La paz de Colombia, un proceso a dos velocidades

El Gobierno es optimista y considera que las negociaciones avanzan, mientras que las FARC opinan que la visión de Santos es una "ficción"

Jaime Ortega Carrascal

04 de septiembre 2014 - 19:20

Bogotá/(EFE).- El proceso de paz de Colombia se mueve a dos velocidades, la del Gobierno y la de las FARC, cuando han transcurrido casi dos años desde el inicio de las negociaciones en Cuba que han arrojado acuerdos en tres de los cinco temas de la agenda.

Por un lado, el Gobierno es optimista con los resultados obtenidos hasta ahora y considera que el proceso va "bien avanzado", en palabras del presidente Juan Manuel Santos, que ya ha comenzado a pensar en la estrategia para el postconflicto que se avecina. En el otro lado de la mesa, las FARC, que manejan unos tiempos diferentes a los del Gobierno y la sociedad colombiana, consideran que la visión de Santos es una "ficción" que crea "falsas expectativas", porque todavía no están en la recta final del proceso.

"Pareciera que la estrategia es hacer creer que el proceso de paz ha entrado en la recta final, en el mismo viejo esquema, carente de imaginación, de entender la paz como entrega de las armas, ahora subordinada al alto mando militar, y sin que se den los cambios sociales, económicos y políticos que reclama el país", señaló la delegación de las FARC en un comunicado el pasado lunes.

El Gobierno creó una subcomisión de militares de alto rango que se encargará de preparar el quinto punto de la agenda, el del fin del conflicto, que incluye un cese bilateral del fuego y la dejación de armas por parte de la guerrilla, y luego anunció que todo ese andamiaje lo coordinará un nuevo Comando de Transición, que será dirigido por el general Javier Flórez.

Las FARC respondieron con la idea de crear un "comando guerrillero de normalización", que deberá "estudiar el regreso de la fuerza militar a su rol constitucional y el desmonte de los batallones de contrainsurgencia", partiendo de su idea de que esta negociación no es un sometimiento suyo al Estado colombiano sino un diálogo en igualdad de condiciones.

"Hay dos intenciones radicalmente distintas, más allá de los intereses incompatibles que todo conflicto supone, y eso es lo que está complicando el proceso", dijo a Efe el experto político Vicente Torrijos, profesor de la Universidad del Rosario de Bogotá y miembro de la Comisión Histórica del Conflicto Armado, constituida el mes pasado en la mesa de diálogo.

El objetivo de esta comisión de 12 miembros, seis de cada parte, es ofrecer una visión multilateral, plural y neutral sobre el origen del conflicto que sirva de marco conceptual para el tema de víctimas, actualmente en discusión.

La intención del Gobierno de firmar la paz lo más pronto posible contrasta con la intención de las FARC de ganar tiempo para consolidarse tanto en lo político como en lo militar

Torrijos explica que la intención del Gobierno de firmar la paz con las FARC lo más pronto posible, ojalá este mismo año, contrasta con la intención de esa guerrilla de ganar tiempo para consolidarse tanto en lo político como en lo militar "y eso genera el choque conceptual en la negociación".

El máximo jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, ya descartó el pasado 11 de agosto la posibilidad de cerrar un acuerdo este mismo año, como aspira el presidente Santos, que fue reelegido por su compromiso con alcanzar la paz.

Si las FARC efectivamente deciden "cambiar las balas por los votos", como ha reiterado Santos, es probable que intenten retrasar la firma de un acuerdo hasta el segundo semestre del año próximo con el fin de aprovechar el momento para influir al máximo en las elecciones de alcaldes del 25 de octubre de 2015, pues es desde el poder local que pueden empezar a edificar su identidad política.

Antes de eso, las partes tendrán que concluir también el punto sobre víctimas, afectado por el ruido de las últimas declaraciones de la guerrilla contra la hoy congresista Clara Rojas, secuestrada durante seis años y cuya condición de víctima han pretendido negar de manera "denigrante", como lo definió en una protesta el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle.

En cualquier caso, y a pesar de los preacuerdos ya logrados sobre tierras, participación política y drogas y cultivos ilícitos, el proceso ha ido dejando para después temas sueltos, que las FARC llaman "pendientes" y "salvedades", que pueden dar pie, según Torrijos, a una segunda negociación que desemboque en una Asamblea Constituyente, aspiración del grupo guerrillero.

"El Gobierno piensa a corto plazo, en reformas coyunturales, pero las FARC piensan en refundar el Estado a partir de una Asamblea Constituyente", resumió sobre las diferencias que hacen andar el proceso a ritmos diferentes.

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