Wendy e Ignacio

Yoani Sánchez

11 de agosto 2011 - 19:11

Se nos adelantaron los Países Bajos, Bélgica, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal, Islandia, Argentina y hasta la mismísima España de alpargata y pandereta que nuestros abuelos nos describían como timorata y chapada a la antigua. El matrimonio gay se constituyó en una realidad también en varias jurisdicciones de Estados Unidos y en México D.F, de donde llegaban aquellos filmes de charros con sombrero ancho y pistola al cinto. En apenas unas décadas, la modernidad nos ha pasado corriendo por delante –sin un solo pelo en la cabeza para agarrarla– y nos ha encontrado con demasiados prejuicios, con demasiada ranciedad. ¿Cómo fue que los cubanos nos volvimos pacatos y anticuados? ¿Por qué motivos –o intenciones– nos quedamos fuera del siglo veintiuno?

Al “daño antropológico” de ser una sociedad apenas conectada a las nuevas redes de comunicación, de poseer una pobre cultura política y una inexperiencia casi infantil en cuestiones de expresión ciudadana, hay que agregarle la poca evolución en aceptar las diferencias que hemos tenido en los últimos cincuenta años. Pero siempre existen individuos que obligan a que una nación apriete el paso, se suba las enaguas y corra para treparse al tren de la historia. En este caso se llaman Wendy e Ignacio, quienes no se conformaron con la lentitud de la Asamblea Nacional para evaluar la legalización de los matrimonios de un mismo género. Ella, de ida y de vuelta de todas las discriminaciones; él, acosado por la homofobia y por la intolerancia ideológica. Wendy, logrando una cirugía de adecuación genital a través del CENESEX; Ignacio, provocando con sus ideas políticas que Mariela Castro despidiera a su prometida del trabajo, de una institución que dice velar por la aceptación de la pluralidad.

Aunque lo que ocurrirá el próximo sábado 13 de agosto no se considera legalmente una “boda gay”, no obstante es lo más cerca que hemos podido llegar. Wendy tiene un carnet de identidad con un nombre femenino, pero a los burócratas les costará entender por qué su certificación de nacimiento dice “varón”. Firmarán ambos sobre un acta –ante notario– y saldrán de ese Palacio de Matrimonios como marido y mujer. Volverán a su casita del municipio Playa conscientes de que han sentado un precedente importante, que nos han dado una lección, un corrientazo, un acelerón. Y quienes presenciemos esa unión legal, especialmente esta servidora que hará las veces de madrina, tendremos el deber de agradecerle a Wendy e Ignacio. Pues por una tarde, por una breve tarde, han colocado a nuestro país en el tercer milenio, en el anhelado tiempo del “ahora”.

* La boda de Wendy e Ignacio será el próximo sábado 13 de agosto de 2011 a las 15:00 horas en el Palacio de matrimonio del barrio de la Víbora, en las Calles Maia Rodríguez y Patrocinio, teléfono +5376407004



Están invitados todos aquellos que quieran ir: amigos, conocidos, curiosos del barrio, estigmatizados y discriminados de todo tipo, paparazzis oficiales, fotógrafos por cuentapropia, bloggers, periodistas independientes, trabajadores del CENESEX –Mariela Castro incluida– prensa extranjera y nacional, homosexuales, gays, lesbianas, transexuales y heterosexuales. Tendrá las puertas abiertas también aquella gente que cree que ya es tiempo de que Cuba se abra a la modernidad y que la modernidad se abra a Cuba, incluso –¿por qué no?– quienes votarían, en un parlamento de verdad, en contra de este tipo de uniones. En fin, que sería una buena ocasión para que los tolerantes y los intolerantes, los policías políticos y sus perseguidos de cada día, los silenciosos y los que aplauden, los que se apegan a la letra del Evangelio o los que no tienen un credo, presencien este momento al que llegan Wendy e Ignacio después de superar innumerables obstáculos, entre ellos el de haber nacido en un país aferrado al pasado.

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