Para atrapar al ciervo encantado

La actriz Mariela Brito habla del estreno de la obra 'Triunfadela'

Una escena de la obra 'Triunfadela'. (Ernesto Manuel López)
Una escena de 'Triunfadela'. (Ernesto Manuel López)
Luz Escobar

12 de marzo 2015 - 07:00

La Habana/El grupo teatral El ciervo encantado ha recientemente estrenado la obra Triunfadela que explora "la tradición cubana de actos, asambleas, marchas, concentraciones, reuniones, homenajes, aniversarios, desfiles, conmemoraciones, galas, abanderamientos, condecoraciones, plenos, chequeos, actividades político-culturales, revistas militares, congresos, mítines, movilizaciones, proclamaciones...". La actriz Mariela Brito protagoniza esta singular propuesta y habla con 14ymedio sobre varios temas de su trabajo.

Pregunta. ¿Cómo y cuándo llega al teatro?

Respuesta. Estudié teatrología en la Universidad de las Artes (ISA) de La Habana entre 1986 y 1991, aunque en realidad me interesaba más la actuación. Después me involucré con la revista Albur pero siempre pensé terminar trabajando como actriz.

P. ¿Y entonces se encontró con Nelda Castillo?

R. Sí, ella estaba todavía en el grupo Buendía y acababa de estrenar la obra Las ruinas circulares. Cuando la vi, me dije: esto es lo que yo quiero. Por ese entonces Nelda empezaba como profesora de actuación en el Instituto Superior de Arte, así que me acerqué y le pedí permiso para asistir a sus clases como oyente. Me gradué con aquel equipo, aunque esta vez sin diploma, y montamos la obra El ciervo encantado. Después, Nelda fundó su grupo en 1996 y le puso el mismo nombre.

P. ¿Fue fácil ese comienzo?

R. El grupo nació sin una sede, vagando de un lugar a otro. En el año 1997, cuando la Bienal de Artes Plásticas, encontramos en el ISA un espacio abandonado que había sido proyectado como aula auditorio pero que nunca se usó para eso. Se utilizaba como almacén y después lo fueron convirtiendo en un gran basurero. Una profesora de artes plásticas nos dijo: "Ahí hay un local que está lleno de bichos, pero si ustedes lo limpian lo pueden usar". Así que fuimos para allá y sacamos como tres camiones de basura. Nos quedamos once años en ese sitio, aunque cada curso intentaban botarnos.

"La obra crece en ese contacto con el espectador porque te devuelve una respuesta que puede ser verbal o no, por lo que cada función es diferente"

P. ¿Con Triunfadela mantienen la fórmula de no tener un texto preconcebido sino de crear la dramaturgia sobre el escenario?

R. Cierto, nunca trabajamos textos teatrales. Hacemos la obra en el escenario a partir de un tema que nos interese. Comenzamos con investigaciones y un entrenamiento específico del que va surgiendo la estructura del espectáculo, pero a partir del trabajo psicofísico del actor.

Se estudian todas las fuentes y, a partir de ese entrenamiento, se proponen posibles escenas mientras otras se van decantando, limpiando, filtrando... hasta que queda ya la estructura final. De esa manera, la obra no está fija, incluso cuando se estrena no termina la investigación, porque está viva. No trabajamos la dramaturgia porque nos encierra mucho, tiene un texto, acotaciones, un espacio, y nos interesa más descubrir ese posible texto.

P. ¿Y los espectadores cómo han recibido la propuesta?

R. Esta es una obra para venir a participar de un momento de comunicación y de expresión. Cuando uno logra eso, siente que ese momento está vivo. Y eso es lo gratificante. La obra crece en ese contacto con el espectador porque te devuelve una respuesta que puede ser verbal o no, por lo que cada función es diferente.

P. Un reto difícil utilizar todos esos textos y consignas con que nos atiborran por todos lados y no terminar con una obra aburrida...

R. Sí, era un peligro. Lo mismo pasaba con la obra Visiones de la cubanosofía, pues en ese momento tuvimos el reto de cómo tratar a Martí que ya está tan viciado, maltratado y vaciado. Ahora con Triunfadela se trata de textos extremadamente formales; pero el personaje es el que los salva, al traerlos a este contexto y darles una nueva dimensión. Escuchamos esas frases todos los días y nadie le pone atención, pero en el teatro la gente las escucha como si fuera por primera vez y se pregunta: ¿Qué está diciendo? Cada espectador se va con su propia lectura. Hay tantas lecturas como espectadores en la sala.

"Hay tantas lecturas como espectadores en la sala"

P. ¿Y cuál es la suya?

R. Para mí fue muy importante el estudio de la demencia abandonada. De esa cantidad de personas, en su mayoría de la tercera edad, que hay en la calle dando discursos enloquecidos, en un estado de depauperación triste. Personas que han trabajado toda la vida y de repente están abandonadas o deambulan por ahí. Hay zonas donde puedes ver auténticas concentraciones de enfermos mentales.

También está mi propia experiencia con el alzheimer de mi padre, cuyo mundo intelectual giró siempre en torno al periódico, los noticieros, todos los materiales que le daban por el partido, el sindicato, los CDR... Ese era su mundo intelectual y realmente él creyó toda su vida en ese proyecto y terminó enloquecido, dando esos gritos terribles. Fueron años muy intensos y de una experiencia de vida que necesitaba evacuar.

P. ¿Planes futuros?

R. Nelda y yo estamos pensando abrir más el proyecto, ser un poco más interdisciplinarios. Queremos ampliar el espectro invitando a gente de otras manifestaciones, trabajar con músicos. Aquí en este local de la calle 18 entre Línea y 11 en el Vedado, tenemos más condiciones técnicas, más espacio. Podemos programar con total libertad.

P. ¿Dos o tres palabras para resumir el trabajo de El ciervo encantado?

R. Compromiso, rigor, realización... no me gusta mucho esa palabra, pero es para mí un espacio de vida, de expresión y de comunicación.

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