¡Chapuceros, a esconderse!

Los premios ONDI 2014 a los mejores diseñadores cubanos, nos hacen reflexionar sobre las limitaciones que padecen estos profesionales

Varios de los ganadores en años pasados ya no viven en Cuba, se han marchado en busca de nuevos horizontes profesionales

Juguetes de madera
Juguetes de madera. (14ymedio)
Katia Tabares

27 de mayo 2014 - 14:30

La Habana/En los primeros minutos de conversación con un diseñador, ya uno sabe que debe cuidarse. Si ante un amigo estomatólogo sólo sonreímos de medio lado para que no se nos vean las caries, cuando nos encontramos cerca de estos profesionales de la línea y el acabado, es mejor mostrarse cautelosos. Sus entrenados ojos darán cuenta del cartel de pésima tipografía que hemos colgado en la puerta; de aquel adorno para la mesa que es puro kitsch y del diseño de nuestra camisa que apenas si nos deja mover los brazos. Habremos caído entonces en la "dictadura" de la calidad visual, funcional, decorativa. ¡Qué el diseño nos coja confesados!

De esa manera me sentí este fin de semana al repasar las obras ganadoras del Premio ONDI de Diseño 2014, que entrega cada dos años la Oficina Nacional de Diseño Industrial. Expuestas en la galería del cine La Rampa, del capitalino barrio del Vedado, estas imágenes recorren una gran variedad de soluciones conceptuales y estéticas. El mayor reconocimiento del certamen lo alcanzó Luis Manuel Ramírez quien desarrolló un sistema de luminarias y otros objetos para el hogar, con calidad, buen gusto y posibilidades de adecuación a múltiples circunstancias.

Si vamos a la exposición acompañados por los más pequeños de casa, estos se quedarán prendados de los juguetes diseñados por Adriana Horta Ramos y Eduardo Velazco Álvarez, quienes resultaron ganadores en la categoría estudiantil. Tomando como material principal la madera, estos divertimentos para niños entre 3 y 6 años, se alejan bastante de tantos productos de plástico y pésimo gusto que repletan las vidrieras de nuestras tiendas.

Hay para escoger, pues los lauros se repartieron entre varias categorías, como Diseño de Comunicación Visual, Diseño Industrial, de Mobiliario y Vestuario, además de un Premio al Proyecto de Diseño. Desde piezas sencillas para la cotidianidad como los funcionales contenedores para especias creados por Ernesto Iglesias Díaz que se alzaron con una mención, hasta el diseño de interior del Nuevo Hotel Varadero Internacional del realizador Carla Oraá Calzadilla, reconocido por la óptima utilización del espacio, la iluminación y la selección del mobiliario.

Una de las distinciones recayó en el proyecto para actualizar la interfaz del portal digital Infomed, dedicado a los profesionales de la Salud Pública. Accesible desde la llamada "intranet", para aquellos usuarios que poseen una conexión a correo electrónico y navegación nacional. Hace años este portal pide a gritos que remodelen su desaliñada visualidad y ahora está a un paso de lograrlo. Yondainer Gutiérrez Fernández y Yelene Béquer Crespo se han dado a esa tarea, aunque todavía queda que se lleve a vías de hecho la propuesta.

El diseño cubano está atrapado entre dos fuerzas contrarias: la calidad de sus profesionales y las pocas posibilidades de que estos realicen sus ideas

El diseño cubano está atrapado entre dos fuerzas contrarias: la calidad de sus profesionales y las pocas posibilidades de que estos realicen sus ideas. El éxodo de una buena parte de los graduados en el Instituto de Diseño Industrial (ISDI) apunta hacia las pocas posibilidades de los profesionales de este ramo en nuestro país. Si ahora mismo se intentara realizar una fiesta con los galardonados de los Premios ONDI de ediciones anteriores, habría que esperar a que llegaran desde todas las latitudes del planeta donde vive la mayoría.

Las restricciones materiales, la subestimación del buen diseño en proyectos que van desde el interior de una cafetería hasta el uniforme escolar, hacen que los graduados de esta especialidad se la vean bien difícil para hallar un verdadero reconocimiento a su trabajo, más allá de premios y distinciones que apenas si sirven para adornar la sala hogareña. A ciertos niveles, se menosprecia el trabajo de ese minucioso entusiasta de las tipografías, los colores y las líneas. Los burócratas y altos funcionarios no parecen estar dispuestos a dar su brazo a torcer ante las "exquisiteces" del buen gusto. Ellos habitan el reino de la chapucería, la improvisación y el voluntarismo de las formas.

Nuestras calles están llenas de vallas políticas que lucen como salidas de un procesador de texto de quien sólo domina Times New Roman, en negritas, color rojo y con signos de exclamación. Burdas composiciones, símbolos gastados de tanto usarse, viejos códigos visuales que ya no le funcionan ni a los niños, siguen permeando la propaganda ideológica televisiva y la decoración de muchos lugares públicos. Al pacato discurso oficial lo acompaña una estética tan apolillada como él mismo.

Sin embargo, un soplo de esperanza recorre por estos días la calle 23, en los alrededores del cine La Rampa. De realizarse al menos la mitad de los proyectos expuestos en esas paredes, ya no tendríamos pena de pararnos frente a un diseñador y sonreírle, mostrarle la camisa, el adorno, el cartel recién pintado. Le habríamos ganado así unos centímetros a ese mal gusto que se extiende por tantos lados.

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