Por segundo año consecutivo, Granma cae en semifinales

El problema no es si el béisbol cubano está en crisis o si ha mejorado, sino su estructura y su espíritu, que a estas alturas ya no funcionan

el problema no es si el béisbol cubano está en crisis o si ha mejorado, sino su estructura y su espíritu, que a estas alturas ya no funcionan . (Radio Bayamo)
el problema no es si el béisbol cubano está en crisis o si ha mejorado, sino su estructura y su espíritu, que a estas alturas ya no funcionan . (Radio Bayamo)
Ernesto Santana

09 de febrero 2018 - 00:57

La Habana/Ahora vendrá la eterna discusión sobre los motivos que provocaron que Granma, tras coronarse por dos años consecutivos en la Serie Nacional, vaya al evento regional de béisbol y, luego de dar una buena imagen, caiga en la semifinal, con la diferencia de que en la Serie del Caribe anterior quedó en cuarto lugar y ahora en tercero.

Ya los Alazanes habían perdido ante las dominicanas Águilas Cibaeñas en un partido que no significaba mucho, pero que tampoco se regaló. La escuadra de Carlos Martí controló el juego durante cinco entradas con pizarra de 3-0, lo cual no era gran ventaja y mucho menos en el Estadio de Zapopan, donde la bola se aviva tanto.

Granma dejó jugadores en bases en cinco entradas e incluso en tres de ellas había hombres en posición anotadora, pero el quinto inning fue el decisivo, cuando dejó las bases llenas. Martí, con un banco lleno de buenos emergentes, prefirió dejar batear a Frank Camilo Morejón, que había brillado a la ofensiva en el encuentro anterior pero cuyo fuerte no es el ataque, aunque tenga a veces buenos momentos al bate. No incrementar el carreraje en ese quinto capítulo decretó a la larga el naufragio.

"Si el bateo responde, nosotros podemos ganar la Serie", había asegurado antes el mentor cubano. Y no respondió el bateo. No respondieron Yurisbel Gracial, ni Alfredo Despaigne ni Guillermo Avilés. Y en el banco no parecía que estuvieran algunos de los mejores bateadores del país. Pero Martí, que se sentía tan sólido con solo 11 lanzadores, vio cómo tampoco el bullpen, que creyera tan infalible —al punto de no incluir en su staff a José Ángel García—, le respondía.

"Si el bateo responde, nosotros podemos ganar la Serie", había asegurado antes el mentor cubano. Y no respondió el bateo

Por supuesto, si los Alazanes hubieran triunfado, ahora no se insistiría en esos puntos y la mayoría diría que el veterano mánager "confió en sus hombres y ellos respondieron a la hora precisa". Pero lo que ocurrió fue una derrota en el desafío crucial. Un revés estratégico sazonado con varios deslices tácticos. Para colmo, después de un desempeño sin pifias a la defensa, los cubanos cometieron error cuando más caro podía resultar. Para colmo, las Águilas Cibaeñas, el equipo con la peor defensa en el torneo, cometió cuatro errores que los cubanos no supieron aprovechar lo suficiente.

Dejarlo más tiempo a Lázaro Blanco, después de un gran desempeño, significó que los dominicanos se pegaran 3-2. A partir de ahí comenzó el desplome del pitcheo de relevo. Miguel Lahera no pudo resistir. La confianza en Raidel Martínez no funcionó. ¿Quién no pensó en ese momento en el Barbero de Guanajay? Los críticos de Martí deben andar en efervescencia.

En definitiva, se pueden mencionar problemas más generales del béisbol nacional, algunos de los cuales son señalados una y otra vez. Como la necesidad de especializar el pitcheo, de estructurarlo con mayor eficacia, de manejar a los lanzadores de un modo más racional y dinámico, dejando fuera todo tipo de improvisación. Como la urgencia de cambiar nuestra zona de strike. "¿Hasta cuándo seguirá sufriendo el pitcheo cubano con el tema de la zona?", se pregunta un analista.

Se habla de que había una gran paridad entre los equipos y que todos los elencos han tenido una etapa baja. La tuvieron las Águilas, que habían perdido 11 juegos seguidos y nadie daba como finalistas. La tuvo el equipo mexicano de los Tomateros, que, después de haber sido favoritos, se convirtieron en la gran decepción cuando fueron los primeros en quedar fuera del podio.

A nadie se le ocurre imaginar que alguna autoridad gubernamental extranjera se reuna con un equipo derrotado para analizar las causas de la batalla perdida

Según un comentarista deportivo de la televisión nacional, a nadie se le ocurre decir que el béisbol dominicano o el mexicano están en crisis, como se asegura del cubano. Claro, tampoco a nadie se le ocurre imaginar que alguna autoridad gubernamental se reúna con ellos, o con cualquier otro equipo derrotado, para analizar las causas de la batalla perdida.

El problema no es si el béisbol cubano está en crisis o si ha mejorado, sino su estructura y su espíritu, que a estas alturas ya no funcionan como cuando nuestros peloteros se imponían contra estudiantes y atletas aficionados y se creían guerreros invictos de Fidel Castro, una estructura y espíritu que ahora intentan reciclarse como un novedoso producto de exportación en beneficio de los gerentes gubernamentales y del Estado, no en favor de los propios deportistas y aficionados.

Aunque pase por alguna crisis, el béisbol de República Dominicana, de México o de Puerto Rico no está obligado a reestructurarse a fondo. Para desarrollarse más no necesitan independizarse del Estado, ni les hace falta despolitizarse para recuperar la salud perdida, como precisa la pelota cubana desesperadamente.

Eso lo saben los aficionados más esclarecidos y por eso no les importan mucho los detalles técnicos, los problemas con "el juego chiquito", las justificaciones y los análisis supuestamente "profundos" de los comentaristas del Sistema Informativo de la Televisión Cubana.

Lo que les importa es lo que ven: cómo incluso cuando logra hacer al principio un buen papel, casi cualquier selección cubana termina derrumbándose, acaba desnudando escandalosamente sus debilidades, más allá de los mentores, más allá de la fuga de peloteros, más allá de la indiferencia o del apoyo multitudinario de los aficionados.

Siempre la misma película: un abanderamiento solemne antes de la batalla de turno, una despedida llena de fervor patriótico, la ridícula imagen de "con el escudo o sobre el escudo", y luego el regreso callado, con la cola entre las piernas, como perro apaleado.

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