La impotencia de los burócratas

José A. Quintana de la Cruz

18 de julio 2015 - 19:59

Pinar del Rio/A la esclerosis de las estructuras y las funciones de la burocracia se le llama “burocratismo” y es un mal que ha acompañado al socialismo cubano por más de cincuenta años. El programa televisivo la Mesa Redonda le dedicó recientemente un debate entre dos periodistas y un científico social, que se concentraron en los efectos del fenómeno sin profundizar en las causas. En un esfuerzo de síntesis, la jefa de la mesa concluyó que la causa fundamental del burocratismo es la insensibilidad de los burócratas, de lo que puede inferirse que es un fenómeno causado principalmente por un factor subjetivo, del ámbito de la ética.

¿Son los ciudadanos insensibles antes de convertirse en burócratas o se tornan tales luego de ingresar a la burocracia enferma? Algunas personas son de suyo indiferentes al dolor y a las dificultades ajenas, pero no todas, no la mayoría. La insensibilidad de los funcionarios es resultado de su continuada impotencia para la solución de los problemas con los que comúnmente se enfrentan. Carecen del poder de decisión adecuado a su responsabilidad.

La insensibilidad de los funcionarios es resultado de su continuada impotencia para la solución de los problemas

Claro, esto no explica la demora con la que un pequeño funcionario retarda la expedición de un certificado de muerte, pero sí los muchos otros casos en que no se recoge la basura de ciudades enteras, o no se rellenan los baches de las calles, o se taponan los salideros de agua. Los funcionarios que reciben las críticas y las quejas darían lo que no poseen por salirse del problema, pero deben esperar. Aprenden a resistir –no coger lucha, en el habla popular–, a cuidar el puesto con una aparente o real indiferencia. La centralización excesiva y la falta de recursos hacen del funcionario un tramitador, un receptor y emisor de señales en las que nadie cree. Y desmoralizan a la burocracia en su conjunto.

Cuando la burocracia hipertrofiada y artrítica deviene burocratismo, la decisión no nace, lo decidido no fluye, los flujos son lentos, llegan tarde o se pierden en el camino. El trámite se hace difícil, rayano en lo imposible, y se convierte en oportunidad comercial. Aparece el sobornador y el funcionario mal pagado que acepta el soborno. La certificación de nacimiento, en lugar de en 15 días, se emite al momento por obra y gracia de 5 CUC. Los trámites se tasan, compran y venden como mercancías. En el mercado negro aparece el nicho del tráfico de documentos e influencias. El burocratismo es consustancial a la corrupción. Max Weber estaría horrorizado.

La burocracia es coetánea de los Estados nacionales. Los feudos no precisaban de una burocracia acabada. Las complejidades en la organización de las tareas inherentes al Estado-nación precisaron del diseño de funciones y de la selección de funcionarios que las ejecutasen. La burocracia no es un mal necesario, es una necesidad histórica ineludible para el funcionamiento del Estado moderno. Comenzó ordenando los quehaceres para facilitar los procesos y hacerlos expeditos, con decisiones oportunas y ágiles tramitaciones. Pero nunca ha sido inmune, como la democracia, a aberraciones, manipulaciones y excesos. Como dijo un gran griego, “todo sistema fracasa por la exageración del principio en que se funda”. Así, a veces, es un orden caótico.

Los burócratas no son los causantes del burocratismo, son sus instrumentos. Los líderes de la dirección social son los responsables de este mal

Las instituciones y organizaciones estatales han sido el predio natural del burocratismo por ser donde más se ha desarrollado la burocracia y donde son inexistentes o poco arraigados los sentidos de pertenencia y propiedad. En Cuba, el Estado socialista y sus empresas han padecido un fortísimo y crónico burocratismo durante cinco décadas que alcanzó su cenit en la década de los 80 del pasado siglo. A las causas ya señaladas para cualquier época y lugar, habría que agregar la desmesura de las plantillas de trabajadores en los centros de trabajo como una de las formas de reducir el desempleo y mejorar el nivel de vida de la población. A veces los defectos aparecen como continuación de virtudes. O como consecuencia de sueños y utopías.

Los burócratas no son los causantes del burocratismo, son sus instrumentos. Los líderes de la dirección social son los responsables de la aparición de este mal. La obsesión por el control detallado de los procesos desde arriba y las decisiones tomadas desde el ápice director de la sociedad implican la hipertrofia y parálisis de las estructuras administrativas inferiores. Cogido el burócrata entre el pueblo y las estructuras superiores del poder, ¿a quién obedecerá?

Cuanto más grande es el Estado, mayor es su burocracia y el riesgo de contraer burocratismo. La computación y la informática abren una perspectiva alentadora para la reducción y aumento de la eficiencia de la burocracia. Pero, cuidado, puede surgir un burocratismo de nuevo tipo apoyado en los avances de la era digital.

Ninguna vacuna logra un éxito total, pero cuando su poder de inmunización sobrepasa el 75% se considera buena. Existen unas simples vacunas contra las aberraciones de la burocracia. Los funcionarios no enferman de burocratismo en un país donde son suficientemente instruidos y aptos para los cargos que ejercen; donde son bien remunerados, reconocidos moralmente, sistemáticamente controlados por su organización y vigilados por los medios y la ciudadanía; y donde conocen su área de responsabilidad y tienen las atribuciones debidas para tomar decisiones. Y si enferman, se les despide inmediatamente.

(José A. Quintana de la Cruz es economista jubilado y médico veterinario. Nació en 1944 en Pinar del Río, donde reside actualmente).

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