La pionera Lorena

Casi medio siglo después, los niños que comienzan estudios en las escuelas cubanas siguen obligados a repetir su anacrónica consigna
Alumnos de escuelas cubanas. (14ymedio)
Leandro Cansino

19 de noviembre 2016 - 13:49

Estocolmo (Suecia)/Lorena ya cumplió cinco años. Cuanta emoción del primer día escolar. Lleva días mirando su uniforme rojo y blanco perfectamente planchado y listo para llevar a la princesa a su primer día de clases. Ya es lunes y Lorena ayer casi no durmió de la emoción, toma su desayuno humilde, pero no le importa, su mente está centrada en su primera experiencia escolar. Qué suerte tuvo, le tocó la maestra Ana, la de mejor reputación en la zona, tanto por su profesionalismo como por su ternura al enseñar. Parece uno de esos días donde todo se transforma en rosa.

Qué linda, Lorena. Está sentada justo en medio del aula, sus piececitos de angel no llegan al piso, ella mece sus piernas de alegría, mira a su alrededor y ve a sus compañeritos de aula, algunos conocidos y otros nuevos, pero ella casi le sonríe a todos, su cara feliz es de bienvenida y, qué suerte, justo en la pared de su derecha cuelga un retrato de Camilo con su barba imponente y sonriéndole. ¡Lorena no puede sentirse más feliz!

Pasan los meses y Lorena ya sabe qué son las vocales y las consonantes, además aprendió a dividir en sílabas y hasta mezcla colores primarios y dibuja un bello sol. Es de las inteligentes y acepta cualquier reto, lo que no sabe lo pregunta, no tiene miedo a equivocarse, es la encargada del mural del aula al que no le cabe más un verso de Martí que su mamá a fuerza de lápiz le ayudó a escribir, ella ni los mira ya que se los aprendió de memoria y puede recitarlos todos y cuando lo hace le sale del corazón. Ella es brillante, es una bendición.

Lorena es la encargada del mural del aula al que no le cabe más un verso de Martí que su mamá a fuerza de lápiz le ayudó a escribir, ella ni los mira ya que se los aprendió de memoria

Betty es la madre de Lorena, ama de casa, muy celosa con el hogar. Sufre de un cóctel de enfermedades lentas y dolorosas que no le permiten trabajar, pero no tiene ningún seguro laboral porque eso en su vida nunca existió. Aún así es muy culta, le gusta plantar flores y desarrollar nuevas técnicas. Su jardín es la envidia de todo el barrio.

Qué contarles de Pablo, el padre de Lorena y feliz esposo de Betty. Llevan muchos años juntos y él nunca las abandonó a pesar de los achaques de su mujer. Pablo, o Paco como le dicen en el barrio, es un hombre de familia, ama su hogar. Es ingeniero industrial, aunque hace tiempo atrás bajó el orgulloso título que colgaba en la pared pues fue despedido de su empresa al creer que la libertad de expresión y el Partido Comunista iban de la mano, aquel libro le engañó. Pablo está fuera de liga, es una enciclopedia en vida, pero en ninguna parte lo contratan pues está infectado con problemas ideológicos incurables. Su nueva industria es ahora una bicicleta china de 28 pulgadas diseñada milimétricamente a la perfección para vender escobas, trapeadores y cepillos artesanales. No es un tipo fornido de manos ásperas ya que siempre aguantaron el poder de su lápiz y regla pero ya se le ven las heridas y callos del esfuerzo. Aún así, Pablo es un luchador, tiene solo una meta: el futuro de su familia, cueste lo que cueste sin espejos retrovisores para mirar atrás.

Lorena ya lleva tiempo en la escuela, se adaptó muy fácilmente y ya ha pasado de grado con notas dignas de un aplauso eterno. Ella está muy centrada en sus estudios, todo le interesa y aún en esas clases aburridas de Historia de Cuba ella se imagina las batallas en los campos de la Isla defendiendo la tierra del santificado enemigo invasor.

Lorena casi pasa por desapercibido, pero sus zapatos están rotos, es como si de repente quisieran hablar y se les abre esa boca a ambos lados del frente descubriendo el color de sus medias, ella ve cómo crece cada día más ese roto maldito. Ya no quiere salir al recreo y muchísimo menos patear la pelota, tiene miedo que se le rompan los zapatos y la vergüenza a la vez. En el aula, junta con todas sus fuerzas la punta de sus piececitos, ya no los balancea como antes, ya Lorena dejó de visitar por mucho tiempo la pizarra y, aunque conoce la respuesta de los ejercicios de matemática, sus zapatos rotos logran frenar su impulso, pero Camilo aún le sonríe y en esa sonrisa del capitán tranquilo encuentra consuelo por ratos.

Lorena casi pasa por desapercibido, pero sus zapatos están rotos, es como si de repente quisieran hablar y se les abre esa boca a ambos lados del frente descubriendo el color de sus medias

Lorena no le cuenta a sus padres, ya notó que ellos se habían dado cuenta semanas atrás y sabe que por el momento no hay posibilidades de jubilar sus zapatos. Recuerda a su papá llegar días atrás a la casa casi de noche bajo tremendo aguacero en su bicicleta, todo mojado el pobre Paco. Betty le lanzó casi olímpicamente una toalla y preparó un rico café. En su billetera mojada, Paco sacó una multa ridículamente astronómica que le impusieron por no poder justificar en papel el alambre oxidado que envolvía las pencas de las escobas, Paco debe pagar ahora la misma cantidad que ganaba como ingeniero en seis meses de trabajo. Lorena no entiende aún que quienes le pusieron esa multa a su papá fueron los mismos que defienden al pobre trabajador del enemigo opresor esclavista.

Ana, tan linda persona, entiende todo lo que pasa con sus alumnos sin tan siquiera preguntar. Todos los padres buscan a sus hijos en la tarde y ella puede interactuar con todos un ratico, entiende la situación de Lorena y familia, pero al no poder ayudar prefiere echarse polvo de tiza en los ojos, así ni ve ni ven sus lágrimas porque Ana es muy sensible y siente como si sus alumnos fueran sus propios hijos.

Lorena se hace muchas preguntas para sí, aunque no entiende nada y sabe que hay cosas que son de mayores, pero no puede evitar ver cómo Rita, su amiguita de trenzas largas, con adornos plásticos de colores que llenan su cabeza, asiste a la escuela con un par diferente de bellos zapatos cada día y, por si fuera poco, lleva una mochila en azul brillante y lee Disney, además lleva lápices de colores de nombre desconocido ya que en español no parecen estar grabados.

Es curioso, pero la madre de Rita es criticada por muchos, en conversaciones descuidadas ella ha escuchado que da besos y abrazos a hombres de nacionalidad desconocida y hasta hace llamadas telefónicas de un teléfono que es solo de ella y no usa cables. Todo el mundo se asombra y, aunque la critican a sus espaldas, todos la respetan y hasta le sonríen.

Lorena ya se cuestiona si realmente ella está viviendo la edad de oro o leyó el libro mal cuando apenas podía leer correctamente. Todo pasa a su alrededor, menos sus zapatos rotos, que parecen que le van a acompañar por largo tiempo.

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