El moderado es también un enemigo

"La única forma de encontrar la libertad es salir a buscarla. Yo todavía la estoy buscando”, comentó a ‘14ymedio’ el también ganador del premio Vaclav Havel a la disidencia creativa en 2015, otorgado por la organización Human Rights Foundation
Al final todo su arte, su proyección pública y hasta su queja la ha determinado ese ente -sin rostro- al que tanto le teme. (El Sexto)
Yoani Sánchez

15 de febrero 2018 - 10:37

La Habana/Un amigo me llama en tono deprimido. Durante años ha elegido el actuar cauto y la senda de la moderación pero ni así pudo evitar que lo etiqueten como enemigo. En su labor artística evitó tocar las puertas de los más incómodos, rechazó apoyos que consideró "radiactivos" y apeló a la autocensura en aras de evitar ser colocado en el bando opositor. De poco le sirvió.

Mi amigo disfrutó un tiempo de ciertas ventajas por no haberse vuelto "un radical". Lo invitaron a infinidad de recepciones en embajadas, en las que era presentado como un joven exponente de "una tendencia reformista dentro de la izquierda". Allí, se afanó en demostrar que sus deseos de cambio eran dentro del socialismo y que su obra llevaba intrínseca una "crítica constructiva".

Entre mojitos y canapés, los sonrientes diplomáticos lo miraban satisfechos de que en la Isla habite gente que no grita consignas libertarias, sigue trabajando vinculada a alguna institución estatal pero se permite deslizar agudos señalamientos sobre la burocracia, las trabas del conformismo y las prácticas corruptas, sin ser tildada de mercenaria.

Mi amigo era todo lo que necesitaban: un artista que empuja "desde dentro los límites", con gracia, cierta pizca de humor y aclarando siempre que "Cuba no es como la pintan los disidentes".

Mi amigo era todo lo que necesitaban: un artista que empuja "desde dentro los límites", con gracia, cierta pizca de humor y aclarando siempre que "Cuba no es como la pintan los disidentes"

Gracias a esa imagen accedió a fondos que describió como provenientes de fundaciones o entidades bien lejos de Washington y de "la derecha" internacional. Para allanar el camino hacia tales apoyos económicos excluyó de sus trabajos a esas voces que temía pudieran "contaminar" su obra y limitó el contacto con sus conocidos más conflictivos.

Así, pisando con cautela, como quien transita sobre cristales, mi amigo logró construirse una reputación de artista incómodo pero no censurado; ciudadano que reclama sus derechos pero respeta el sistema vigente y cubano "auténtico" que señala las sombras pero también "valora los logros de la Revolución".

Nunca contó, para no romper esa construcción ideal, las citaciones policiales que recibió durante los últimos años, el brazo sobre el hombro que le pasaron tantos funcionarios culturales invitándolo a evitar ciertas líneas rojas, ni las pequeñas evidencias que fue recolectando sobre la vigilancia a la que estaba sometido.

Muchas veces, para que no hubiera dudas sobre su fidelidad a la causa, prestó su nombre y su imagen para criticar, en los medios nacionales, a quienes tenían posturas más firmes. Después, sotto voce, le aclaraba a sus amigos que sus criterios habían sido manipulados por la Seguridad del Estado pero que en realidad simpatizaba con las ovejas descarriadas.

Nunca confiaron en él, siempre estuvo considerado un adversario del sistema desde el primer instante en que reflejó en su arte la realidad y abarcó en su obra, tibiamente, cierta pluralidad

De nada le valió. Esta semana, el nombre de mi amigo ha aparecido en una relación publicada en un sitio digital oficialista y en la que califican de "recalcitrantes" a líderes opositores y a artistas moderados. Años de labrarse un rostro de "permitido" se esfumaron con un clic.

Ahora me llama, quiere denunciar a las organizaciones de derechos humanos la injusticia, clama porque no se le meta en el mismo saco y enumera su pedigrí. Todo es en vano. Nunca confiaron en él, siempre estuvo considerado un adversario del sistema desde el primer instante en que reflejó en su arte la realidad y abarcó en su obra, tibiamente, cierta pluralidad.

Aún pisoteado, subraya en la llamada telefónica que no quiere hacer "un show mediático" ni regalarse "en bandeja de plata al Norte", pero son explicaciones que no me dice a mi, sino a ese otro que escucha en la línea. A final, todo su arte, su proyección pública y hasta su queja la ha determinado ese ente -sin rostro- al que tanto le teme.

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