El difícil camino de los conversos latinoamericanos

La portada de 'Diálogo de conversos', de Roberto Ampuero y Mauricio Rojas, publicado por la editorial Debate.
La portada de 'Diálogo de conversos', de Roberto Ampuero y Mauricio Rojas, publicado por la editorial Debate.
Roberto Ampuero y Mauricio Rojas

11 de septiembre 2016 - 17:51

Santiago de Chile/En Diálogo de conversos (editorial Debate), prologado por Mario Vargas Llosa, los escritores chilenos Roberto Ampuero y Mauricio Rojas analizan sus trayectorias personales, desde el abrazo a la Revolución cubana hasta su rechazo a los gobiernos populistas. 14ymedio publica el epílogo de la edición latinoamericana.

El difícil camino de los conversos latinoamericanos

Roberto Ampuero y Mauricio Rojas

Mauricio Rojas: Es evidente que nuestro recorrido desde la desmesura de la utopía redentora a la sobriedad del pensamiento liberal es parte de un gran fenómeno, no solo latinoamericano sino mundial, que se produce después del reflujo de la gran marea revolucionaria de los años sesenta. Fue, sin duda, un Zeitgeist mesiánico que remeció al mundo en aquellos años, yendo desde la Revolución Cultural en China y las grandes ofensivas comunistas en Vietnam hasta las revueltas juveniles europeas que culminaron en el célebre mayo de 1968 y la insurgencia guerrillera latinoamericana encarnada por Che Guevara. Tiempos exaltados, durante los cuales se sembraron sueños para luego cosechar desilusiones, dictaduras de todo tipo y muertes.

Los Campos de la Muerte de la Camboya comunista fueron un epílogo dantesco de esa época revolucionaria, recordándonos, una vez más, el terrible precio en vidas humanas que conllevan los intentos radicales de rehacer el mundo y recrear al hombre. El final de la ilusión revolucionaria comunista fue igualmente espectacular, con sus puntos más culminantes en el derribamiento del Muro de Berlín en 1989, el subsiguiente colapso de la Unión Soviética y las reformas económicas pro mercado en China y Vietnam, que dieron paso a un progreso sin paralelos en la historia de la humanidad. Fue, a su vez, un término inesperado y abrupto de la Guerra Fría que en América Latina se manifestó a través del reflujo tanto de las dictaduras de derecha como de la insurgencia armada comunista, que finalmente quedó reducida a ese narcocomunismo de hoy que debe ser, junto a los populismos representados por el peronismo y el chavismo, uno de los aportes más sui géneris de nuestra región al universo político internacional. En todo caso, tal como tú lo has dicho, vivimos no solo en un Chile sino en un mundo de conversos, es decir, de gente que ha reflexionado, aprendido de la historia y cambiado.

Roberto Ampuero: Aquí, con respecto a lo que planteas, me surgen dos preguntas cruciales: ¿qué nos dejaron como continente esos tiempos tan exaltados, febriles, dolorosos y frustrados, y cuántos conversos parió ese fracaso revolucionario internacional entre quienes abrazaron en América Latina las ideas redentoras, por usar un concepto del historiador liberal mexicano Enrique Krauze? Porque en Asia hubo sombras tenebrosas, pero al mismo tiempo luces: Corea del Norte y Corea del Sur, por ejemplo, o la China de Mao y la China actual, que combina dictadura de partido con economía de mercado, o el Vietnam del Norte y el Vietnam actual, que muestra un proceso de transición económica hacia lo que denomina economía de mercado socialista. ¿Qué nos dejó como América Latina ese período, más allá de un castrismo fracasado en lo económico, social y político, aunque exitoso en lo represivo, y un sandinismo y un chavismo que son hoy caricaturas de lo que se propusieron y que no lograron ni siquiera levantar bases para que gobiernos sucesivos pudieran construir sobre ellas y propiciar el desarrollo? En realidad, el balance es tan desolador que terminó por destruir el appeal del socialismo y por promover el populismo desenfrenado, que promete solo más derrotas para América Latina.

