Digital o analógico, el cine busca su público

El Cine 23 y 12, en el Vedado, cuenta con tecnología de proyección digital, pero no puede reproducir formato de alta definición en DCP. (14ymedio)
El Cine 23 y 12, en el Vedado, cuenta con tecnología de proyección digital, pero no puede reproducir formato de alta definición en DCP. (14ymedio)
Luz Escobar

03 de junio 2015 - 07:05

La Habana/Estaban sobre la hierba y ella iba a besarlo, cuando todo se desvaneció y la pantalla se convirtió en una niebla espesa. "¡Cojo, suelta la botella!", gritaron a coro los espectadores. El proyeccionista se despertó y recompuso la cinta. Esta situación, tan repetida en los cines cubanos, podría volverse una viñeta del pasado con la digitalización de las proyecciones cinematográficas.

La brecha tecnológica no sólo se ensancha a partir de contar o no con una computadora o un móvil inteligente, sino que está determinada por el formato en que se consume el séptimo arte. Desde las butacas y rodeados de oscuridad, los espectadores cubanos podrían estar abocados al fin de una era sin apenas darse cuenta. La transición implica sustituir el tradicional proyector de 35 milímetros por otro basado en los píxeles y la alta definición.

Sin embargo, no parece que ocurrirá a corto plazo en nuestro país. Para digitalizar las más de 300 salas cinematográficas con las que cuenta la Isla se necesita una cifra superior a los 30 millones de dólares, a los que habría que sumar los gastos en formación del personal y el mantenimiento periódico de la nueva tecnología. Por el momento, sólo algunos locales de la céntrica calle 23 en La Habana parecen tocados por la suerte de la modernidad.

Los cines Yara y Chaplin de la capital son los únicos en todo el país que cuentan con una tecnología de proyección que permite reproducir en DCP, un formato para almacenar y transmitir cine digital, audio, imagen y datos, que se caracteriza por la alta calidad y fidelidad. En el caso de ambas salas, la renovación de la infraestructura ha sido posible gracias a donaciones y programas de cooperación con organismos extranjeros.

Para digitalizar las más de 300 salas cinematográficas con las que cuenta la Isla se necesitan más de 30 millones de dólares

La película argentina Relatos salvajes, en el teatro Karl Marx, fue la primera cinta que los cubanos pudieron disfrutar en una proyección digital en DCP. A la salida de aquella proyección, muchos hablaban como si hubieran redescubierto la magia de la cinematografía. "Es otra cosa, la calidad de la imagen y la excelencia del sonido es tal, que me dio la sensación de que estaba metido dentro de la película", comentó José Luis Calvo, un bibliotecario retirado que no se pierde ninguno de los ciclos que programa la Cinemateca de Cuba.

No se trata sólo de calidad, sino también de economía. El cineasta Miguel Coyula cree que "en un país como Cuba no debemos aferrarnos al 35 milímetros porque es un lujo absurdo para un cine pobre como el que se hace aquí". La nueva tecnología no sólo abarata el transporte del material, pues toda la película se traslada en un disco duro externo y no en las anteriores latas de rollos, sino también que la imagen no se va degradando con las sucesivas proyecciones ni ocurren ralladuras o deterioro del color o del sonido. Tampoco sufre de los molestos empates que provocan cortes de sonido, saltos de imagen y le hacen al público gritar horrores contra el proyeccionista.

Verdecia, proyeccionista del cine Yara, coincide en que las condiciones de trabajo son ahora más humanas y cómodas para el personal que labora con los nuevos proyectores. En el Yara se ha mantenido el viejo proyector "para poder programar también películas que vengan en el formato tradicional", explica.

"Fue un poco difícil adaptarse a trabajar con la nueva tecnología", refiere Verdecia, pero también apunta que "después fue mejor y es más fácil de usar". Un equipo de técnicos españoles realizaron un curso para los empleados que trabajan con el nuevo proyector, y "dejaron todo configurado para las características de esta sala". El técnico considera que "los espectadores ahora salen más complacidos".

