítulo final. Incluso nos sirvió de fuente de analogías entre el esclavista que no le daba la libertad a su sirvienta y quienes actuaban como nuestros patrones, controlándolo todo. Por esos mismos años las amigas de mi madre se divorciaron en masa, guiadas por el independiente personaje de Malú, que criaba sola a una hija y no se ponía ajustadores.

Llegó entonces el año 1994 y el “maleconazo” obligó al gobierno a adoptar ciertas aperturas económicas, que se materializaron en habitaciones de alquiler, taxis privados y cafeterías por cuenta propia. En ese momento tuvimos cerca la trama de una producción carioca, que influyó directamente en la forma de nombrar las nuevas situaciones. Los cubanos bautizamos como paladar al restaurant regentado por gente común, al igual que la empresa de alimentos creada por la protagonista de Vale todo. La historia de una madre pobre que vendía comida en la playa y terminó por fundar un gran consorcio, se nos parecía a la de los recién surgidos “cuentapropistas”, que habilitaban la sala de su casa para ofrecernos platos extintos décadas atrás.

Después, las cosas comenzaron a complicarse y vinieron seriales donde campesinos reclamaban sus tierras, mujeres cincuentonas hacían planes de futuro y reporteros de un diario independiente lograban ganar más lectores. Los guiones de estos dramas han terminado por ser -en esta Isla- claves para interpretar nuestra realidad, compararla con otras y criticarla. De ahí que, tres días a la semana, paso frente a la tele para leer entre líneas los conflictos que rodean a cada actor, pues de ellos surgen muchas de las actitudes que mis compatriotas asumirán a la mañana siguiente. Tendrán más ilusiones o más paciencia, en parte “gracias” o “por culpa de” esas telenovelas que nos llegan desde el sur.

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