Se legaliza la venta privada de la prensa oficial

Es necesario pasar un curso de tres días antes de formalizar el contrato y la licencia para poner un estanquillo por cuenta propia. (14ymedio)
Es necesario pasar un curso de tres días antes de formalizar el contrato y la licencia para poner un estanquillo por cuenta propia. (14ymedio)
Miriam Celaya

09 de marzo 2017 - 13:31

La Habana/Sobre una de las paredes laterales, en el interior de una pequeña caseta de prensa de la avenida 26, en Nuevo Vedado (La Habana), un insólito cartel anuncia: "Este estanquillo pasó a cuenta propia".

El hecho es singular. El anciano cuentapropista tras el mostrador se muestra naturalmente cauto. El instinto de supervivencia ha enseñado a los cubanos a desconfiar de quienes preguntan demasiado, en particular cuando en ello se juegan la relativa seguridad de algunos ingresos monetarios adicionales para redondear los magros ingresos de su jubilación.

No obstante, al entablar una conversación informal siempre surge alguna información, pequeños datos que, al menos en principio, permiten afirmar que se ha iniciado un nuevo experimento secreto por parte del Estado-Partido-Gobierno: el proceso de privatización legal de la venta de la principal arma ideológica de la revolución: la prensa.

La veracidad de la información que incluye la comercialización de la prensa oficial como actividad por cuenta propia, fue confirmada a este diario por Yordanka Díaz, directora de la Empresa de Correos de Cuba Habana-Centro

Resulta notorio, además, que este hecho se esté produciendo a tres escasos meses del deceso del insigne creador del monopolio informativo, apenas secadas las últimas lágrimas de utilería de sus fieles y en medio de constantes invocaciones "a su memoria, a su legado y a su obra", por parte de esa propia prensa. Nadie puede ignorar que el colosal aparato de prensa castrista, y en especial el periódico Granma, era la niña de los ojos de Fidel Castro, quien durante décadas lo dirigió desde su oficina, a donde se lo llevaban diariamente a través del túnel que comunica el edificio del Granma con el Palacio de la Revolución, para su aprobación final antes de llevarlo a la imprenta.

La veracidad de la información acerca de la nueva gestión que incluye la comercialización de la prensa oficial como actividad por cuenta propia, fue confirmada a este diario por Yordanka Díaz, directora de la Empresa de Correos de Cuba Habana-Centro, en el municipio Plaza de la Revolución. "Es necesario pasar un curso de tres días, después se hace el contrato y entonces el trabajador debe ir a la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) para organizar el tema de la licencia".

La funcionaria agregó que en el municipio bajo su gestión hay al menos tres plazas aún libres para gestionar un estanquillo de periódicos. Hasta el momento los que han ocupado las anteriores vacantes han sido jubilados o amas de casa que se reinsertan en la vida laboral.

Aunque el recelo del vendedor del estanquillo de la Calle 26 no le permite revelar muchos detalles, resulta obvio que le satisface más su nueva condición de trabajador por cuenta propia que la anterior, como empleado estatal. "Antes el Estado me pagaba un salario de 120 pesos mensuales; ahora le debo entregar yo 10 pesos diarios. El precio de venta del periódico sigue siendo de 20 centavos en moneda nacional, así que yo tendría que vender 300 periódicos para ganarle 3 pesos, pero la gente 'me ayuda'. Hay quienes me dejan un peso o 50 centavos. El Estado no tiene que pagarme un salario, sino que me cobra 300 al mes; ellos ganan, yo gano más ahora... Y todos contentos".

El Estado no distribuirá los periódicos a los estanquillos bajo modalidad de "cuenta propia", lo cual es otra ventaja, pues se libera de los costos de transportación

El estanquillero no confiesa que, en realidad, su ganancia mayor está en la ya establecida práctica de venderle al por mayor a los revendedores callejeros, que no cuentan con licencia alguna; o en la distribución informal a domicilio, donde hay una tarifa fija mensual mínima de 30 pesos, que puede ser superior si el cliente recibe más de un periódico diario. No se trata de un negocio que permita ganancias significativas, pero tampoco requiere de muchos esfuerzos ni de una gran inversión, y ayuda a servir la mesa.

