Ternera macho y vaca suicida

Yoani Sánchez

19 de marzo 2008 - 01:15

Esta singular realidad en que vivimos, ayuda mucho a la hora de escribir literatura. Cada pequeño detalle de nuestra cotidianidad transpira fantasía, paradoja y ficción. De ahí que leer una selección de cuentos como Ternera macho y otros absurdos de Angel Pérez Cuza se convierta en un paseo por la sinrazón del cada día. Aceptamos que uno de los personajes de este libro nos cuente que “Toro Bravo y Buey Preña´o son vacas aunque tengan nombres de bueyes”, pues ese es el truco que han encontrado los campesinos para burlar la obligación de venderle la leche al Estado.

El tema vacuno es uno de los más surrealistas en la Cuba actual. Ese animal con ubres y cuernos resulta por estos lares tan sagrado como en la India. Si en el país asiático los motivos son mágico-religiosos, en esta islita del Caribe, los burócratas -con sus regulaciones y prohibiciones- han consagrado el “culto a la res”. Estamos tan habituados a la alarma, cuando está de por medio un rumiante, que leemos sin sobresalto un párrafo así:

“¿Ustedes saben desde cuando yo no como carne de res? ¿No? Yo tampoco. Y pudiera, porque tengo reses y todavía puedo inseminar a Mazorra y a Josefina.” ”Pero no puedo sacrificar mis animales. Si se me enferma o se me accidenta uno de ellos, tengo que llamar al Plan, para que manden un veterinario y un inspector, para que me den el permiso. ¡Cuidadito de descuartizarlo para comer! ¡Nada de eso! Hay que incinerarlo con papeles y todo.” “Y si son terneras, peor todavía. Ahí sí que te buscas un lío. Investigación completa, peritos de la policía.”

La lectura de las páginas de este guantanamero,  profesor de matemáticas, me ha hecho recordar un anécdota de hace más de veinte años. Viajaba yo en la locomotora soviética que manejaba mi padre, por allá por los ochenta. Desde el asiento del conductor vi algo que se movía sobre la línea, a un centenar de metros por delante. Era una vaca, amarrada de forma tal que sólo la cabeza quedaba a merced del tren. El animal mugía e intentaba soltarse, sin lograrlo. Con mis cándidos diez años le grite a mi papá: “¡Para! ¡Hay una vaca trabada en la línea!”. Pero un tren con treinta vagones de carga no se detiene tan fácilmente y mucho menos por un animal. Mi padre, con esa serenidad del que ha visto cosas peores sobre el camino de hierro, me explicó: “No te preocupes, lo propios dueños las amarran así para que el tren las mate y podérselas comer” “Sólo cuando yo las arrollo ellos pueden disfrutar de su carne”. Unos segundos después el golpe seco me confirmó que el sacrificio se había efectuado. Al mirar por la ventanilla alcancé a ver un tropel de guajiros sonrientes que corrían hacia el cadáver.

Supongo que en las dos décadas que han pasado desde ese “suicidio”, los campesinos cubanos se han hecho más hábiles en amarrar sus vacas a la línea del tren. Pérez Cuza tiene, entonces, mucho material para sus cuentos.

Ternera macho y otros absurdos

Angel Pérez Cuza

Ediciones Espuela de Plata, 2007

Sevilla, España

Blog del autor: http://delitomayor.blogspot.com/

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