Ya sea con las balas o con los votos, o con ambos, todos compartimos el sueño embriagador de la recreación del mundo y del hombre nuevo

MR: Los conversos latinoamericanos tienen historias muy diferentes, marcadas por la evolución de sus respectivos países y por sus vivencias personales, pero con un fondo común. Somos hijos de un mismo tiempo y venimos de una ilusión común. Ya sea con las balas o con los votos, o con ambos, todos compartimos el sueño embriagador de la recreación del mundo y del hombre nuevo. Creo que el impacto de la Revolución cubana y luego, en menor medida, del maoísmo, fueron clave en todo esto, desbordando por doquier a la izquierda marxista más tradicional, en especial a los partidos comunistas prosoviéticos. La visión de esos partidos, que proponía una "larga marcha" hacia el poder subordinada a los intereses estratégicos de la Unión Soviética, fue desafiada con éxito por el empuje voluntarista del castrismo-guevarismo. Chile fue uno de los países en que el Partido Comunista resistió mejor a ese embate de la "ultraizquierda", para usar la terminología de entonces. Pero, incluso en nuestro país, el proceso histórico terminó dominado por el afán revolucionario inmediato y, con el tiempo y ya bajo la dictadura, también los comunistas chilenos se sumarían al carro guerrillerista cubano.

RA: El Partido Comunista (PC) chileno, el más poderoso e influyente (y hoy determinante en el segundo Gobierno de Michelle Bachelet) de América Latina después del cubano, ha sobrevivido porque jugó a partir de mediados de los setenta a dos bandas. Por una parte, enarboló la vía pacífica para imponer el socialismo en Chile bajo Salvador Allende (1970-73), que fue su postura tradicional, y, por otra parte, después de 1975 apuesta por la vía armada, creando un cuerpo militar formado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba y los aparatos de inteligencia de otros países comunistas. Cuando Chile recupera su democracia, el PC ya había cancelado la vía armada para derrotar a Pinochet (entre otras razones, porque el ala militar se había independizado, creando el Frente Patriótico Manuel Rodríguez) y se volvió a ubicar en su vieja tradición legalista. Sospecho que la vigencia hoy del PC chileno se debe a que puede exhibir las dos tradiciones: una que proyecta usando la imagen mítica de Salvador Allende y la así llamada "vía pacífica al socialismo", y otra que invoca los actos de violencia realizados bajo la dictadura de Pinochet o que defiende el vínculo oficial con la narcoguerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de Colombia. Mediante esta dialéctica unión de los contrarios, el PC chileno proyecta un mensaje que a ratos es reformista y en otros instantes rupturista e incluso revolucionario. Desde luego que estos pasos contradictorios fueron creando desafectos como también los creó el conocimiento del fracaso económico, político y social de los socialismos reales. Recuerda que el PC chileno conseguía en 1973 el 16% de los votos y hoy llega a duras penas al 5 o 7%, lo que te sugiere el nivel de desencanto con sus propuestas. Entre los desencantados, la mayoría se fue para la casa, decepcionada, desmotivada y guardó silencio, avergonzada de su propio fracaso. Otros, a pesar de tener conciencia de que el socialismo era inepto, optaron por seguir creyendo en él por razones diversas. Y hay otro grupo, como nosotros, que hace una evolución política e intelectual, de escasa tradición en América Latina, pero poderosa en Europa y Asia, que los lleva lejos de la utopía comunista y los acerca a las ideas liberales. Creo que la posición conservadora, esa de atarse al destino de lo que era y es el castrismo, contribuyó a consolidar el pensamiento dogmático en la región.

Hay otro grupo, como nosotros, que hace una evolución política e intelectual, de escasa tradición en América Latina, pero poderosa en Europa y Asia, que los lleva lejos de la utopía comunista y los acerca a las ideas liberales