Otra novedad es que el Estado no distribuirá los periódicos a los estanquillos bajo modalidad de "cuenta propia", sino que los vendedores se encargarán de recogerlos y transportarlos por sus propios medios a la caseta de venta, lo cual es otra ventaja para el Estado pues se libera de los costos de transportación desde el combinado poligráfico hasta los estanquillos, dispersos por toda la ciudad. También existe una asignación fija de periódicos para cada vendedor, a fin de evitar acaparamientos.

El vendedor se va tornando más locuaz a medida que avanza la charla. "Dicen que van a reparar los estanquillos, que están en muy mal estado. Se habla de que van a arreglar los techos y a pintarlos, pero eso no sé si será seguro. Los estanquillos son de ellos, la venta es mía".

"Eso sí, sólo puedo vender periódicos. Ni revistas, ni libros, ni almanaques ni nada por el estilo", explica el viejo. "Pero está bien, no me quejo. Siempre es más fácil salir de los periódicos, que eso lo compran mucho más que las revistas. La gente compra incluso los periódicos viejos... Imagínese, ¡cómo no se van a vender con lo difícil que está conseguir papel higiénico!".

A estas alturas todo tiene cierta lógica, aunque parecería cuando menos paradójico que el hermético monopolio de prensa –tan puro, tan anticapitalista, tan marxista– haya cedido al menos una parte de la comercialización de esta importante "trinchera" al sector privado, incluso tratándose de una actividad tan humilde y de pocas ganancias como la venta de periódicos, usualmente asumida por ancianos jubilados u otras personas de bajos ingresos.

Sin embargo, tomando en cuenta la calamitosa situación de la economía y los elevados costos que se derivan de esta arcaica manera de divulgar información, al Estado le urge explotar cualquier forma de aligerar el lastre que se deriva del sostenimiento de un monopolio de prensa impresa, en un país donde el limitado y costoso acceso a Internet, unido a la imperiosa necesidad de controlar la información por parte del Gobierno, impide la digitalización absoluta de los medios.

De esta manera el Gobierno está atado a su propio nudo gordiano: el monopolio de prensa y el irrisorio acceso a internet son imperativos para el poder si quiere mantener a la población desinformada o mal informada, sin otras fuentes alternativas de indagación en torno a lo que sucede en el mundo e incluso dentro del país, y sin la posibilidad de contrastar las noticias que ofrecen los medios oficiales. Pero a su vez ello obliga al Gobierno a sostener una incosteable industria de la prensa en medio de una crisis económica que dejó números negativos en 2016 y amenaza con un 2017 aún más infausto.

Al permitir la venta de la prensa como actividad no estatal, el Gobierno no ha hecho más que legalizar otro rubro del mercado negro, puesto que desde muchos años atrás y hasta hoy ha existido la venta privada

En realidad el proceso de racionamiento de la maquinaria de prensa oficial viene mostrando señales desde tiempo antes. Recientemente el principal periódico del país, Granma, que solo cuenta con cuatro hojas (ocho planas) renovó su viejo y recargado diseño, no tanto para mejorar su calidad de impresión y su presentación –que siguen siendo estéticamente deplorables– como para economizar tinta. También desde hace largo tiempo existe una edición única, de tirada nacional.

Ahora, al permitir la venta de la prensa como actividad no estatal, el Gobierno no ha hecho más que legalizar otro rubro del mercado negro –un fenómeno que ha signado toda la "lista" de lo reglamentariamente permitido para el sector privado–, puesto que desde muchos años atrás y hasta hoy ha existido la venta privada (ilegal) de la prensa oficial por parte de ancianos y menesterosos que, sin disimulos y a cara descubierta, pregonan a toda voz los titulares y venden sin sobresaltos en plena vía al precio de un peso en moneda nacional. En síntesis, ha quedado legalizado el mercado negro de la prensa oficial.

Curiosamente, esta nueva modalidad de cuentapropismo no ha sido reseñada por la propia prensa oficial, aunque se trata de una noticia de un claro significado simbólico.

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