De la carestía a la obsesión por acumular cosas

Para entrar al garage de Bernardo, ingeniero de 65 años, hay que apartar los objetos que se acumulan hasta el techo. (14ymedio)
Para entrar al garaje de Bernardo, ingeniero de 65 años, hay que apartar los objetos que se acumulan hasta el techo. (14ymedio)
Lilianne Ruíz

26 de marzo 2016 - 16:59

La Habana/El garaje es una jungla de piezas, tornillos, arandelas, cajas de madera repletas de viejas partes de ventiladores, lavadoras y radios. Bernardo, de 65 años, es un acumulador compulsivo, que ha llenado su casa con todo lo que encuentra en la calle o le regalan los vecinos. Ahora, sus “tesoros” se han extendido hasta el local donde una vez guardó el auto Moskvitch que recibió por sus méritos como ingeniero eléctrico.

Cerca de una muñeca de la que solo queda el torso y la cabeza, hay un desvencijado sillón donde el jubilado se sienta a mirar sus últimas adquisiciones. “La gente bota y bota, pero cada cosa puede ser útil llegado el momento”, explica para justiificar su impulso de acumular desde bolsas desechables hasta bombillos ya inservibles. No sabe “cuándo ni para qué” va a necesitar algo de lo que guarda con celo y prefiere “mantenerlo, hasta que a alguien le haga falta”.

Detrás de la silla donde está sentado Bernardo se ve una montaña de zapatos viejos, varias cajas con botellas vacías, almanaques de años que quedaron atrás, cientos de amarillentos periódicos Granma, innumerables manuales de electrodomésticos que nunca tuvo, latas vacías y un enorme peluche al que le falta un ojo y que fue "de los primeros en venderse en el mercado racionado", recuerda el orgulloso propietario.

Al principio, su familia veía con buenos ojos la tenencia de piezas para reparar cualquier electrodoméstico, pero con el tiempo la compulsión de Bernardo se convirtió en un problema que lo ha ido aislando. “Cuando el Período Especial se hizo común que trajera lo que se encontraba en la calle, porque faltaban muchas cosas, pero ahora no quiere botar ni las cajas de fósforos vacías”, se queja el hijo, de 33 años y uno de los pocos que todavía entra en la casa, apartando cientos de vasos plásticos y envases desechables.

El Síndrome de Acumulación Compulsiva (SAC), también llamado Síndrome de Diógenes, tiene una alta presencia en una sociedad donde se han vivido largas carestías

La doctora Vivian M. González, licenciada en psiquiatría, detalla que la acumulación de objetos puede volverse un trastorno obsesivo. La especialista aclara que “guardar en casa durante años sacos de arena, cemento y otros materiales de construcción no es lo mismo, porque la persona sabe que en un futuro va a construir y tiene que acopiar”. En la sociedad cubana “la tendencia general es la de acumular para el futuro, porque se han vivido muchas limitaciones materiales”, agrega.

En los medios nacionales apenas se habla de la obsesión por acumular cosas que padece un número creciente de ciudadanos. A quienes se le pregunta sobre el tema justifican la necesidad de almacenar alimentos y otros productos para enfrentar así el desabastecimiento. Pero más allá de ser previsores, el Síndrome de Acumulación Compulsiva (SAC), también llamado Síndrome de Diógenes, tiene una alta presencia en una sociedad donde se han vivido largas carestías, aseguran varios especialistas consultados.

En el caso de Bernardo su atracción se remonta a la juventud cuando guardaba cualquier pieza de plomería que encontraba, como un grifo de agua o un pedazo de tubería, para darles mantenimiento y reutilizarlos. En la actualidad va por la calle agachándose a recoger todo aquello que “puede tener una segunda vida”, asegura. Entre las hazañas que cuenta con más orgullo está el haber encontrado una pieza de auto Lada, que “no se vende en ningún lado”, y que años después le hizo falta a un vecino. “Aquí hay de todo”, dice mientras señala una esquina repleta de objetos entremezclados.

El ingeniero retirado nunca ha buscado un terapeuta para que lo ayude a superar su propensión a la acumulación extrema, ni siquiera cree que padece un trastorno. “Solo guardo cosas para cuando me hagan falta”, asegura. Sin embargo las personas que lo rodean piensan bien distinto. Bernardo no solo ha desarrollado un apego excesivo a cualquier objeto, sino que puede volverse agresivo cuando algún familiar intenta desechar algo.

La doctora Vivian M. González explica que muchas personas hacen un “desplazamiento psicológico” y trasladan esos vínculos familiares o amorosos que perdieron hacia “las cosas u objetos que no tienen valor por sí mismos, sino un valor emocional que está asociado con experiencias vividas”. Cree que todos esos cachivaches, piezas y desechos son “testigos de su existencia y establecen con ellos lazos afectivos, con los que intentan muchas veces llenar la soledad o apartar la frustración”.

A mediados de los años noventa, cuando la crisis económica tocaba fondo, la mujer sorprendió a la familia sacando unas viejas latas de leche condensada de la época soviética

“Ya lo di por incorregible, así que no me meto”, comenta su hijo, quien desde hace una década se fue a vivir con su esposa lejos de la casa familiar. “Solo vengo los fines de semana para traerle algo de comida, pero siempre tengo el temor que me lo encontraré enterrado entre todas estas cosas”, lamenta.

A pocas casas de Bernardo, en la misma barriada de La Timba, vive una anciana de la que su nieta Malena no para de contar “las maravillas que hace con muy poco”. A mediados de los años noventa, cuando la crisis económica llevó al país a tocar fondo, la mujer sorprendió a toda la familia sacando unas viejas latas de leche condensada que conservaba desde la época del comercio con la Unión Soviética.

El armario de la anciana está repleto de envases de cristal vacíos y decenas de bolsas desechables. “Ella pasó años muy duros”, cuenta la nieta, que se ríe de los viejos pomos de champú, ya vacíos, que su abuela ha rellenado con agua coloreada y ha colocado en el baño. Sin embargo, la joven reconoce sentirse preocupada porque “esta manía cada vez va a peor y ahora no solo guarda recuerdos y objetos útiles, sino también basura” y “nos estamos ahogando entre tantas cosas”.

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