La guerra más larga

Yoani Sánchez

11 de octubre 2008 - 09:47

 

El jueves se estrenó en toda la Isla una película cubana sobre la guerra de Angola. En las afueras de los cines las parejitas han preferido cambiar el rumbo e irse a un lugar oscuro, pues la campaña cubana en África les despierta poco interés. El filme padece de una tardanza de un par de décadas y aborda una historia que aún tiene zonas sin desclasificar. Kangamba hubiera provocado largas colas y apasionados comentarios a finales de los ochenta; pero, a estas alturas, muy pocos quieren rememorar lo ocurrido.

La contienda cubana en tierras angolanas ha sido la guerra más larga de la historia de Cuba. Quince prolongados años peleando en otro suelo, matando o dejándose matar por gente que no sabía muy bien dónde estaba esta Isla. Eran los tiempos en que el Kremlin proyectaba su sombra sobre Cuba y ¡dependíamos tanto de él! que nuestros líderes no dudaron en sumarse a su campaña contra la UNITA. La geopolítica traza esas duras pruebas para los pequeños países que orbitan alrededor de los grandes imperios.

Reparo en que durante tres lustros de conflicto no aconteció en ninguna plaza pública una protesta de madres cubanas para no enviar sus hijos al frente. Nadie lanzó en los medios de difusión la pregunta que todos susurrábamos “¿Qué hacemos en Angola?” y mucho menos un movimiento pacifista llenó de palomas blancas algún punto de reclutamiento. Éramos más dóciles como ciudadanos de lo que somos hoy, y nos llevaron a perecer y a matar sin saber bien qué hacíamos.

Hoy estamos informados de cada baja que sufre el ejército norteamericano en Irak, pero recuerdo el secretismo sobre el número de soldados cubanos caídos durante la guerra angolana. Nos enterábamos que el vecino había perdido un hermano o que el colega de trabajo regresaba sin una pierna, pero la prensa sólo tocaba la sinfonía de la victoria. Los muertos se lloraron en la privacidad de las familias que no entendían muy bien qué hacían sus hijos al otro lado del Atlántico. Quedaron los nichos en el cementerio, las fotos enmarcadas en las salas familiares, los vasos de flores repletos en cada aniversario y los largos discursos de quienes habían visto la guerra desde lejos, pero nadie supo responder con  claridad a la pregunta: ¿Qué hacíamos los cubanos en Angola?

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