Aquí no compramos nada

La advertencia no logra frenar a los vendedores que tocan a la puerta de las familias ofreciendo desde huevos hasta electrodomésticos. (14ymedio)
La advertencia no logra frenar a los vendedores que tocan a la puerta de las familias ofreciendo desde huevos hasta electrodomésticos. (14ymedio)
Zunilda Mata

02 de noviembre 2016 - 18:21

La Habana/En una intervención frente a empresarios extranjeros en la Feria Internacional de La Habana (Fihav), el ministro de Comercio Exterior, Rodrigo Malmierca, ha repetido la urgencia que tiene el país de recibir "altas tasas de inversión". Sin embargo, fuera del recinto ferial Expocuba apenas llegan los ecos de ese discurso y el mercado informal sigue marcando el ritmo de la vida.

Mientras la prensa nacional habla de cartera de oportunidades, la población cubana se sumerge en la ilegalidad para sobrevivir.

La retórica oficial vive un idilio con los inversionistas foráneos, pero hacia adentro el emprendedor local es visto con suspicacia por las autoridades

"En este edificio no compramos ni vendemos nada", reza un cartel a la entrada de un bloque de concreto con más de cien apartamentos ubicado en el municipio Plaza. La advertencia, colocada por el consejo de vecinos en colaboración con los militantes del Partido Comunista, no logra frenar a los vendedores que tocan a la puerta de las familias ofreciendo desde huevos hasta electrodomésticos. Ahora, solo deben hacerlo con mayor discreción.

La retórica oficial vive un idilio con los inversionistas foráneos, a los que quiere convencer de que la Isla es una buena plaza para instalar una industria, regentar un hotel o producir cigarros, pero hacia adentro el emprendedor local es visto con suspicacia por las autoridades. Con la ilegalización de la venta de ropa y calzado importados, la imposición de precios topados en los mercados agrícolas o la reciente paralización de la entrega de licencias para restaurantes privados, muchos pequeños empresarios han pasado a las redes ilegales para ofrecer sus productos. Solo les queda tocar de puerta en puerta y proponer su mercancía en voz baja.

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