‘Plattismo’ revolucionario

Con la reapertura de embajadas, los hasta ahora jefes de las respectivas secciones de intereses, José Ramón Cabañas (Cuba) y Jeffrey DeLaurentis (EE UU), pasarán a ser encargados de negocios mientras ambos Gobiernos nombran a sus respectivos embajadores. (EFE)
La contaminación inevitable con EE UU solo es asimilable en Cuba frente al cansancio y a la edad provecta de la Revolución. (EFE)
Manuel Cuesta Morúa

24 de octubre 2015 - 00:18

La Habana/Durante el XII Foro de la Sociedad Civil cubana contra el bloqueo, que concluyó el pasado viernes en el teatro habanero del Ministerio de Salud Pública, se presentó una ponencia singular. Bajo el título "El bloqueo: metodología para calcular su costo", la máster Nieves Picó, del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, expuso unas conclusiones que merecen toda la atención política, no así económica.

Después de escucharla, una pregunta quedaba en el aire. ¿Cuál es la lógica que sigue el Gobierno cubano cuando exige una indemnización por los costos de una guerra voluntaria y que, por demás, no ganó?

Existen al menos seis argumentos que ponen en entredicho la propuesta de la investigadora Picó:

- Político: dos Estados enemigos no negocian. Nada hay en la práctica internacional ni en la literatura sobre Estados en conflicto que muestre o demuestre que la relación amigo-enemigo, según el teórico político alemán Carl Schmitt, suponga el comercio de bienes y servicios entre ellos. La meta detrás de ese par es la desaparición del otro, no el negocio civil.

- Económico: la estructura de la economía cubana no es compatible con la economía estadounidense. Los bienes y servicios que Cuba podía ofrecer no están en la canasta de demandas del ciudadano norteamericano, y los que Cuba podía recibir de Estados Unidos, que eran y son todos, no tenían respuesta en la capacidad adquisitiva de la estructura monetaria o salarial cubana, a menos que se reprodujera, desde los mismos años setenta y ochenta del siglo pasado, el tipo de relación económica centro/periferia que supuestamente justificó la Revolución cubana.

- Estructura de propiedad: una economía tan privatizada como la norteamericana no encajaba con una economía tan estatizada como la cubana. ¿Cuál sería el socio estatal de Cuba con un país como Estados Unidos donde las instituciones no tienen ni remotamente la posibilidad que tiene el Estado en la economía cubana, excepto en lo que toca a las relaciones comerciales?

¿Cuál es la lógica que sigue el Gobierno cubano cuando exige una indemnización por los costos de una guerra voluntaria y que, por demás, no ganó?

- Creación de riquezas: si el modo económico cubano de producción fue siempre el de capitalismo de Estado, sí hay una diferencia clave con el modelo norteamericano: aquí se trata del modelo de economía abierto y plural por excelencia, en Cuba estamos confrontados, por el contrario, con el modelo de economía cerrado y centralizado por antonomasia. Esto nos lleva a una diferencia cada vez más importante: los desniveles tecnológicos, sobre lo que solo cabe silbar. En este sentido, la única opción habría sido que Estados Unidos hubiera dado licencia política a los organismos internacionales para inundar y endeudar a Cuba con créditos. Pero nos toparíamos con la condición de enemigo una vez más.

- Política económica: los sectores que podrían ser atractivos para Estados Unidos, el turismo por ejemplo, y los culturales, solo se abren en Cuba en los años noventa, y a regañadientes. En las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado el turismo yanqui en Cuba, la única área potencial de vínculo económico, habría chocado con el concepto más importante de control político en la época: el diversionismo ideológico. El turismo estadounidense es American way of life, inconcebible para la época.

Revolución cubana es revolución permanente. Revolución permanente es guerra, aunque fuera fría, con Estados Unidos

- Ideológico: la contaminación inevitable con Estados Unidos solo es asimilable en Cuba frente al cansancio y a la edad provecta de la Revolución, y por fracaso cultural del "seremos como el Che". ¿Dónde queda, por otra parte, aquello del modelo supuestamente superior e incompatible con el capitalismo?

Realmente, la única posibilidad de relación económica con Estados Unidos, en condiciones de paz política, habría sido a través de la facilitación del crédito, y entonces tendríamos un problema no solo con el Club de París, sino también con el Consenso de Washington y los fondos buitres. La ineficiencia de la economía cubana no la compensa el dinero.

No se ve bajo ningún análisis la posibilidad de que la Revolución cubana hubiera existido en una relación económica normal con Estados Unidos. Revolución cubana es revolución permanente. Revolución permanente es guerra, aunque fuera fría, con Estados Unidos.

Pero la insistencia del Gobierno en la indemnización por una guerra voluntaria con Estados Unidos, más allá de la necesidad política de equilibrar las cuentas por las nacionalizaciones no indemnizadas, es una revelación del subconsciente del poder: si el modelo de comando de la economía era posible sobre la mentalidad de guerra, el modelo de economía civil en Cuba, la única que culmina en economía política, es solo sostenible en relación con la economía norteamericana. Plattismo revolucionario del mejor.

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