Las damas del volei

Javier Valdés Delgado

05 de junio 2014 - 14:30

Pinar del Río/Aún recuerdo cuando era pequeño y oía hablar de las "espectaculares morenas del Caribe". Para quienes desconocen ese epíteto, quizás les parezca que hablo de un grupo de modelos en pasarela, pero no, me refiero al equipo cubano de voleibol femenino, que por la década de los noventa se mostraba prácticamente invencible.

Para llegar al estrellato fue determinante la asesoría de Eugenio George Lafita, quien acaba de fallecer a los 81 años y fuera elegido como el mejor entrenador de equipos femeninos del siglo XX por la Federación Internacional de voleibol. Bajo su dirección y a base de mucho trabajo y entrenamiento, las jugadoras cubanas ascendieron a las cumbres deportivas más deseadas, sumando medallas, premios y galardones.

El equipo había arrasado en tres olimpiadas, en Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sídney 2000, además de su triunfo en los Juegos Panamericanos de 1991 y 1995. En su palmarés tiene las dos Copas del Mundo de esos mismos años, y el podio más alto en los campeonatos mundiales de 1998 y 1999. Estos son apenas algunos de los múltiples logros de una escuadra que se había ganado muy bien su calificativo de espectaculares morenas del Caribe. Parecían imparables.

A pesar de los años que han transcurrido, aún puedo rememorar con emoción las narraciones de René Calama cuando mencionaba los nombres de algunas de las integrantes de esa generación, como Marlenis Costa, Regla Bell, Mireya Luis, Yumilka Ruiz o Regla Torres, elegida la mejor voleibolista del siglo pasado.

Pasaron los años y nos fuimos dando cuenta de que se habían acabado los éxitos. El voleibol cubano cayó en un precipicio del que no ha podido salir todavía. Parece que, ante cualquier intento de recuperación, algo empuja a nuestra selección nacional otra vez hacia el fondo. ¿Qué ha pasado?

El descalabro se debe a varios factores. Las jugadoras ya no participan en las ligas foráneas y las constantes bajas del equipo nacional por indisciplinas o por razones personales también conspiran contra la estabilidad y la permanencia de las atletas en activo.

Han contribuido a esa situación los frecuentes cambios de entrenador con sus disímiles tácticas y filosofías, como el paso al 5-1 en la estrategia de juego, cuando en la época dorada del equipo se había usado el 4-2. Otra razón pudiera ser el salto de ciclo de jugadoras que, con apenas 14 años, deben asumir la responsabilidad de una escuadra de mayores. Este elemento influyó en el recién finalizado torneo de la Confederación de Norte, Centroamérica y el Caribe (NORCECA), clasificatorio para el Campeonato Mundial de Italia y en el que Cuba ganó pero sin estar a la altura de otros tiempos.

El equipo cubano salió victorioso, es cierto, pero ¿qué nos dejó el torneo? El simple acto de calificar como rival de envergadura contra Trinidad y Tobago y de tener a seis jugadoras en las mejores ligas foráneas, suenan -con el perdón de esta selección- algo exagerado para nuestro historial.

Dice más que mil palabras la imagen de Mireya Luis abrazando al actual entrenador Juan Carlos Gala, luego de asegurar el boleto al Campeonato Mundial que se celebrará en Italia en septiembre próximo. Esta escena nos recuerda cuando Mireya era una de las espectaculares morenas del Caribe y abrazaba a su mentor Eugenio George, después de haber ganado en las olimpiadas.

En ese entonces había logros trascendentales que celebrar. Hoy la mera clasificación al campeonato mundial hace saltar las lágrimas.

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