La realidad cubana vista a través de la sexualidad

'Teoría y práctica de La Habana', el último libro del profesor mexicano Rubén Gallo, desgrana a través del deseo sexual los problemas de una Cuba en transformación

Interior del local de ocio nocturno Siá Kará, en La Habana, en donde estuvo el escritor Rubén Gallo y cuyas vivencias recogió en 'Teoría y práctica de La Habana'. (paseosporlahabana.com)
Interior del local de ocio nocturno Siá Kará, en La Habana, en donde estuvo el escritor Rubén Gallo y cuyas vivencias recogió en 'Teoría y práctica de La Habana'. (paseosporlahabana.com)
Daniel Delisau

04 de marzo 2018 - 13:11

Las Palmas de Gran Canaria/Durante una conferencia impartida en Nueva York, la novelista cubana Wendy Guerra defendió que el cuerpo era el único ámbito de libertad, en alusión a la sexualidad. Una estudiante que parecía no haber entendido el objeto de la charla preguntó a la escritora si se refería a las teorías de la filósofa Judith Butler. "El cuerpo es la anti-teoría –le respondió Guerra–: con el cuerpo seducimos, hacemos el amor, gozamos". La estudiante, que se había puesto roja ante la respuesta, tuvo aún que escuchar la sentencia final de la conferenciante: "El derecho humano más fundamental es la libre circulación de los cuerpos", le espetó.

El escritor mexicano Rubén Gallo, presente en aquella charla, recogió esta anécdota en Teoría y práctica de La Habana (2017, editorial Jus), su último libro y en el que describe las experiencias que vivió durante los seis meses que pasó en Cuba en 2015. La crónica de este profesor de Lengua y Literatura de la Universidad de Princeton se presta a una lectura desde múltiples ángulos, pero es en la sexualidad y en la necesidad de reflejar las diferencias entre cómo funciona la vida sobre el papel y cómo es en la realidad donde el trabajo de Gallo encuentra su razón de ser.

La llegada del autor a La Habana coincide con la liberación y el regreso de los tres espías cubanos restantes de los cinco que fueron arrestados en 1998 en Florida, y también con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre el Gobierno de Raúl Castro y Estados Unidos, ahora paralizadas.

Es en la sexualidad y en la necesidad de reflejar las diferencias entre cómo funciona la vida sobre el papel y cómo es en la realidad donde el trabajo de Gallo encuentra su razón de ser

Desde es el primer momento Gallo establece la diferencia entre la teoría y la práctica. El comienzo del libro contrapone un triunfante pasaje del diario Granma, que celebra la llegada de los espías y las nuevas relaciones con Washington, con la marcha de Norbey, un holguinero de 20 años que el autor conoció en una fiesta. A pesar de amar a su país el joven debe regresar pronto a Ottawa, a donde emigró después de haber conocido en la Isla a su novio canadiense. La vieja prensa oficial y la gente en las calles celebran la llegada de los revolucionarios y de Estados Unidos mientras los jóvenes se marchan en silencio, señala Gallo.

Ante una sociedad occidental que ha visto el resurgir de conductas puritanas, fruto de una nueva época de represión cultural, Teoría y práctica de La Habana fija su mirada en la Isla con esta actitud diseccionadora de la realidad para mostrarnos un país donde la censura existe pero en el que las relaciones sexuales están moralmente menos tipificadas que en otras partes del mundo. "En Cuba la gente vive su sexualidad sin preocuparse por ponerle etiquetas o por ajustarse a un modelo identitario", dijo el profesor mexicano en una entrevista.

Los fracasos de la Revolución cubana y sus cuestionables éxitos, la fuerte presencia de la santería entre los habitantes de la Isla o la vibrante vida nocturna de La Habana son algunos de los muchos temas recogidos en esta crónica, pero el erotismo está presente en todos ellos por igual desde la primera página. "Es una bomba de sexo", llegó a decir a Gallo sobre Norbey el embajador de Noruega, al que una vez al mes le gustaba organizar en su casa una fiesta "solo para chicos".