MR: Quisiera entrar ahora, más derechamente, al tema de los conversos latinoamericanos. Tal como apuntaba antes, la arremetida revolucionaria latinoamericana tuvo que ver con el impacto de la Revolución cubana y por ello es natural que el surgimiento de los conversos también arrancase de ese fenómeno o, más concretamente, de la desilusión con sus deslumbrantes promesas. La deriva dictatorial de Castro y su régimen es, en sí, muy temprana, pero fue justificada y aplaudida por la nueva izquierda y, no menos, por su amplio entorno de corifeos intelectuales, artísticos y políticos. La resistencia a ver lo que ya era evidente fue notable y partía de ese deseo ardiente de ver realizado ese sueño redentor que tanta ceguera produce, fuera de la presencia de la terrible idea de que el fin revolucionario justifica cualquier medio. Esto, por cierto, no es nada nuevo. La ceguera ideológica es una enfermedad virulenta y difícil de curar, y esto, hay que recordarlo, no solo vale para los partidarios del comunismo. Baste en este caso nombrar a toda esa pléyade intelectual, para no hablar de los militantes revolucionarios, que visitaba la Unión Soviética, incluso bajo los peores tiempos del estalinismo, y volvía cantando loas a las maravillas del humanismo socialista. Pero también los visitantes del otro socialismo, el nacionalsocialismo, eran legión y sus cánticos al Tercer Reich no eran menores. En fin, en nuestro caso ya a comienzos de los años setenta hacen su aparición pública, y muy sonada, los primeros grandes conversos latinoamericanos, tal como en la década de 1930 había aparecido esa primera generación de conversos, desencantados con la Unión Soviética, que tan bien representan Arthur Koestler, André Gide, Jan Valtin e Ignazio Silone. En el caso latinoamericano, la figura descollante es Mario Vargas Llosa, que en 1971 se pone a la cabeza de un importante grupo de destacadísimos intelectuales y artistas que denuncian la deriva totalitaria del castrismo a propósito del encarcelamiento, vejación y posterior "autocrítica" de quienes, como lo has relatado, incidirán de manera decisiva en tu evolución: el poeta Heberto Padilla y su esposa, la poetisa Belkis Cuza Malé. Con fecha 20 de mayo de 1971, Vargas Llosa dirige una carta abierta de protesta al dictador cubano que, además de la suya, llevaba la firma de, entre otros, Simone de Beauvoir, Italo Calvino, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Pier Paolo Pasolini, Juan Rulfo, Jean-Paul Sartre y Susan Sontag. En la carta, que es de redacción de Vargas Llosa, los firmantes expresan su "vergüenza" y su "cólera" ante "el contenido y la forma de dicha confesión, con sus acusaciones absurdas y afirmaciones delirantes" que "recuerda los momentos más sórdidos de la época del estalinismo, sus juicios prefabricados y sus cacerías de brujas". De allí en adelante, Mario ha sido la bestia negra de la tribu "progresista" latinoamericana que, con García Márquez a la cabeza, eligió continuar con la ceguera y la pleitesía al tirano revolucionario. En todo caso, el camino de los conversos latinoamericanos había quedado abierto.

La figura descollante es Mario Vargas Llosa, que en 1971 se pone a la cabeza de un importante grupo de destacadísimos intelectuales y artistas que denuncian la deriva totalitaria del castrismo

RA: Plenamente de acuerdo con lo que esbozas, yo agregaría unas pinceladas. Para mí los modernos conversos europeos comienzan con la crítica a la Rusia soviética y después a la Unión Soviética y sus satélites europeos. Creo que es importante mencionar en este sentido a Walter Benjamin y su descripción del Moscú de los primeros años soviéticos, donde ya manifiesta cierta decepción en su diario moscovita. Y en el caso de la República Democrática Alemana (RDA), país donde viví durante casi cuatro años, está el aporte extraordinario y lúcido de intelectuales como Wolfgang Leonhard, Robert Haveman y Rudolf Bahro, e incluso de Stefan Heym y Wolf Biermann. Y, desde España o Francia, es de un valor incalculable en lo político y estético el aporte de Jorge Semprún. Y en mi experiencia cubana resultó clave la visión previsora, lúcida y valiente del poeta y amigo Heberto Padilla, que fue capaz de desafiar al castrismo en la Isla y desde el exilio, desde la vereda de la cultura y la política, con un pensamiento que, a mi juicio, era agnóstico y liberal. Aquí prefiero remitirme a mis memorias Nuestros años verde olivo, en las que describo mi relación de amistad y de discípulo-maestro con Heberto Padilla. Nadie me enseñó más sobre socialismo real que aquel poeta y amigo entrañable. Dentro de la disidencia germano-oriental se perfilaron fuerzas que, viniendo del marxismo-leninismo, o bien de las Iglesias cristianas, esbozaron el sueño de un orden democrático, libre y con un poderoso rol estatal, alternativa que se nutría también de la experiencia de Europa occidental. En la disidencia se da el pensamiento converso, y yo tiendo a situar en esta perspectiva al presidente alemán, Joachim Gauck, e incluso al maestro de espías, Markus Wolf, en sus últimos años. No quiero que me malinterpreten; estos últimos son grados distintos de conversión y crítica al estalinismo, pero contribuyen a la elaboración de un pensamiento que tiene el antitotalitarismo como común denominador.

