El cibernauta debe cuidar su seguridad digital

Un grupo de jóvenes se conecta a internet en una zona wifi de La Habana. (EFE)
Un grupo de jóvenes se conecta a internet en una zona wifi de La Habana. (EFE)
Regina Coyula

24 de octubre 2016 - 16:52

La Habana/La filtración de correos electrónicos de la candidata presidencial Hillary Clinton y de su jefe de campaña aviva un debate iniciado con la evidencia de que la National Security Agency (NSA) espiaba las comunicaciones, lo mismo de políticos extranjeros que de nacionales sospechosos.

Pero ni la NSA es la única, ni la honorabilidad de aquellos con la capacidad para espiar es verificable. Bajo rótulos tan sonoros como seguridad nacional, soberanía, guerra mediática, competencia, golpe blando, secreto industrial, etcétera, los gobiernos espían, las empresas espían y, en no pocas ocasiones, personas inocentes resultan objeto de escrutinio.

Está, por otro lado, el hecho de que grandes empresas tecnológicas han cedido a presiones de gobiernos y han entregado información privilegiada. Más aún, las empresas suministradoras de tecnologías de la información y la comunicación (TIC) poseen metadatos sobre sus usuarios que, puestos en contexto, pueden ser relevantes.

Nadie velará por los intereses personales mejor que uno mismo, por lo que la protección de los datos adquiere carácter individual

Nadie velará por los intereses personales mejor que uno mismo, por lo que la protección de los datos adquiere carácter individual. Alegaciones tales como que no se tiene nada que ocultar se debilitan ante la posibilidad de que en una broma de pésimo gusto no pueda manejar su cuenta de correo porque alguien le cambió la contraseña o le borró los contactos; o siguiendo con los chistes, que vea su perfil en las redes sociales tomado por fotos y comentarios que no le corresponden y pase enormes esfuerzos por recuperar el control. Estos serían los casos simples.

Pareciera que lo anterior y lo que sigue no guardan mucha relación. La Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN), hasta el mes pasado bajo el control de una agencia del Departamento de Comercio del Gobierno estadounidense, se ha convertido en una agencia independiente con una gestión de múltiples actores interesados.

Esta transición ha sido objeto de controversia por las posturas encontradas respecto al papel de cada uno de esos múltiples actores. Representantes de gobiernos controladores y algunas entidades fundamentan que, para salvarse de la hegemonía de las grandes potencias y de las grandes empresas del sector, es necesaria una reglamentación internacional vinculante para el uso del ciberespacio.

Han puesto también en práctica un modelo cerrado con los servicios de internet pero sin internet (por ejemplo, Reflejos, Tendedera o Weibo), lo que favorece el control del tráfico de información. En nombre de una mentalidad del siglo XX, se pretende una camisa de fuerza para algo tan global como internet.

La visión más moderna y mayoritaria aboga por el fortalecimiento de ICANN como organismo global y autónomo con una gestión transparente, de manera tal que ni gobiernos ni grandes entidades privadas puedan hacerse con el control de esta institución cuyas funciones abarcan algo más que la asignación de nombres y números. Estos nombres de dominios y las direcciones IP permiten acceder a datos como la procedencia y el destino del paquete de datos.

El concepto de internet global sobre un modelo fragmentado pone al ser humano por encima de cualquier otro interés con la intención de que su acercamiento a la red se vea libre de cualquier monitoreo, lo mismo para rastrear sus gustos e inclinaciones con fines comerciales sin su consentimiento, como para que no se lesione su derecho a informar e informarse o para evitar el registro de los sitios que visita o con quién se comunica.

Vivir en un Estado democrático, o no, no es determinante a la hora de tratar el tema de la protección de los datos personales, aunque pueda parecer más importante en algunos lugares que en otros, y en algunos casos, sí determine sobre la integridad, no ya de los datos, sino física: periodistas que reporten desde escenarios o sobre temas complejos.

En nombre de una mentalidad del siglo XX, se pretende una camisa de fuerza para algo tan global como internet

Cualquier cibernauta tiene una idea de la importancia de proteger sus registros bancarios y su cuenta en las redes sociales, pero la seguridad digital, más que un derecho, debe asumirse como una obligación. Obligación impostergable en entornos complejos. Hasta las megacorporaciones han pretendido desmarcarse de la desconfianza que crea el destino que puedan dar a los datos privados y han puesto en manos del usuario las herramientas para reforzar la seguridad de sus comunicaciones y de su interacción. Ha sido un logro mancomunado de organizaciones y personas que insisten en un comportamiento responsable frente a la privacidad del eslabón más numeroso, pero también, el más indefenso.

Algunas recomendaciones básicas para una mejor seguridad digital:

1. Implemente contraseñas complejas para sus dispositivos y sus cuentas.

2. Utilice cuentas de correo que posean verificación en dos pasos.

3. Utilice servicios de mensajería instantánea encriptados de punta a punta.

4. Utilice plataformas de blog con doble verificación.

5. Piense siempre antes de enviar un texto, imagen o video que pueda afectar a usted o a terceros.

6. Compruebe (en la medida de lo posible) la integridad de los programas y de los adjuntos que descarga.

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