La mirada del cronista mexicano no duda en regodearse ni en describir la belleza de los camareros y los clientes habituales de conocidos locales nocturnos de la noche habanera como el Siá Kará o el Cabaret Las Vegas. Como tampoco tiene reparos en narrar, con más o menos acierto metafórico, sus propios encuentros sexuales con hombres, y los de los demás.

"El jineterismo ya no es tabú en Cuba: hasta la policía anda en eso. [...] Eso ahora es como ser cuentapropista. ¿Tú te imaginas? Pinguero por cuenta propia"

Aunque esta crónica evita caer en clasificaciones identitarias simplistas, centra su foco en aquellas personas que por su orientación sexual o de género fueron –y aún son– personajes marginales, como homosexuales, travestis y transexuales. Pero también en los jineteros, cuyo ejercicio de la prostitución es casi visto en la Isla no solo como una profesión normalizada, sino como un estilo de vida.

"El jineterismo ya no es tabú en Cuba: hasta la policía anda en eso. [...] Eso ahora es como ser cuentapropista. ¿Tú te imaginas? Pinguero por cuenta propia", le dijo al profesor universitario Eliezer, un personaje extravagante que se inició en la venta de libros en La Habana durante la crisis económica de los años 90, cuando todavía el comercio era ilegal.

Conocida por su amplio catálogo de libros incómodos para las autoridades, protegidos de las miradas de la Seguridad del Estado por el desorden que impera en el local, la librería de Eliezer se presenta como un refugio de lo prohibido. "Este país ha querido controlarlo todo y lo que nunca van a poder controlar es este lugar: el caos ha sido mi protector", contó el librero a unos estudiantes de Princeton que fueron a visitarlo. Pero en este espacio, como en tantos otros del ecosistema cubano, el deseo campa a sus anchas y el lugar es frecuentado por yumas y cubanos por igual, atraídos por la belleza de los ayudantes de Eliezer, venidos de otras provincias de la Isla.

No tiene la menor importancia decir cómo acaba Teoría y práctica de La Habana –con un pasaje que recoge cómo se vivió la muerte de Fidel Castro en el submundo de los locales gays de La Habana–, ya que, como en una historia de carretera, lo importante de las vivencias recogidas en este libro no es el punto de salida ni de destino, sino todo lo que los protagonistas viven por el camino.

El principal punto débil de la mirada del cronista es que sigue siendo la del turista que pretende encontrar en La Habana lo divertido e inesperado

Ejemplo de esto es un capítulo en el que Rubén y Nicolás, un arquitecto español de origen cubano que el profesor conoció en una de las fiestas del embajador noruego, inician un viaje en auto hasta Baracoa para visitar la casa en que nació este último. En el trayecto de regreso Nicolás pretende contarle cómo en una ocasión se fue a la cama con un travesti, un ciclista, y un yabó (una persona que ha decidido hacerse santo de uno de los dioses de la santería cubana).

Esta situación, que daría para inventar un chiste por la reunión de cuatro personas tan dispares en una misma habitación, acaba siendo la menos destacable de las anécdotas que ocurren durante el trayecto. En su lugar, lo importante son las historias que Nicolás contará de cada una de ellas, pero también las vivencias de los más de cien pasajeros que el escritor y él transportaron en su auto alquilado y que se encontraron en la carretera pidiendo botella.

La ventaja de la mirada del cronista mexicano sobre la Isla que le sirve para establecer interesantes comparativas es, no obstante, también su principal punto débil, pues sigue siendo la mirada del turista que pretende encontrar en La Habana lo divertido e inesperado. "¿Cómo podía Norbey haber cambiado esta ciudad electrizada por aquella ciudad insulsa (Ottawa)?", se interroga Rubén. "Eso dices tú porque vives allá y no aquí. Si vivieras aquí verías las cosas de otra manera", le responde el emigrante en otra conversación entre los dos que gira en torno a la misma cuestión.

Pero pese a pasar por alto que las vidas rutinarias y grises pueden transcurrir en los lugares aparentemente más divertidos, en Teoría y práctica de La Habana Rubén Gallo ha sabido abandonar los espacios eminentemente teóricos propios de su profesión de docente para lanzarse a las calles a descubrir las vidas de los demás.

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