MR: Yo ya he relatado la importancia que para mi evolución personal tuvieron personas como Mario Vargas Llosa o ese conjunto de intelectuales españoles, como Jorge Semprún o Fernando Claudín, que estaban elaborando una visión cada vez más crítica del comunismo, ya sea como realidad o como utopía. Pero aquí hay algo propio de América Latina que en gran medida complica e incluso trunca la evolución hacia el liberalismo de muchos conversos. Me refiero a esa fatídica mezcla de reformas económicas liberalizadoras y métodos dictatoriales, como ocurrió en el Chile de Pinochet o en el Perú de Fujimori, o simplemente mafiosos, como en la Argentina de Menem, que terminó, con la complicidad activa o pasiva de muchos así llamados liberales, desprestigiando completamente las ideas de la libertad en nuestra región. Surgieron así aquellos engendros que incluso Hayek llamaría dictaduras liberales y que aún nos pesan. Renació de esa manera la vieja idea latinoamericana del "gendarme necesario", usando la célebre expresión del venezolano Laureano Vallenilla Lanz, para abrirle las puertas al progreso y la libertad plena, es decir, ni más ni menos que una versión seudoliberal de la perversa idea de que el fin justifica los medios. Se trató de un liberalismo mutilado y dispuesto a negociar con unas libertades (las políticas y civiles) a fin de obtener otras (las económicas) de una manera extremadamente lamentable.

Ahora, uno como liberal tiene un desafío mayor: establecer el deslinde entre ser liberal en el sentido de los valores, político, económico, como actitud ante la vida, y quienes se declaran liberales solo en un sentido, el económico, como tú lo mencionas

RA: No podemos dejar de destacar el rol, la influencia y la riqueza del aporte de Mario Vargas Llosa al pensamiento liberal mundial y a nuestro propio desarrollo individual. En ese sentido, Vargas Llosa es un maestro esencial y su obra ensayística y de columnas son imprescindibles para captar la amplitud y radicalidad de su humanismo y liberalismo. Y creo que tú has proyectado de forma precisa su pensamiento a través de tu libro Pasión por la libertad, que lleva como adecuado subtítulo El liberalismo integral de Mario Vargas Llosa. Ahora, uno como liberal tiene un desafío mayor: establecer el deslinde entre ser liberal en el sentido de los valores, político, económico, como actitud ante la vida, y quienes se declaran liberales solo en un sentido, el económico, como tú lo mencionas. Esto último lleva a una caricaturización del "ser liberal" que, por lo demás, la izquierda emplea para confundir y sacar provecho en la batalla de las ideas. Por eso debemos intensificar nuestra defensa de las ideas liberales en su conjunto, y recordar que tanto el nacionalsocialismo como el comunismo, los dos principales totalitarismos del siglo XX, son antiliberales, como antiliberales son todos los fundamentalistas de derecha e izquierda. No, el liberalismo nada tiene que ver con dictaduras de signo alguno, y es la visión de mundo que, por su defensa intransigente de la libertad, más repulsa causa a dictadores de derecha o izquierda.

MR: Esto hay que recalcarlo con mucha fuerza, ya que este coqueteo "liberal" con las dictaduras y los corruptos de los años noventa es, y será por mucho tiempo, nuestra cruz. Afortunadamente tenemos a figuras como Mario Vargas Llosa que nunca transigió con esta visión mutilada y vergonzosa del liberalismo, defendiendo, en cambio, un liberalismo integral que, siguiendo la inspiración señera del gran Albert Camus, nunca le hace concesiones a tiranía alguna y se rebela contra toda opresión, sea cual sea el principio, la ideología o la utopía con la que se la quiera justificar.

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