Restituyan la soberanía al pueblo si quieren evitar otra revolución

Cuartel Moncada, de cuyo asalto se cumplen 62 años este 26 de julio. (Wikimedia Commons)
Cuartel Moncada, de cuyo asalto se cumplen 62 años este 26 de julio. (Wikimedia Commons)
Pedro Campos y otros autores

25 de julio 2015 - 10:57

La Habana/Una pandemia de libertad inunda nuestros sentidos.

Juan Carlos Cremata

Pronto hará 62 años desde que un grupo de jóvenes encabezados por Fidel Castro asaltara el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, hecho que catapultó a esa figura a los primeros planos de la política nacional y que enterró definitivamente la posibilidad de una salida política y pacífica a la situación creada por el golpe de Estado de Fulgencio Batista un año antes.

La lucha armada se impuso y logró la salida del tirano de turno. Pero la forma violenta en la que fue alcanzada marcó hasta hoy los destinos políticos de Cuba. El Campamento volvía a triunfar sobre la República.

Aquella misma figura que organizó y dirigió aquel asalto y que luego encabezó un movimiento militar de alzados en la Sierra Maestra capitalizó el triunfo popular de la Revolución de 1959, hecha y apoyada por la gran mayoría del pueblo cubano para restaurar el sistema democrático. Hoy, ya anciana, de alguna manera aquella figura sigue imponiendo su sello sobre los destinos de Cuba en la persona de su hermano.

El pequeño grupo cercano a Fidel y a Raúl Castro encabeza, ya por más de medio siglo, un Gobierno autoritario que nunca restableció la institucionalidad democrática, estructurado sobre las bases de la "dictadura del proletariado", según los principios del estalinismo, que no tiene nada que ver con Marx ni con los fundadores del socialismo.

Todo muy bien hecho para mantener el poder del grupito. Todo muy mal hecho en función de los intereses del pueblo y los trabajadores.

El entuerto hoy todavía reprime abierta y violentamente al pensamiento diferente, impide a unas pocas mujeres desfilar con flores por una avenida pidiendo libertad para los presos políticos, impone a su propio Partido Comunista y a la nación la política económica que ellos deciden y negocia con el Gobierno de EE UU, a espaldas del pueblo cubano, un intento de salvar su capitalismo monopolista de Estado con una alianza con el capital extranjero que podría conducir a la anexión virtual económica y geopolítica al vecino del norte.

El fracaso del capitalismo monopolista de Estado impuesto en Cuba en nombre del socialismo, la Revolución y la clase obrera, es más que evidente en muchos de sus principales resultados:

1-Destruir la economía del país, 2- empobrecer a los trabajadores y a los cubanos en general, 3- enterrar en el lodo el vocablo socialismo, 4- dividir y dispersar la familia cubana, 5- desestimular el trabajo en el pueblo cubano, 6- tergiversar la historia de la nación y desnacionalizar la nacionalidad cubana y 7- retardar por casi medio siglo el progreso revolucionario en América Latina con su estímulo a la violencia.

La constante violación de los derechos civiles y políticos del pueblo cubano se constata hoy en los más recientes ataques absurdos del sistema burocrático a artistas de gran prestigio nacional e internacional como Tania Bruguera y Juan Carlos Cremata

Otro logro reconocido es la solidaridad internacional, que ha sido obra del pueblo cubano, pero una parte habría que celebrarla, otra discutirla y mucho que reevaluarla por contraproducente y hasta censurable. La educación y la salud al alcance de todos, con todas sus deficiencias y limitaciones, son lo mejorcito que se ha alcanzado, pero ambas fueron concebidas para la explotación calificada y continua del estatalismo asalariado.

Eso es lo concreto que tenemos hoy. Lo que pasó antes de 1959 es historia antigua para las nuevas generaciones, a las que se educa en la incondicionalidad hacia el poder establecido y reconocido en una Constitución obsoleta, copiada de la antigua URSS y que el mismo Gobierno viola todos los días.

La constante violación de los derechos civiles y políticos del pueblo cubano se constata hoy en los más recientes ataques absurdos del sistema burocrático a artistas de gran prestigio nacional e internacional como Tania Bruguera y Juan Carlos Cremata, los cuales constituyen ofensas a toda la cultura nacional y evidencian que el Campamento no ceja en su ultraje a la República.

Si las diferentes expresiones del arte y la cultura nacional no pueden manifestarse libremente, si no pueden representar creativamente nuestra realidad contemporánea, entonces la vieja consigna "dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada", se ha transformado en: la "Revolución" ya no es el "todo", más bien es "nada".

Una nación es su cultura y, si no es respetada, no es más que un grupo de símbolos sin contenido.

Lo más sagrado que tiene el ser humano, lo que le permite vivir, realizarse y construir una familia, es su trabajo, su capacidad creadora, sus aptitudes manuales e intelectuales, que se traducen materialmente en remuneración por sus esfuerzos y resultados.

El derecho al pago por el trabajo es quizás el derecho más importante, el que permite a su vez la realización de otros derechos.

