Terabytes

Yoani Sánchez

21 de agosto 2012 - 17:38

En mi balcón hay una yagruma. Hojas en forma de manos con dedos redondeados; blancas por debajo, verdes por encima. Sin embargo, no es su simpática forma ni la peculiaridad de que haya crecido en una maceta a más de cincuenta metros del suelo lo que me gusta de ella, sino su capacidad de adaptación. Hace años, comprendió que el techo de concreto no la dejaría crecer recta y se inclinó hacia afuera, sacando su ramaje por sobre el muro a catorce pisos de altura. Después, el gato le lastimó el tronco afilándose las uñas y la planta desarrolló alrededor de las heridas una corteza más gruesa, más protectora. Ante cada obstáculo encontró una forma de evadirlo; ante cada ataque, un mecanismo de resguardo.

De lecciones como la de esta “yagruma en maceta”, está llena nuestra cotidianidad. Por ejemplo, en mi barrio los jóvenes han configurado numerosas redes inalámbricas para intercambiarse programas, juegos y archivos. Al igual que la planta del balcón, no quieren conformarse con los límites que les pone la realidad, entre los que están las absurdas restricciones para acceder libremente a Internet. De manera que han creado sus propios caminos para navegar, aunque sea en una intranet rudimentaria y limitada. A falta de canales informativos que no estén bajo la estricta supervisión del estado, surgen también caminos para el intercambio, la compra y venta de programas televisivos extranjeros, música y películas. Con una variedad y cantidad que da vértigo.

¿Cuántos terabytes quiere usted? me ha preguntado esta mañana uno de esos muchachos que apenas si ha cumplido los veinte y ya está en el “negocio de la información”. Con lo cual me creó un cortocircuito cerebral, pues yo había llegado a calcular en megabytes y después en gigabytes, pero esto es demasiado para mí. Me detalló entonces su oferta: Tenía paquetes de series y documentales, que van desde temáticas históricas, espionaje, ciencia y tecnología, hasta biografías completas. Como me vio con pinta de lectora, agregó también una colección de entrevistas a los más importantes autores del boom latinoamericano. Para el final, dejó “lo más popular”, según me explicó, mientras enumeraba títulos como “Grandes magnicidios de la historia”, “La ruta de la droga”, “Cirugía al extremo”, “China: un abismo entre ricos y pobres”… Y yo me quedé allí parada con la memoria USB en la mano sin saber qué elegir. Al final, tomé varios gigas bien variados y me fui corriendo a casa con la misma sensación de victoria de esa yagruma que, a pesar de los límites del estricto techo, ha logrado escurrirse hacia la inmensidad.

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