En unas elecciones democráticas, el oficialismo perdería en primera vuelta

Electores saliendo de las urnas
Electores saliendo de un centro de votación. (14ymedio)
Pedro Campos

26 de abril 2015 - 06:35

La Habana/Diferentes informes y análisis de los resultados oficiales de las recientes elecciones para delegados de circunscripción (antiguos concejales) a las Asambleas Municipales del Poder Popular evidencian que el oficialismo podría perder la primera vuelta en eventuales elecciones plenamente democráticas, pluripartidistas, donde fuera necesario tener el 50 % más uno de los votos válidos para salir electo presidente en la primera vuelta.

Los datos hablan por sí solos: el 20 % de los electores no fue a votar, votó en blanco o anuló la boleta. No concurrió a las urnas el 11,7 % de los empadronados. En cualquier país del mundo sería una muestra del respaldo popular al sistema político. Aquí no: representa todo lo contrario. Es la muestra clara de que no existe más la “unanimidad” de la que siempre presumió y presupuso el modelo, es la evidencia de la creciente diversidad e inconformidad que no se quiere aceptar, muchos menos canalizar.

Simple: este es un sistema de partido único, con un modelo electoral diseñado y controlado para que todos vayan a votar y salgan electos los candidatos del Gobierno, donde no existe libertad de expresión para defender públicamente un programa diferente, donde no hay libertad de asociación para hacer otro partido político que patrocine otras posiciones, donde llevamos más de medio siglo con un solo periódico, una sola televisión y una sola radio, donde no hay Internet para la población y donde se nos ha querido acostumbrar a la idea de que todo el que discrepe del Gobierno-Partido-Estado y su fracasado “socialismo”, es contrarrevolucionario, mercenario, o agente del enemigo imperialista.

Por cada uno de los 1.715.000 cubanos que no fueron a votar, votaron en blanco o anularon la boleta, hay por lo menos otro cubano más que tampoco aprueba el sistema político

Por cada uno del millón setecientos quince mil cubanos que no fue a votar, votó en blanco o anuló la boleta, hay por lo menos otro cubano más que tampoco aprueba el sistema político, aunque haya votado para no verse señalado. Pero ante un modelo democrático de Gobierno, con su correspondiente ley electoral, como en toda América Latina, con todas las garantías, muy probablemente no votaría por los candidatos del oficialismo.

Serían, al menos, 3.430.000 los cubanos que votarían claramente por otros candidatos, en condiciones democráticas.

Si a los 8,5 millones de votantes, le agregáramos los 2 millones aproximadamente de cubanos que están fuera del país y participarían en elecciones democráticas, el padrón electoral alcanzaría los 10,5 millones. Pero estos dos millones tampoco votarían por el oficialismo.

Sumados, no votarían por el oficialismo casi 5 millones y medio de los 10,5 millones. No alcanzaría la clara mayoría en la primera vuelta. Esos casi 5,5 millones de electores votarían por otros partidos de centro, derecha o izquierda.

Pero, si en definitiva tuviéramos un sistema político plenamente democrático, con libertad de expresión, asociación y elección, donde fuera posible la amplia crítica de los disparates gubernamentales, la corrupción y el nepotismo que caracterizan el modelo de “socialismo de Estado”, habría que ver si realmente votarían por el oficialismo esos 5 millones en la primera vuelta.

Si sumamos a los 2 millones de cubanos fuera del país, el oficialismo no contaría hoy en Cuba, en condiciones democráticas, con los votos suficientes para ganar en una primera vuelta.

Hay otros datos que no es posible precisar pero que también tributan a este análisis. En algunas circunscripciones de las que tuve noticias, algunos candidatos propuestos por los núcleos zonales del PCC no fueron los que salieron electos, lo que implica también una derrota del oficialismo.

Si alguien tiene dudas sobre este análisis, hagamos otra valoración hipotética a partir de los resultados de las votaciones que obtuvieron dos opositores, contra los que se hizo campaña a pesar de estar prohibido por la ley y a quienes las comisiones electorales calificaran de contrarrevolucionarios en las biografías publicadas. Por los mismos marcaron sus boletas en desafío abierto al sistema 233 y 189 electores, respectivamente, en los municipios capitalinos de Arroyo Naranjo y Plaza.

Suponiendo que se hubieran presentado en todas las circunscripciones candidatos no oficialistas y tomáramos como votación promedio la cifra de 200 votos a favor de los no oficialistas y la multiplicáramos por el numero de circunscripciones en el país, solo hipotéticamente y a sabiendas de que no todas las circunscripciones tendrían las mismas características, pues tendríamos un total de 2.517.000 electores (200 x 12.589) a favor de los candidatos de oposición.

Pero si todos esos supuestos candidatos hubieran podido hacer propaganda de su programa, si tuvieran una maquinaria política detrás, si los electores no hubieran tenido las presiones del Estado todo poseedor, no sería muy difícil imaginar que esa cifra sería ampliamente superada y alcanzaría, al menos, un millón más, pues serian –digamos– 3,5 millones aproximadamente.

Si a ese número se suman los 2 millones de cubanos fuera del país, que muy probablemente votaría en masa por candidatos no oficialistas en elecciones democráticas, pues entonces se llegaría a una cifra de 5,5 millones, como en el análisis anterior, lo cual parece confirmar que el oficialismo no contaría hoy en Cuba, en condiciones democráticas, con los votos suficientes para ganar en una primera vuelta.

Si el Gobierno no toma en cuenta estas realidades, la polarización de la sociedad podría acelerarse y desbordarse ante un coyuntura complicada

Y los resultados de una segunda vuelta serían impredecibles, pues dependerían de las alianzas y compromisos que se formen entre las fuerzas restantes o entre éstas y el oficialismo.

Si el Gobierno no toma en cuenta estas realidades, continúa con su paso de jicotea en las reformas y sus políticas económicas estadocéntricas, sus monopolios de comercio, sus trabas al cuentapropismo, al cooperativismo y demás formas de producción, sigue sin entender la necesidad de democratizar el sistema político y no se traducen en resultados concretos las esperanzas abiertas el 17 de diciembre pasado, la polarización política de la sociedad podría acelerarse y, de no encontrar cauces, desbordarse ante un coyuntura complicada.

Varios lo hemos advertido otras veces y tal parece que en el Partido-Gobierno subestiman, no se dan cuenta o no les interesan el descontento creciente y sus eventuales consecuencias.

Ojo: viene el verano, los pobres son más pobres, La Habana se sigue derrumbando, la energía no baja de precio, el salario real sigue en bajada, las esperanzas se van perdiendo, el miedo también, todos saben que los espectáculos represivos afectan la imagen y los planes gubernamentales de atraer inversiones, las brigadas de respuesta rápida podrían controlar protestas aisladas, pero si se generalizan…, no digo más.

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