Si no se respetan la fuerza de trabajo, el arte, ni los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, ¿ante qué estropicio estamos?

Y ese derecho viene violándolo el Estado dizque socialista desde que se apropió y estatizó todas las fábricas, tierras, empresas grandes, medianas y pequeñas, teatros, cines, parques, playas, centros culturales y sociales, salones de baile, etcétera, y convirtió a todos, hasta los artistas, en empleados asalariados del Estado. Hoy reciben sueldos y pensiones de miseria, iguales a los de hace 50 años pero devaluados 50 veces.

Esa violación del valor del trabajo, principio de base de cualquier economía, ha destruido las fuerzas productivas de la nación, especialmente la más importante, la fuerza humana de trabajo, que ha sido desmoralizada y corrompida por el alto nivel de explotación a la que es sometida con bajísimos salarios. ¿Cómo pedir a la gente así que sea productiva, que cuide los medios de producción y se sienta dueña de ellos?

Si no se respetan la fuerza de trabajo, el arte, ni los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, ¿ante qué estropicio estamos?

Ya le dijimos al General que era la hora de cerrar el Campamento y de abrir la República. Pero como todos nuestros mensajes al poder, este tampoco llegó a oídos receptivos. Fue ignorado.

¿Se creen de verdad los actuales regentes que pueden ignorar impunemente los reclamos de otros revolucionarios y de ciudadanos con pensamiento diferente? ¿Se creen aquello de que yo me gané esto a tiros y a tiros hay que quitármelo? ¿Para qué se dispararon aquellos tiros? ¿Para acceder al poder eternamente o para devolver al pueblo la dignidad y la soberanía pisoteadas? ¿Para seguir manteniéndose en el poder por vía de la violencia? ¿Siguen algunos creyendo que es preferible hundir la Isla en el mar a perder su poder y privilegios?

Desde la izquierda democrática lo he advertido muchas veces: si continúan olvidando los contenidos originales que dieron vida a este proceso y violando los derechos de los cubanos, el descontento sin cauces podría desbordarse

Tan despacio van que se tornan paralizados. Todo tiene límite. También la paciencia.

Hoy las acciones represivas contra la oposición pacífica no se detienen ni al acercarse la visita del papa. En todo caso, aumentan en cantidad e intensidad en un intento por detener el inevitable proceso de democratización que demanda casi toda la sociedad cubana, de la cual son igualmente parte el que está dentro como fuera de Cuba, el trabajador, el incipiente empresariado privado, el estudiante o el soldado, el comunista, el indiferente o el opositor. Todos somos partes.

Recientemente, demandé que se detuviera la espiral de violencia, responsabilidad del Estado represor. La oposición ya no pone bombas ni hace atentados. Asumió el camino del enfrentamiento pacífico. El mundo de hoy es distinto al de la Guerra Fría. No percatarse de estos cambios y continuar con la violencia no es bueno para nadie.

Como reclaman algunos opositores: júzguese a los actores directos de la represión.

Desde la izquierda democrática lo he advertido muchas veces: si continúan olvidando los contenidos originales que dieron vida a este proceso y violando los derechos de los cubanos, el descontento sin cauces podría desbordarse.

Si no quieren a gente protestando en las calles o donde pueda y como pueda, hagan bien las cosas: detengan la represión, liberen a los presos por razones políticas, permitan la libertad de expresión, asociación, elección y actividades económicas. Inicien un diálogo con todos. Avancen hacia una nueva Constitución democrática, a un Estado de derecho y una nueva ley electoral.

No les exigimos que se rindan ni se entreguen, sino que permitan la democratización de la sociedad cubana

Liberen internet a precios módicos. Eliminen las trabas al trabajo por cuenta propia, al cooperativismo y los monopolios estatales de comercio. Entreguen las empresas estatales a la administración colectiva de los trabajadores. Y se liberarán ustedes mismos de tantas culpas.

Sin paz, democracia y libertad, no habrá desarrollo, ni socialismo alguno.

Esta es, una vez más, una solicitud desde fuerzas políticas surgidas del propio proceso revolucionario. Por gente que entregó los mejores años de sus vidas a luchar por el socialismo en que creyeron y hoy ven a sus familias pobres, desgarradas, y sus hijos y nietos arriesgar sus vidas en el mar o en las selvas buscando bienestar. Llevar a la gente a la desesperación es la peor política. Eviten que la violencia crezca y se generalice.

No les exigimos que se rindan ni se entreguen, sino que permitan la democratización de la sociedad cubana o dejen a otros hacer lo que ustedes enunciaron y no fueron capaces: alcanzar la felicidad toda del pueblo cubano íntegro.

Hagan ese último servicio a la Revolución que iniciaron y que hace tiempo debieron poner en manos del pueblo soberano, y después nadie los molestará. En todo caso, pasarían a la historia como los que enderezaron el rumbo extraviado.

Dejen que el pueblo decida, restitúyanle la soberanía. Por eso y para eso apoyaron esa Revolución que ustedes encabezaron hace ya 62 años. No provoquen otra.

No digan después que no fueron advertidos.

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