Hong Kong, fuente de inspiración

Marcha por los5
Estudiantes durante la marcha por "los 5". (Luz Escobar)
Eliécer Ávila

02 de octubre 2014 - 08:00

La Habana/Vi las imágenes de la marcha de los estudiantes cubanos a favor de "los cinco" y en contra del "terrorismo" y la "subversión". Telesur también se hizo eco de la noticia. Desconozco si otra televisora en el mundo abordaría el tema. De lo que sí estoy seguro es de que los participantes creyeron que estaban dando una muestra indiscutible de fortaleza, de principios y, posiblemente, de valor.

¿Qué sacó el pueblo de semejante audacia? Nada. Bueno si, muchos gastos.

En contraste con esta noticia, veo lo que está pasando en Hong Kong. Una de las ciudades más dinámicas económicamente, donde miles de estudiantes han logrado movilizar el apoyo de grandes sectores populares para exigir la elección de sus gobernantes locales al sufragio universal. El Gobierno central, en Pekín, se opone.

Comparemos estas dos situaciones, que se desarrollan ambas en territorios comunistas.

Unos toman las calles para pedir más democracia y el respeto a la capacidad ciudadana de elegir a sus representantes, enfrentándose a las fuerzas gubernamentales que pretenden impedírselo. Otros, los de aquí, acuden cómodamente en guaguas, con merienda incluida, pulóver y cuanto aseguramiento el Gobierno cubano les proporcione. Todo para hacer gala de una guapería orientada y dirigida por una agenda que nada tiene que ver con las demandas estudiantiles o sociales del país.

Los estudiantes en Hong Kong se las arreglan usando aplicaciones que burlan la censura del Estado para comunicarse entre ellos cuando los privan de Internet. Los estudiantes cubanos usan potentes megáfonos para gritar ¡vivas! a los que no les permiten tener acceso a Internet.

El desinterés de las universidades cubanas por el estado de la nación no para de sorprenderme

El desinterés de las universidades cubanas por el estado de la nación no para de sorprenderme. Si no son los jóvenes, con mayor salud y energía, los que defienden a nuestros ancianos, a nuestros pobres, a nuestros obreros y a nosotros mismos, ¿quién lo va a hacer? ¿El Estado? ¿La burocracia? ¿Los causantes de los problemas?

¿Qué valor tiene una marcha que olvida que vivimos en un país sin la más mínima libertad de prensa? Donde los trabajadores no pueden ni comer adecuadamente con el salario que reciben. Y donde la capital se está derrumbando. ¿Qué respeto puede inspirar un movimiento juvenil y universitario que no es capaz de defenderse a sí mismo para reconquistar su autonomía y su libertad?

Está claro que estas marchas no se hacen a iniciativa de los estudiantes. Debemos incluso reconocer que muchos de los que leerán este artículo, y el propio autor, asistimos alguna vez a marchas parecidas. Por romper el aburrimiento de la rutina de las clases. Por nadar sobre la ola que todos dicen que es correcta. O simplemente por salir gratis a conocer un poco más de La Habana. Cuando crecimos un poco y salimos de la burbuja ideológica en la que han convertido a nuestros campus universitarios, la realidad nos golpea con mucha fuerza en plena cara. Nos damos cuenta de la extrema manipulación a la que fuimos sometidos para defender los intereses de una minoría acomodada en el poder por nosotros mismos. Y nos duele.

la extrema manipulación a la que fuimos sometidos para defender los intereses de una minoría acomodada en el poder

Puesto que nadie escarmienta por cabeza ajena, habrá que esperar a que tantos campeones olímpicos del entusiasmo se gradúen y tengan que sostener por ellos mismos un hogar en condición de ciudadanos y de trabajadores.

Para entonces será demasiado tarde. Ya nadie les pondrá guaguas ni merienda para que vayan a las plazas a expresar su inconformidad. De hecho, si lo hacen por su cuenta, descubrirán una mínima parte del sistema que no conocían, lo que aumentará sus frustraciones pero les aclarará mucho la mente.

Algunos decidirán irse de Cuba y cambiarán sin problemas el megáfono de gritar ¡viva! por el timón del carro cómodo que el enemigo ideológico les dejará comprar a cambio de su trabajo. Otros se conformarán con vivir de lo que puedan y andarán por ahí ... a ver qué pasa. También existirán siempre los dispuestos a ocupar cargos, desde donde tendrán que convencer a la nueva masa de jóvenes y estudiantes para que marchen en contra del "enemigo histórico". Será su contribución a la castración mental de las masas, paso imprescindible hacia la construcción del hombre nuevo. Estos son los peores.

Así y todo tengo la convicción de que este ciclo de indefensión popular y de engaño no puede ser eterno. Siento que cada vez somos más los que en cada rincón de este país, incluyendo las universidades, sentimos la responsabilidad de contribuir al cambio profundo y vital que necesitamos. Solo nos falta ponernos de acuerdo como lo están haciendo los manifestantes de Hong Kong con una madurez encomiable.

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