Pucho y la enfermedad de la garrapata

Pucho
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Rubén Amador

29 de mayo 2014 - 12:30

La Habana/Cada año fallecen en Cuba miles de perros domésticos y callejeros aquejados por la conocida popularmente como la enfermedad de la garrapata. Con el nombre científico de Erliquia o erliquiosis canina, este mal crea en nuestras mascotas un cuadro clínico muy particular que compromete su vida si no lo detectamos y diagnosticamos a tiempo.

Hoy quiero contarles, sin embargo, una historia con final feliz. Es sobre la vida de Pucho, un perro sobreviviente de la Erliquia que todavía hoy trata de dejar atrás los últimos rastros de su mal. Se contagió el verano pasado en las calles habaneras donde había sido abandonado por sus anteriores dueños. Los síntomas más graves ya estaban cuando fue recogido por una familia que lo encontró en muy mal estado a las afueras de su vivienda.

Sangramiento por los ojos, por el hocico, la membrana bucal y además petequias en la zona del pecho y el abdomen, fueron las primeras señales de que a Pucho le pasaba algo muy peligroso. Todo había comenzado con una garrapata infectada que lo había picado semanas antes. Eso nos enseña que la mejor forma de prevenir esta dolencia es evitar que el perro sea atacado por parásitos de la piel. Lamentablemente no hay una vacuna que prevenga esta enfermedad, muy común en nuestro clima. La higiene y el uso de repelentes, como el conocido Frontline y los collares anti garrapatas, constituyen la única forma de mantener ese terrible mal alejado de nuestros seres queridos de cuatro patas.

Afortunadamente los nuevos dueños de Pucho vieron de inmediato algunos síntomas neurológicos, como un tic en una de sus patas y que se colocaba todo el tiempo en una rara postura de "perro regañado". También había perdido coordinación y la fiebre le subía durante las noches. Lo llevaron de inmediato al veterinario. La odisea fue grande, pues la Clínica Veterinaria ubicada en la esquina de las calles Carlos III y Ayestarán estaba tan llena de profesionales de buen corazón como carente de recursos y medicamentos. La atmósfera de abandono, suciedad y derrumbe del lugar, muestra lo bajo que ha caído el cuidado institucional hacia los animales en nuestro país.

De sólo mirarlo, un doctor dijo que Pucho tenía "la enfermedad de la garrapata" y que no había cura. Además, el aparato de ultrasonido estaba roto y no había reactivos para hacer análisis, según explicó una de las asistentes. Los dueños del cachorro, con el que llevaban apenas una semana, insistieron. "¿Qué podemos hacer? No queremos que muera, ahora que finalmente encontró una familia". La solución venía por "vía CUC"... o sea, amparada en los pesos convertibles. Pucho necesitaba un antibiótico de tercera generación, la Doxiciclina que justo por esos días había subido de precio en el mercado ilegal por un brote de cólera que azotaba La Habana.

Si para los seres humanos era difícil conseguir las píldoras de Doxiciclina, qué podía quedar para aquel esperpento de cuatro patas, al que le quedaba sólo algo de pelo en el lomo, tenía la nariz sangrante y las extremidades hinchadas por la retención de líquido.

Todos recomendaron "ponerlo a dormir". Como si fuera tan fácil. Incluso la muerte, puede complicarse en un país donde el sufrimiento animal no está registrado como dolor. Hablamos de una nación donde en las calles uno ve animales atropellados que tratan de sobrevivir durante semanas –y sin auxilio alguno- con patas fracturadas por un automóvil; cachorros que son ahogados en cubos repletos de agua nada más nacer; perros que son pateados, golpeados e insultados a la vista de todos, incluso por niños a los que en sus casas les han enseñado que el maltrato es el único lenguaje para hablarle a la naturaleza. En ese entorno, los dueños de Pucho decidieron echar la batalla por la sobrevivencia de su deteriorado cachorro.

Encontraron una veterinaria, que no podía decir que ejercía esa noble profesión por cuenta propia porque está prohibido, que les vendió las 21 tabletas de Doxiciclina que llevaba el tratamiento. En el mercado ilegal más profundo hallaron las agujas para inyecciones subcutáneas, un reconstituyente inmunológico y el famoso Trofin para levantarle las plaquetas al "desangrado" Pucho. Fue un largo y difícil tratamiento. Las visitas que llegaban a la nueva casa del cachorro les preguntaban a sus dueños por qué no lo sacrificaban... ¡Y vaya con la maldita costumbre de mandar al más allá a cualquier mascota cuando tiene el mínimo problema!

Los perros son una decisión de vida, cuando le damos entrada en nuestra existencia deberíamos hacerlo para siempre. Como mismo le damos entrada a un pariente, a un amigo, a un hijo, a un hermano... no me imagino a nadie recomendándonos "poner a descansar" a ninguno de esos seres queridos si un día se enferma o empieza a molestarnos demasiado ¿Verdad? Pues una mascota es un ¡ser querido!

La lucha de Pucho sigue aún. Lleva nueve meses combatiendo contra la Erliquia. El pelo le volvió a salir, se le volvió a caer y le volvió a salir, como remanente de aquel mal que por poco le cuesta la vida. Ahora es un perro feliz, simpático, al que le encanta jugar con la pelota y que tantos sus dueños como quienes visitan su casa han aprendido a querer tal y como es: un sobreviviente, un vencedor, un perro peculiar.

Aunque tu mascota también podría tener la fuerza y el apoyo que recibió Pucho, evita que tenga que vivir momentos tan duros. Mantenlo limpio, con un collar o un repelente anti garrapatas. Si se enferma, quédate a su lado, no hay mejor medicina que el afecto .

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