Los líos de Lía

Yoani Sánchez

21 de octubre 2008 - 09:17

 

Se puede tener 23 años y mirar con la claridad de quien ha vivido mucho. Es posible poseer un cacharro-laptop  fosilizado por el calor y escribir un blog sin romper ninguna tecla en el empeño. Se llega a decir las cosas más duras –que una buena parte de la gente sólo masculla en casa- de manera pública, desfachatada y hasta sensual. Para lograr esa secuencia peculiar, hay que llamarse Lía Villares, vivir en Luyanó, tocar guitarra y querer cambiar las cosas.

Un día unió el nombre de su ciudad a la crónica pérdida de glóbulos rojos y comenzó su bitácora Habanemia. En su caso, la ausencia de hemoglobina fue producida por la escasez de sueños de una generación que ha podido fantasear muy poco. Lía fue de aquellos que entraron a la escuela a la par que el Período Especial llegaba a nuestra vidas. Niños que no recuerdan la libreta de abastecimiento industrial que, con la desfavorable letra “E”, mi madre guardaba como el documento más valioso de la casa. De esos para los que se hizo común no tomar leche en el desayuno, no recibir regalos en los cumpleaños y escuchar –alelados- las historias de antiguos manjares, que contaban los más viejos.

Los grandes ojos de Lía emiten calma y preguntas –miles de interrogantes a la vez-. En el Blog se suelta la melena y se trasmuta en otra. Grita, canta, muestra el pan con aceite, único alimento conseguido en uno de estos días de desabastecimiento. Su angustiada fe de vida* está salpicada con amigos descargando en la calle G, por la noche, libros que la distraen del techo con las vigas afuera: “Yo en mi casita en Luyanó, cayéndose a pedazos como la Habana toda, pasando como podía las horas sin Internet y tratando de dormir y de terminarme El idiota”

“Es mejor veinte veces ser un extranjero en la Isla fatal que ser un cubano con todas las de la ley” nos dice en una de sus entradas. Sin embargo, ya Lía no es “un cubano con todas las de la ley”. Habanemia le ha permitido sacudirse esa máxima general que ella describió como “inacción y silencio. Inercia colectiva de un pueblo ensimismado”.

*  Del poema “El ausente” de Eugenio Florit. Les dejo aquí una versión musicalizada por Ray Fernández

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