Todos se mueven, menos La Habana

El eterno dilema entre ética y realismo político genera matrices de opinión muy polarizadas en el caso de Cuba

Plaza de la Revolución. (14ymedio)
Plaza de la Revolución. (14ymedio)
Julio Aleaga Pesant

29 de mayo 2014 - 20:36

La Habana/El Papa Juan Pablo II, durante su exitosa visita a Cuba en el lejano 1998 dijo "que Cuba se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba". Sus sabias palabras quedan como exergo para los tratadistas de las relaciones políticas y económicas del Gobierno cubano con el mundo. Algunos llegaron a interpretar que tanto el embargo norteamericano como la Posición Común europea se levantarían en proporción directa y en la misma medida que el gobierno insular abandonara el aislacionismo y las violaciones de los derechos humanos, además de abrazar la democracia política y la libertad económica.

No les falta razón. Son muchos los que piden a unos u a otros, por separado o en conjunto, pero sobre todo de manera unilateral, que levanten las sanciones contra el Gobierno cubano, para que este avance en las reformas. Hay quienes justifican esta posición por el realismo político. Mientras, otros afirman que la inversión, el crédito y el restablecimiento de relaciones, además de hacer negocios, aumentan la posibilidad de intervenir en el futuro político de la ínsula.

Todas estas propuestas obvian lo más importante: La Habana no se mueve un milímetro. Pero, cuando lo hace, es para perpetuar el modelo de monarquía absoluta, imitando así a Corea del Norte o Siria, que apoyan al terrorismo y aplican políticas genocidas contra sus propios ciudadanos. No es casualidad que el Gobierno cubano enviará armas ofensivas a Corea del Norte, lo que provocó una condena de las Naciones Unidas por poner en peligro la seguridad del Canal de Panamá con ese cargamento.

La nueva Ley de Inversiones, supuestamente estimulante para extranjeros, decepcionante para los cubanos, mantiene el eterno y escalonado apartheid sobre los nacionales. El cautiverio del contratista norteamericano Alan Gross o los flamantes acuerdos estratégicos sobre inteligencia, firmados con Rusia por el Coronel Alejandro Castro Espín, indican que la política se mueve, pero para mantenerse quieta.

La Habana no se mueve un milímetro. Pero cuando lo hace es para perpetuar el modelo de monarquía absoluta

Sin embargo, la carrera por el posicionamiento en la Mayor de las Antillas ha comenzado, como lo indica la visita a Cuba de la Cámara de Comercio de EEUU, que se sitúa dentro del ámbito más amplio de la competencia con México, la Oderbrecht brasilera, o las ayudas de la Unión Europea.

Diez años atrás varios gobernadores estadounidenses también visitaron La Habana, aquella vez para la Feria Internacional. Venían a vender sus productos. Hoy las compras totales a los norteamericanos son inferiores al 25% de los primeros contratos. Veinte años de Sol Meliá administrando y construyendo hoteles en la isla trajo pingües ganancias a la empresa española, pero no posibilitó el mejoramiento de las condiciones laborales, el fortalecimiento del sindicalismo libre o la modernización de la sociedad, como la presencia de la francesa Peugeot, no facilitó el aumento del parque de tractores en manos de los campesinos.

En ambos y otros muchos casos, la lógica aperturista solo favorece el fortalecimiento del Estado y un mayor compromiso con la dictadura. Un ejemplo de esos compromisos es el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, que comparó a los defensores de los Derechos Humanos en Cuba con los ladrones de Sao Paulo. Pero esa lógica también implica mayores recursos para el esfuerzo represivo, y el nacimiento de nuevas líneas de corrupción dentro del Estado y el partido en el poder. Recuérdese el caso del inversionista armenio Tomakjian condenado en Cuba por sus irregularidades financieras.

Las iniciativas para el desarrollo y la solución de los conflictos son suelas indispensables en los zapatos de la postmodernidad

No obstante, las iniciativas para el desarrollo y la solución de los conflictos son suelas indispensables en los zapatos de la postmodernidad. Pero ¿qué pasó cuando a principios de su primer mandato, el Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, buscando un nuevo escenario en la relación entre EE.UU y Cuba, autorizó a los gestores de los cables submarinos de comunicaciones a que brindaran el servicio al Gobierno de la Isla? Sencillo, los Castro Ruz le tiraron la puerta en la cara.

No hay nadie autorizado para indicar a los actores internacionales cómo actuar con la dictadura que amarga a mi país. Cada uno de ellos tiene intereses particulares, tan respetables como los nuestros. Pero añoro los días en que Argentina y Costa Rica, apoyaban a los sandinistas en su enfrentamiento al somocismo en Nicaragua, la Internacional Socialista hacia lo mismo con la Concertación chilena o el PSOE en España. México se escandalizaba porque el franquismo fusilaba a tres terroristas etarras, y llevaba el caso al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Estados Unidos, agradecía a Juan Carlos cuando dijo ante su Congreso que sería el Rey de todos los españoles, mientras Moscú apostaba por elecciones democráticas en Madrid, y el mundo embargaba económica y políticamente a Suráfrica, por la violación de los derechos humanos.

Y eso... también fue realismo político.

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