La sequía y la negligencia aumentan los incendios forestales

Incendio forestal en la Ciénaga de Zapata. (Ecuasiva)
Incendio forestal en la Ciénaga de Zapata. (Ecuasiva)
Orlando Palma

31 de mayo 2015 - 10:56

La Habana/Néstor Pérez vio las llamas del incendio forestal desde su finca. Un fuego que se inició el pasado 20 de mayo en la cordillera de Guaniguanico y provocó una columna de humo que subía hasta el cielo. Al amanecer del otro día todo estaba rodeado de niebla y cenizas, las llamas devoraron decenas de hectáreas de una de las zonas de mayor biodiversidad de Cuba.

Según este agricultor residente en el municipio de San Juan y Martínez (Pinar del Río), “la sequía es intensa, es común que esto suceda y la causa más frecuente es la acción humana”. La intuición del campesino coincide con los llamados en los medios oficiales a extremar las medidas para salvaguardar nuestros bosques en condiciones de extrema sequedad.

La sequía, las descargas electrostáticas naturales y la negligencia humana son las causas más comunes de los siniestros de este tipo. Según las estadísticas del cuerpo de guardabosques, se produce el 60 por ciento de los incendios forestales del año en los meses de sequía, que concluye en mayo. En cuanto a la negligencia, no hay temporada fija.

“Lo fundamental en la protección del medioambiente no es el trabajo represivo, sino la prevención, la educación"

El año pasado, 303 incendios forestales afectaron 2.710 hectáreas, con un daño a la economía superior a 19 millones de pesos, según la edición de 2014 de Panorama Económico y Social de Cuba. Un reportaje publicado la semana pasada en el periódico Juventud Rebelde mostró un alarmante aumento de estos siniestros, pues en los cinco primeros meses transcurridos de 2015, se ha registrado 452 incendios forestales.

La solución, sin embargo, no parece estar sólo en el castigo legal a los negligentes. La Ley 81 del Medio Ambiente y los decretos derivados penalizan a quienes de manera accidental o intencional provocan un incendio forestal. Marcos Crespo Aceval, jefe provincial de guardabosques en la provincia de Pinar del Río, explicó en la televisión nacional que la penalización es mínima “en comparación con el daño” provocado. Por eso, agregó, “lo fundamental en la protección de los recursos y el medioambiente no es el trabajo represivo, sino la prevención, la educación, crear una conciencia en la población”.

Una práctica peligrosa muy extendida entre los agricultores cubanos es la eliminación a través del fuego de los restos de cosechas o el desmonte de áreas invadidas por la maleza. Odelqui Rojas, residente a las afueras de la ciudad de Cienfuegos, explica a 14ymedio las razones que llevan a muchos campesinos a valerse de las llamas para “limpiar sus campos”.

“Desmontar un campo de marabú, lleno de espinas y bichos, es una tarea que se las trae. Si le metemos candela primero, el trabajo se hace más llevadero"

“Desmontar un campo de marabú, lleno de espinas y bichos, es una tarea que se las trae”, explica Rojas. “Si le metemos candela primero, el trabajo se hace más llevadero, aunque sigue siendo difícil. No le deseo esa labor ni a mi peor enemigo, porque es muy dura”, agrega. Varios campesinos de la zona que recibieron tierras en usufructo usan ese método para limpiar sus parcelas porque no tienen las maquinarias necesarias para hacerlo de otra forma.

Pocos agricultores se atienen a las normas técnicas para la aplicación del fuego a pastizales y sembrados recogidas en un manual realizado por el Ministerio de la Agricultura. Según estas orientaciones, de obligatorio cumplimiento, el fuego “debe hacerse en el horario de cinco de la tarde a diez de la mañana, con clima estable y vegetación seca; si el terreno es una pendiente se comienza la quema por arriba y con el viento en contra, si es un área grande debe hacerse por pequeñas fajas, además de cavar zanjas para atrapar las llamas que puedan rodar…”

La falta de rigor en la aplicación del fuego con fines agrícolas se incluye entre las negligencias que el cuerpo de guardabosques intenta reducir este año. Una pequeña llama fuera de control puede mermar uno de nuestros recursos naturales más valiosos.

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