El tiempo no vale nada

Yoani Sánchez

28 de octubre 2007 - 03:15

Lo reto a usted a que encuentre en esta ciudad un reloj público que funcione, que dé la hora en punto o al menos un aproximado del tiempo real. No lo hallará. Ni siquiera en la fachada de la Terminal de Trenes, donde las inmóviles manecillas marcan siempre las cinco y veinte. No se trata de que tengamos algún tipo de aversión al mecanismo de ruedas dentadas o pantalla digital, sino que entre nosotros el tiempo no vale nada.

Podemos pasarnos una hora en una cola para pagar la electricidad o consumir media jornada en reparar un par de zapatos. Si al final del día hemos podido llevar a buen término al menos una acción, entonces hay motivo para sentirse afortunado. Organizar o tratar de hacer más eficiente nuestro tiempo sólo nos lleva al dilema de caer en la neurosis o en el masoquismo.

¡Qué aventura la de cada día! No saber a ciencia cierta cuándo podremos tomar el ómnibus, recibir un servicio o comprar un boleto. Dichosos nosotros a los que nos da igual que sean las nueve y media o las diez y cuarto. Esos fastidiosos instrumentos que intentan medir -con su tic tac- el paso de los minutos y las horas, sólo nos traen mala conciencia y no nos dejan disfrutar la plácida sensación de perder el tiempo.

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