Los cines Yara y Chaplin de la capital son los únicos en todo el país que cuentan con una tecnología de proyección que permite reproducir en DCP

El próximo local en la lista de la modernización será el cine La Rampa, gracias a un acuerdo que ha firmado el Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficos (ICAIC) con Francia, a través del cual se digitalizarán también algunas piezas del archivo fílmico. La céntrica sala tiene capacidad para 900 espectadores y fue abierta al público en 1955, aunque en los últimos años el deterioro material y la poca afluencia de público han mellado su importancia cultural.

La nueva tecnología también tiene sus detractores. "Nunca será lo mismo con este sistema digital, porque a la proyección le falta la textura y el grano que le aportaba la película, y creo que el resultado es un poco frío y sin distinción", explica Máximo Duarte, un cinéfilo que se ufana de haber visto más de una decena de veces toda la filmografía de Federico Fellini y François Truffaut.

Coyula discrepa de esa posición, pues considera que "es un poco esnobista querer conservar el 35 milímetros por ser el formato en que se hicieron los grandes clásicos". En opinión de este joven realizador, "lo que define el lenguaje cinematográfico es cómo se encuadra, cómo se monta la película, esencialmente cosas que son intrínsecas del lenguaje cinematográfico, y eso se puede hacer tanto con una cámara digital como con una de 35 milímetros".

No obstante, el director de Memorias del desarrollo señala que la nueva tecnología necesita entrenamiento y conocimiento: "El gran problema de la proyección digital es que varía mucho en dependencia de dónde se exhiba la película, y muchas veces las personas no tienen todo el conocimiento para poder proyectar con el máximo de calidad o no saben configurar bien".

Salideros, goteras, deficiencias en la higiene y una larga lista de problemas obligan a una remodelación de los cines cubanos para poder proceder a la digitalización

Por otro lado, está el tema de la conservación de los modernos proyectores para formato DCP. El local de instalación debe mantenerse climatizado y extremadamente limpio, porque el polvo y la humedad son los dos grandes enemigos de estos equipos. La mayor parte de los cines cubanos no cuentan con condiciones óptimas para acoger la novedosa infraestructura. Salideros, goteras, deficiencias en la higiene y una larga lista de problemas obligan a una remodelación capital para poder proceder a la digitalización.

Como remedo, varios cines han instalado proyectores digitales pero que no llegan a ser de alta definición, pues en ellos se reproducen sólo audiovisuales en soporte DVD. El cine Praga en Pinar del Río y el Cuba en Santiago de Cuba cuentan con esta tecnología a la espera de inversiones más sustanciosas. Durante el Festival de Cine francés no se pudo estrenar la película Regreso a Ítaca en la capital santiaguera, precisamente porque en la ciudad ningún equipo puede reproducir formatos digitales de última generación.

Mientras la digitalización se demora en llegar hasta los cines del país, ha ido disminuyendo la afluencia de público y no sólo por causas materiales. Roberto Smith, director del ICAIC, precisó a un medio digital de Las Tunas que existen "carencias tecnológicas" pero que esta no es la razón principal de la disminución de espectadores. Según el funcionario, "el fenómeno es más complejo que la rehabilitación de las instituciones de proyección".

El consumo privado de audiovisuales parece estarle ganando la batalla al consumo en espacios públicos del séptimo arte. El enorme caudal de películas, series televisivas y telenovelas que circulan en el mercado ilegal hacen desistir a muchos de salir de casa para disfrutar de una proyección cinematográfica, por lo que Smith remarca la necesidad de crear "atracciones adicionales" que motiven a los espectadores a regresar al cine y "asumir tendencias como las multisalas".

Digital o analógico, el séptimo arte se encuentra en Cuba ante el reto de reconquistar al público perdido. Para lograrlo, tiene que salvar una brecha tecnológica que por el momento parece insuperable, aunque los realizadores y técnicos saben que el retorno a la sala oscura no depende sólo de píxeles y kilobytes.

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