Marx, doscientos años

La fuerza del marxismo poco o nada tiene que ver con la ciencia y mucho con la búsqueda de un paraíso terrenal

Carlos Marx teoriza una sociedad que superará al capitalismo, pero sin echar a un lado los incuestionables logros de este.
Carlos Marx teoriza una sociedad que superará al capitalismo, pero sin echar a un lado los incuestionables logros de este.
Mauricio Rojas

05 de mayo 2018 - 16:32

Santiago de Chile/El 5 de mayo de 1818 nació en la ciudad renana de Tréveris el pensador revolucionario más influyente de los tiempos modernos, Karl Marx. Quien fuese el tercer hijo de una importante familia judío-alemana estaba destinado a transformarse en el gran profeta del comunismo y sus ideas inspirarían incontables movimientos políticos que con sus éxitos y fracasos han marcado de manera indeleble la historia contemporánea.

Cuando se celebró el primer centenario de su nacimiento, en 1918, sus seguidores ya habían conquistado el poder en los extensos territorios del imperio ruso y cuando se celebró el aniversario 150, en 1968, los regímenes marxistas dominaban una tercera parte de la humanidad. Esta extraordinaria carrera ascendente escondía, sin embargo, la semilla de su espectacular caída durante las décadas finales del siglo XX: a pesar de los fulgurantes triunfos de sus discípulos el reino paradisíaco augurado por Marx no aparecía por ninguna parte. El mundo feliz tardaba en llegar y en su lugar se instauraron Estados de una brutalidad pocas veces vista. En vez de la emancipación total surgió el totalitarismo.

El mundo feliz tardaba en llegar y en su lugar se instauraron Estados de una brutalidad pocas veces vista. En vez de la emancipación total surgió el totalitarismo

Las conmemoraciones de los doscientos años del nacimiento de Marx tienen por ello un sello muy distinto de aquellas exuberantes manifestaciones de confianza en la victoria final del comunismo que eran habituales durante la época precedente a la caída del Muro de Berlín. En el presente, exceptuando a los pocos creyentes que aún quedan, lo que marca el tono es un debate mucho más sobrio sobre una gran pregunta ineludible: ¿Cómo se puede explicar la enorme fuerza de atracción que las ideas de Marx ejercieron durante tanto tiempo en los más diversos tipos de sociedades y contextos culturales?

Para sus seguidores pasados y presentes la respuesta a esta pregunta ha sido simple. El poder de las ideas de Marx residiría en su carácter científico o, como lo expresó Lenin, "la doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta". En esta perspectiva, el marxismo surge de largos años de estudio y reflexión gracias a los cuales Marx habría descubierto aquellas "leyes de la historia" que explicaban su devenir y el advenimiento inexorable del comunismo.

Esta manera de entender la génesis y la potencia de las ideas marxistas no tiene, sin embargo, ningún asidero. Un estudio serio de la biografía intelectual de Marx muestra, con claridad, que su gran profecía revolucionaria es un producto juvenil que antecede, con mucho, a sus posteriores estudios histórico-económicos, los cuales, en lo que tienen de valioso, no hacen sino cuestionar su pronóstico apocalíptico-mesiánico.

Quien dijo que la religión era el opio del pueblo sentó las bases de una verdadera religión atea que puso en el "más acá" lo que la religión prometía en el más allá

La fuerza del marxismo poco o nada tiene que ver con la ciencia y mucho con la búsqueda de un paraíso terrenal, una sociedad perfecta en la Tierra, que no es nueva, pero que se actualizó dramáticamente con la irrupción de la modernidad y su fe desmedida en un progreso ilimitado.

Así, paradojalmente, quien dijo que la religión era el opio del pueblo sentó las bases de una verdadera religión atea que puso en el "más acá" lo que la religión prometía en el más allá. De esta manera, se invitaba al hombre a emprender la aventura fatídica de transformar su propia naturaleza y sus seguidores pondrían al ser humano en la horma del totalitarismo para lograrlo.

Como nos recuerda Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de Literatura 2015, quisieron construir "el Reino Celestial en la Tierra. ¡El paraíso! ¡La Ciudad del Sol! Y, al final, todo lo que quedó fue un mar de sangre, millones de vidas arruinadas".

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Mauricio Rojas es Director de Contenidos y Estrategia de la Presidencia de la República de Chile.

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