Matthew y el olvido se conjugan contra La Máquina en Guantánamo

Las afueras de Baracoa tras el paso del huracán Matthew. (EFE)
Las afueras de Baracoa tras el paso del huracán Matthew. (EFE)
Yunier Reyes

07 de octubre 2016 - 21:47

Baracoa/"Aquí no quedó un solo techo que no se llevara el viento", comenta Jorge Luis, poblador de La Máquina, una de las zonas más pobres de Cuba en el territorio de Maisí, Guantánamo. A unos 300 metros por encima del nivel del mar, los residentes del apartado paraje aseguran que tras el paso del huracán Matthew a la zona todavía no han llegado las primeras ayudas gubernamentales.

"Nos escondimos en el baño de la casa", recuerda este campesino que nació en el punto más oriental de la Isla y asegura nunca haber visto nada como lo ocurrido durante la noche de este martes. "Todo se doblaba con el viento y la presión era tan fuerte que me costaba trabajo tragar mi propia saliva", explica. "Fueron más de seis horas en que no pudimos ni movernos", rememora con temor.

Los vecinos del lugar siempre han mirado con cierta envidia a la vecina Baracoa. "Ellos por lo menos tienen turistas que vienen y les dejan algo de dinero, pero por aquí no pasa nadie. ¿A quién le iba a interesar ver este pueblo donde no hay nada?", se cuestiona el hijo mayor de Jorge Luis, que se dedica a ayudar a su padre en las labores agrícolas. El joven cree que "las donaciones lloverán" sobre la villa primada, pero "de ahí a que lleguen hasta aquí, va un largo trecho".

"Todo se doblaba con el viento y la presión era tan fuerte que me costaba trabajo tragar mi propia saliva", explica un vecino

El peligroso tramo de carretera que une a Cajobabo con La Máquina y Punta de Maisí no es transitable en estos momentos para los vehículos, pero familias enteras se atreven a emprender la ruta sorteando las piedras y los trozos de concreto y asfalto que se han despegado de la vía. Van en busca de víveres a los poblados más cercanos, en una caminata que la necesidad acelera.

Jorge Luis hizo un trozo del trayecto en la tarde de este jueves con un saco vacío sobre el hombro. "Tengo que conseguir unas viandas porque ya se nos acabó la comida", asegura. En casa de unos primos le dieron algunos boniatos y un trozo de carne de cerdo salada. "Con esto iremos tirando hasta que empiecen a distribuir comida", se ilusiona.

"El café está muy afectado", cuenta el campesino,y también las comunicaciones por teléfono y el servicio eléctrico siguen sin funcionar, pero estos dos últimos problemas no parecen preocupar mucho a Jorge Luis. "Hemos vivido siempre con muy poco. En mi casa apenas podemos encender un bombillo de vez en cuando porque el voltaje siempre ha sido muy bajo".

Las primeras aceras con las que contaron en La Máquina se fundieron el pasado año y "ya están deterioradas porque los constructores se robaron parte de los materiales", explica el guantanamero. Con las lluvias de Matthew todo el lugar ha quedado convertido en un lodazal por el que solo se puede transitar con botas de goma. Los niños viajan en los hombros de sus padres y las bicicletas apenas logran avanzar con el fango.

En Punta Caleta, el sitio por donde Matthew entró a la Isla, "no queda ni donde amarrar la chiva", ironiza un agricultor

En Punta Caleta, el sitio por donde Matthew entró a la Isla, "no queda ni donde amarrar la chiva", ironiza el agricultor que tiene parientes también en esa zona. "Ahí hasta los árboles fueron arrancados de cuajo". Los puentes de la región están también seriamente dañados, lo cual impide la entrada de brigadas de mantenimiento y de cualquier abasto de alimentos.

Las lluvias intensas han dañado la región y el Río Seco ha negado su nombre y muestra en la actualidad una crecida que mantiene incomunicados a los pueblitos de la zona. "Con la falta que nos hacían las lluvias, pero no así, la verdad, no así", reflexiona Jorge Luis y avanza sorteando obstáculos hacia Cajobabo. A ambos lados de lo que una vez fue una carretera las palmas están aplastadas contra el suelo, como si un gigante hubiera pasado sobre ellas.

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