El fidelismo propició el regreso del anexionismo

Fidel Castro y Richard Nixon en 1959, antes de que se rompieran las relaciones con EE UU. (Archivo)
Fidel Castro y Richard Nixon en 1959, antes de que se rompieran las relaciones con EE UU. (Archivo)
Pedro Campos

20 de octubre 2016 - 10:16

La Habana/Desde mediados del siglo XIX se desarrolló en Cuba la corriente anexionista, fuera para salir del colonialismo español, garantizar la continuidad de la esclavitud o por simpatías con los aires de libertad, independencia y democracia que soplaban desde aquella nación con la que siempre tuvimos importantes vínculos.

Baste recordar que la bandera del triángulo rojo y la estrella solitaria, que trajo a Cuba el anexionista Narciso López es nuestra enseña nacional y que Carlos Manuel de Céspedes, a poco tiempo de iniciada la Guerra del 68, escribió al secretario de Estado de EE UU, W. H. Seward:

"Al acordarnos de que hay en América una nación grande y generosa, a la cual nos ligan importantísimas relaciones de comercio y grandes simpatías por sus sabias instituciones republicanas que nos han de servir de normas para formar a las nuestras, no hemos dudado un solo momento dirigirnos a ella ... a fin de que nos preste sus auxilios y nos ayude con su influencia, por conquistar nuestra libertad que no será dudoso que después de habernos constituido en nación independiente, formemos, más tarde o más temprano una parte integrante de tan poderosos Estados" (1).

A fines de 1958 el Gobierno de EE UU retira su respaldo al dictador y trabaja para su sustitución, beneficiando la causa revolucionaria

El anexionismo latente todavía en la Guerra del 68 fue superado en la del 95, con la labor de Martí y Maceo. La intervención de EE UU en la guerra cubana contra España en 1898 paradójicamente desalentó dicha corriente en los años de República, cuando las ideas, más antinorteamericanas que antimperialistas, predominaban como reacción a la Enmienda Platt y a las distintas intervenciones directas e indirectas del vecino del norte en nuestros asuntos.

La lucha insurreccional y el amplio movimiento nacional contra la dictadura batistiana contaron con simpatías en el pueblo de EE UU y hay testimonios de que existía apoyo encubierto de la CIA a grupos insurrectos. A fines de 1958 el Gobierno de EE UU retira su respaldo al dictador y trabaja para su sustitución, beneficiando la causa revolucionaria.

Sin embargo, en los mismos primeros meses de 1959 las relaciones se tensaron por excesos del Gobierno revolucionario contra los batistianos y las primeras medidas que empezaron a afectar intereses económicos de EE UU. La postergación indefinida de elecciones democráticas, la creciente influencia del Partido Comunista, el debilitamiento de las fuerzas democráticas en el primer Gobierno y el aumento de la oposición al liderazgo de Fidel Castro, apoyada por EE UU llevaron a más hostilidad entre ambos Gobiernos.

Con el discurso "antimperialista" dirigido contra EE UU del máximo líder de la Sierra Maestra, que había capitalizado el triunfo revolucionario del 59, las intervenciones de grandes empresas norteamericanas y las medidas de toma y daca entre los dos Gobiernos, especialmente el bloqueo-embargo en octubre de 1960, las contradicciones se exacerbaron y vino la ruptura de relaciones, en 1961, por parte de EE UU, el acercamiento cubano hacia la URSS, la invasión de Girón apoyada por el Gobierno estadounidense y la Crisis de los Misiles de 1962.

Desde el mismo 1959, EE UU sirvió de refugio a todos los cubanos que salían huyendo del régimen. Así, se produjeron distintas oleadas de emigrantes cubanos legales e ilegales hacia el norte, la primera entre 1959 y 1962 con cerca de un millón de cubanos, después Camarioca, 1965; Mariel 1980; Los Balseros, 1994 y la que está teniendo lugar en los últimos años por Centroamérica y el estrecho de Florida. Paralelamente, se ha desarrollado la entrega de visas para residentes permanentes en EE UU que han llegado hasta las 20.000 anuales.

Durante todos los años siguientes, las fuerzas democráticas y anticomunistas, debería decirse en propiedad antifidelistas, han contado con el apoyo y las simpatías de los Gobiernos de EE UU, y Fidel Castro siempre las ha presentado como mercenarias y anexionistas hasta creérselo.

Las calamidades ocasionadas por las políticas fidelistas en todos los campos y ese éxodo constante de emigrantes hacia EE UU han generado, en cambio, un reacercamiento del pueblo cubano a su vecino del norte

Las calamidades ocasionadas por las políticas fidelistas en todos los campos y ese éxodo constante de emigrantes hacia EE UU han generado, en cambio, un reacercamiento del pueblo cubano a su vecino del norte y ha hecho renacer y crecer una corriente anexionista, más menos velada, real o virtual.

Hoy, las esperanzas de progreso para millones de cubanos están puestas en la posibilidad de emigrar mientras el propio Gobierno condiciona el desarrollo al "levantamiento del bloqueo" y a las inversiones extranjeras, especialmente estadounidenses. En su desenfreno por excluir a los trabajadores y al pueblo del control autónomo de su desarrollo han terminado buscando los brazos del "enemigo". "Si los yanquis son el problema, son también la solución". Nada más plattista.

Así, las campañas antinorteamericanas del fidelismo han resultado contraproducentes, han traído de vuelta al anexionismo y su crecimiento. Como el desastre que padecemos y el desdén por el "socialismo", también esto tenemos que agradecerlo al fidelismo.

(1) Boletín de la Revolución No.4, New York, 25 de diciembre de 1868. Tomado del libro La República, del historiador cubano Juan F. Benemelis. The Ceiba Publishers, Miami 2010.

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